Un lobo en el bosque

13

En definitiva, Níveo estaba con algunos cambios emocionales o quizás este exagerando, claro que estoy siendo dramática es un cachorro en crecimiento y es normal que tenga algunos cambios en su conducta pero, ¿es normal que crezca tan rápido?

Fuimos de regreso al granero, relaje tiempo después el ceño que tenía en mi rostro para así fijarme con más detalle en el cuerpo de Níveo; este movía sus patitas con gracia, las cuales se dirigían directo al granero mientras su cola se movía de un lado al otro con lentitud, no se veía ansioso por regresar o solo estaba tranquilo.

Me acerqué para abrir la puerta, pude notar lo impaciente que se veía porque sin pensarlo dos veces entró y fue directo a las escaleras, yo iba pasos atrás de él y me detuve, creí que Níveo también lo haría, me coloqué  a su altura para poder tenerlo entre mis brazos pero, cuando bajé mi cabeza me conseguí con su ausencia.

—Y-yo creí que —mis palabras fueron interrumpidas por el sonido de unos rasguños en la parte de arriba dirigidos a la puerta de madera.

Oh. Eso pensé al ver a Níveo en la parte de arriba y con rapidez subi las escaleras.

—Ya no me necesitas para eso, ¿eh? —mostré una pequeña mueca que debería ser una sonrisa en mi opinión, debería sentirme feliz.

Níveo no escuchó mis palabras porque ni si quiera me dirigió una mirada solo entró a la habitación, generalmente lo cargaba ya que tenía piernas muy cortas y se le dificultaba subir pero, al parecer esto cambió.

Luego de unos segundos sentí el cuerpo de mi cachorro haciendo fricción en mi pierna y luego miré  como él volvió al mismo lugar que anteriormente estaba sentado, esperando que lo siguiera y fue así. Lo que pareció raro fue la reacción que tuve por su contacto, el cual mandó algunas corrientes en mi cuerpo que no sabía explicar un porque.

Me sentí rara por algunos segundos hasta que no le tomé  más importancia al asunto, me acomodé  en el suelo de madera sin importar las consecuencias porque quien sabe cuándo fue la última vez que limpiaron aquí.

Níveo no demoró para pegar su nariz cerca de mi rostro específicamente en mi cuello.

—¿Qué haces? M-me haces cosquillas —Su voz se escuchó débil.

El contacto de su nariz se sentía raro ya que estaba húmeda o quizás fría. Por un momento sentí mis piernas algo inquietas como reacción.

What.

Luego Níveo se alejó finalmente de mi cuello para así dar una media vuelta hasta acurrucarse a mi lado, muy cerca de mí.

Solté un suspiro ignorando aquellos sentimientos encontrados, es normal que tu mascota no respete el espacio personal.

La habitación quedó en silencio por unos segundos, observaba el techo mientras Níveo recostó su cabeza cerca de mi hombro.

—¿Sabes? Me has ayudado mucho desde que me mudé acá —Susurré—. Haces que mis días sean menos aburridos, Níveo.

Podía escuchar su respiración y sentir su cuerpo moviéndose con calma.

—No recuerdo la última vez que estuve triste, gracias por eso.

Solté un pequeño suspiro, así se debe sentir tener una mascota, ese pequeño sentimiento llamado felicidad.

—Te conté sobre Alyse; ella se ve que es una chica muy dulce, sé que puede ayudarme. Pronto hablaré con ella y me aclarará algunas de mis dudas.

Me quedé un rato con Níveo, él escuchó cada palabra con atención o, eso quiero creer.

Cuando bajé las escaleras pasé unos minutos con los demás; les cambié el agua y los alimenté.

Luego fui rápidamente a la cabaña y visualice el reloj, aún faltaba 15 minutos para su regreso, suspiré de alivio e hice mi rutina diaria; agarré mis agujas de tejer y con determinación fui acabando aquel tejido, no me di cuenta lo rápido que pasó el tiempo hasta que lo acabé.

—Por fin —Escuché que alguien dijo, dirigí mi vista hacia la cocina—. Te ha quedado bastante bien pero, ¿no es un poco grande?

Su voz sonaba con sospecha o quizás este siendo paranoica, esta siendo amable conmigo, es normal pensar así.

—Me gustan dos tallas más grandes —
Le expresé con una sonrisa cerrada.

—Entiendo. Que duermas bien — observé como subía las escaleras—. No te acuestes tarde, mañana tienes colegio.

Eso fue lo último que dijo antes de desaparecer de mi vista, sin darme tiempo de desearle lo mismo. Suspiré y estiré con mis manos el suéter, lo escanee para ver si tenía alguna imperfección o algún hilo suelto pero, todo se veía en orden, así que lo doblé para llevarlo a mi habitación.

Mañana será un día largo.


🍁
 

Agarré mi mochila y antes de irme de la habitación vi por última vez el suéter, el cual estaba ubicado en mi mesita de noche. Pensé por varios segundos y me devolví por el. Me levanté más temprano como siempre  para ver a Níveo, no me dió tiempo desayunar pero, mi estómago se sentía muy ansioso, tanto que no me daba señales de necesitar alimento.
 

También sostenía una nota en mi mano, porque la abuela Adelen no estaba despierta, aún. Eso me pareció extraño. Así que lo dejé en la cocina, la nota era breve le informaba que me fui temprano al colegio. Así que entré directamente al granero con un solo objetivo.
 

—¿Níveo? —pregunté en un susurro.
 

Y ahí estaba, al escuchar mi voz se levantó de inmediato y fue hacia mí. Estaba durmiendo junto a su peluche, que era mío. Se veía tan adorable.
 

—Hola, lindo. Adivina que te traje.
 

Como si entendiera mis palabras empezó a moverse de manera efusiva, me acomodé de rodillas en el suelo y empecé a sacar lo que traía en mi mochila, él acercó su nariz impaciente por saber lo que había dentro, no duró mucho con la intriga. 
 

—Espero que te guste.
 

Ladeó su cabeza y empezó a olfatear el suéter, sonreí cuando hizo eso, acomodé el tejido para colocarlo en su cuerpo y no se resistió, creí que vestir a tus mascotas sería complicado pero todo avanza muy bien, acomodé sus patitas por debajo de la manga y listo. Saqué mi celular y tomé una que otras fotos.
 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.