Un like por asesinato

Capítulo 2

El sol atravesaba los ventanales panorámicos del ático, inundando el espacio con una luz dorada que se reflejaba en las superficies de vidrio y los detalles cromados. Adrián Blake estaba sentado detrás de un imponente escritorio de marfil, revisando los informes sobre los preparativos para el baile de máscaras. Números y planes pasaban ante sus ojos, pero sus pensamientos se dispersaban como gotas de mercurio.

Se recostó en el sillón de cuero y se pasó los dedos por las sienes. El baile de máscaras anual de la familia Blake era un evento del que hablaba toda la élite de la ciudad, un acontecimiento que abría puertas a unos y levantaba muros infranqueables ante otros. Cientos de personas soñaban con asistir, mientras que él daría todo por estar en cualquier otro lugar.

El sonido de unos pasos lo distrajo. Su madre. Reconocía su andar: seguro, pausado, como un metrónomo.

—Buenos días, Adrián —Victoria Blake entró en la habitación, como siempre, impecablemente elegante con un traje color crema y su cabello oscuro perfectamente peinado, enmarcando un rostro de simetría implacable—. Veo que ya estás trabajando en las listas.

Él asintió sin girar la cabeza.

—Alguien tiene que hacerlo.

Victoria se acercó, y su costoso perfume con notas de ámbar y pachulí llenó el espacio entre ellos. Tocó el hombro de su hijo, pero sus dedos se sentían fríos incluso a través de la tela de la camisa.

—Hoy no es solo una fiesta, Adrián. Es tu responsabilidad con la familia —dijo, sentándose en el sillón frente a él—. Especialmente importante es la reunión con Héctor Guerrero. Lo necesitamos.

—¿Para qué exactamente? —Adrián la miró a los ojos, oscuros, casi negros, que nunca revelaban del todo sus pensamientos.

—Para expandir nuestra influencia, por supuesto —respondió con una sonrisa que no llegó a sus ojos—. Su capacidad para influir emocionalmente en las personas... es única. Un recurso valioso.

Una opresión en la garganta. Adrián tragó saliva.

—¿Y los invitados especiales de la noche también apreciarán su presencia?

Victoria se tensó por un instante, pero rápidamente recuperó el control.

—Por supuesto. La Orden siempre valora una fuente de calidad.

Se levantó con la gracia de un felino.

—No olvides ponerte la máscara que elegí para ti. Resaltará... tu naturaleza.

Cuando la puerta se cerró tras ella, Adrián soltó el aliento que, sin darse cuenta, había estado conteniendo. Una extraña incomodidad crecía en su pecho, la sensación de estar participando en algo oscuro, antinatural. Pero ¿cómo podía negarse a lo que era su herencia, su sangre?

***

Después de un desayuno ensombrecido por un pesado silencio, Adrián se dirigió al ala oeste de la casa. La luz del sol apenas penetraba allí: las ventanas estaban oscurecidas y los pasillos eran estrechos. Se detuvo frente a unas pesadas puertas de roble y sacó de su bolsillo una llave antigua.

La habitación lo recibió con un olor a polvo y pergaminos viejos. Allí se guardaba la colección de artefactos de la familia Blake, objetos de los que no se hablaba con extraños. Espejos de plata con manchas oscuras en su interior, manuscritos antiguos, cuchillos rituales y, por supuesto, amuletos.

Adrián se acercó a una vitrina de cristal en el centro de la sala. Bajo el vidrio protector yacía un medallón: un disco de plata grabado con un símbolo que recordaba una espiral que se enrollaba hacia el centro. Una reliquia familiar que le pedirían usar esa noche.

Abrió la vitrina con cuidado y tomó el amuleto. Una descarga instantánea de energía recorrió sus dedos, como electricidad estática, pero más profunda, más íntima. El amuleto latía, resonando con algo dentro de él.

Y entonces lo sintió: una presencia. No física, pero innegable. Como si alguien lo observara desde los rincones oscuros de la habitación, respirando al unísono con él. Se giró bruscamente, pero solo vio su propio reflejo distorsionado en un espejo antiguo.

Por un momento, le pareció que sus ojos brillaban desde dentro.

Adrián entrecerró los ojos. ¿Era solo un juego de luces? ¿O algo más?

Al apartar la mirada del espejo, notó una fotografía en un marco sencillo. Su padre: un hombre alto y distinguido con el mismo corte de ojos que él. Pero los ojos en la foto tenían un extraño brillo, como si el fotógrafo hubiera captado un reflejo del sol.

Adrián dio la vuelta al marco. En el reverso había una inscripción hecha con la letra de su padre: "Aliméntalos o te devorarán".

Un escalofrío recorrió su espalda. ¿Qué intentaba decirle su padre? ¿Y quiénes eran esos "ellos"?

Al devolver la fotografía a su lugar, Adrián sintió que el amuleto en su mano se volvía más cálido. Bajó la mirada y se quedó helado: la plata comenzó a emitir un tenue brillo azul, pulsando al ritmo de su corazón.

Rápidamente colocó el amuleto de nuevo en la vitrina. El brillo cesó.

El teléfono en su bolsillo vibró, devolviéndolo a la realidad. Un mensaje del jefe de seguridad: las listas de invitados estaban aprobadas, la vigilancia reforzada.

Adrián suspiró. Faltaban unas horas para el inicio del baile de máscaras. Unas horas antes de que tuviera que interpretar nuevamente su papel en el espectáculo dirigido por su madre. Un espectáculo en el que era tanto actor como espectador.

Al salir de la habitación, lanzó una última mirada a la fotografía de su padre. Hoy sentía su presencia más fuerte que nunca.

"Aliméntalos o te devorarán".

Las palabras latían en su mente como una advertencia. El amuleto detrás del cristal parecía brillar de nuevo, apenas perceptible, al límite de la percepción.

Adrián cerró la puerta y giró la llave, sellando los secretos de la familia Blake hasta la próxima vez. Pero sabía que esa noche, bajo las máscaras y las sonrisas falsas, esos secretos saldrían a la superficie como burbujas de aire desde las profundidades oscuras.



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#58 en Detective

En el texto hay: fantasia, misterio, suspense

Editado: 17.12.2025

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