Cami
El club "Mirador" es un reino de noche y glamour. De pie frente a su fachada de vidrio y cromo, siento cómo mi corazón late en la garganta y mis manos tiemblan ligeramente. La fila frente a la entrada se extiende unos veinte metros: gente común que espera pasar el control de acceso, dispuesta a pagar una suma considerable por la posibilidad de entrar a un lugar donde "tal vez, solo tal vez" puedan ver a alguna estrella o heredero de la élite.
Deslizo la mirada más allá de la fila. Mi nombre está en la lista de invitados VIP, pero por alguna razón eso no me da confianza.
De camino aquí, varias veces sentí que alguien me seguía. Cambié de dirección abruptamente, zigzagueé por callejones estrechos, pero no pude determinar si era solo mi paranoia o si realmente alguien me vigilaba después de ese video sobre Guerrero. Hoy tengo que averiguar más sobre los "Recolectores de Emociones" y sobre lo que le ocurrió a Guerrero. Y, por supuesto, sobre su conexión con la familia Blake.
Llevo un vestido rojo con la espalda descubierta que tomé prestado de Zoe, mi vecina del tercer piso. Mi cabello está recogido en un moño despeinado, dejando algunos mechones sueltos que enmarcan mi rostro. Parezco de veintitrés, no de mis diecinueve años.
Respiro profundamente y me acerco al guardia, un gigante con rostro de esfinge.
—Cami Rivera, estoy invitada por la señora Velásquez.
Él revisa su tableta, y su máscara de piedra se transforma por un momento en sorpresa.
—Pase. La acompañarán.
La gente en la fila me lanza miradas que queman mi espalda. Una chica sencilla del barrio pasa sin hacer cola: claramente algo anda mal en el mundo.
En el vestíbulo semioscuro, me recibe la anfitriona: Roxana Velásquez, propietaria de "Mirador" y de varios de los clubes más exclusivos de la ciudad. Luce deslumbrante. Un vestido negro se ajusta a su cuerpo como un guante, los diamantes resaltan su piel morena, y sus ojos brillan con un resplandor casi sobrenatural.
—¡Cami! Por fin nos conocemos —extiende una mano con manicura impecable—. Tu video ha sacudido toda la ciudad. Tienes un talento increíble... y valentía.
Su apretón de manos es extraño: frío, pero al mismo tiempo como cargado de electricidad estática. Algo en ella me hace querer acercarme y retroceder al mismo tiempo.
—Gracias por la invitación, señora Velásquez.
—Roxana, por favor —sonríe, mostrando unos dientes perfectos—. Vamos al salón VIP. Es más cómodo para hablar.
Me guía a través de la pista de baile, donde decenas de cuerpos se contonean al ritmo del reguetón. Las miradas se dirigen hacia mí otra vez: ¿quién es esta chica junto a la mismísima Roxana Velásquez?
La zona VIP está separada del salón principal por un cordón de terciopelo y guardias. Es otro mundo: sofás de felpa, luz tenue, champán en cubetas de plata. En las mesas están sentadas personas cuyos rostros he visto en pantallas de televisión y portadas de revistas.
—Aquí —Roxana señala un sofá en el rincón más apartado.
Nos sentamos, y un camarero aparece de inmediato con una bandeja que lleva dos copas con un líquido de color ámbar.
—Mi cóctel especial —explica Roxana, tomando una—. Una receta familiar.
Luis me advirtió que no bebiera nada que me ofrecieran, pero rechazar a la anfitriona sería sospechoso. Levanto la copa, pero solo finjo dar un sorbo.
—Bien, Cami —comienza Roxana, sus ojos oscuros parecen atravesarme—. Tu video es extraordinariamente... interesante. Especialmente considerando que la versión oficial habla de un ataque al corazón del señor Guerrero.
—Las cámaras no mienten —respondo con cautela—. Solo mostré lo que grabé.
Roxana se inclina más cerca, y percibo su aroma: algo exótico, con notas de ámbar y algo que no puedo identificar.
—Pero las cámaras pueden captar cosas que el ojo común no ve, ¿verdad? —sus dedos rozan ligeramente mi brazo—. Ese símbolo que grabaste... ¿sabes qué es?
Mi intuición grita que tenga cuidado.
—No —miento—. No tengo idea. Me gustaría averiguarlo.
Roxana sonríe de manera enigmática.
—Has intrigado no solo a millones de tus seguidores, sino también a... ciertas personas muy influyentes.
—¿Como la familia Blake? —no puedo contenerme.
Sus ojos se entrecierran, pero la sonrisa no desaparece. Abre su bolso y saca una tarjeta de visita junto con un pequeño frasco de plata.
—Tengo una propuesta. Estamos buscando... un representante especial para nuestra marca. Alguien con influencia en redes sociales y un talento natural para sentir la energía del público. —Me entrega la tarjeta—. Y aquí tienes un regalo. Un perfume exclusivo, "Shine", de nuestra fábrica familiar. No está a la venta.
Tomo el frasco. Está cálido al tacto, como si dentro pulsara una vida propia.
—¿Por qué yo? —pregunto directamente.
—Eres especial, Cami —Roxana se inclina hacia mi oído—. Lo siento. Despiertas emociones en las personas. Las haces... responder.
Por un momento, me parece que sus ojos destellan en rojo, pero probablemente sea solo el reflejo de la luz del bar.
—Prueba el perfume —sugiere—. Potencia las habilidades naturales.
Dudosa, abro el frasco y aplico una gota en mi muñeca. El aroma me envuelve de inmediato: dulce, pero no empalagoso, con notas de flores exóticas y algo que recuerda el olor del ozono después de una tormenta.
Y de repente, siento un efecto extraño. Los sonidos se vuelven más nítidos, los colores más brillantes. Es como si pudiera ver auras apenas perceptibles brillando alrededor de las personas con sus teléfonos.
Mi cabeza da vueltas ligeramente, y noto que no puedo apartar la vista de esas extrañas luces.
—Un aroma increíble —digo, tratando de mantener la calma, aunque mi corazón late con fuerza.
—Se desarrolla de manera diferente en cada persona —Roxana me observa con una curiosidad depredadora—. En la Edad Media, se elaboraba con... ingredientes especiales que ayudaban a capturar almas. Ahora, por supuesto, todo eso es metafórico.
Editado: 17.12.2025