Un lobo en el bosque

22


Esperé que se hiciera de noche y escogí un horario donde Adelén estuviera completamente dormida para poder visitar a Níveo.

Preparé las cosas que llevaría en mi mochila y me dirigí al granero sin hacer el menor ruido.

Al llegar me conseguí con la imagen de Níveo recostado en su suéter gris pero, al escuchar el sonido de la puerta como otras veces se despertó de forma inmediata y se acercó a mí poniendo dos de sus patas delanteras en mis piernas como saludo.

—Hola pequeño, no tan pequeño —saludé de manera cariñosa mientras acaricié con la palma de mi mano su cabecita.

Como en respuesta Níveo se alejó de mí para dar una media vuelta en el suelo y yo sonreí como reacción.

—¿Puede venir Neithan? —pregunté con curiosidad mientras me acomodaba en el suelo.

Observé como Níveo ladeó la cabeza y pude darme cuenta que hizo una pequeña asentimiento con su cabeza antes de irse a un rincón lejos de mi vista.

—¡Jenny! —escuché una dulce voz detrás de mí, no era necesario pensar demasiado para saber a quién le pertenecía.

Mi cabeza no se movió, solo espere que apareciera, aún no sabía como funcionaba todo y no estaba completamente segura si al cambiar de forma aparecían con ropa o no.

—Hola, Neithan —saludé al momento de verlo en mi campo de visión junto con su suéter gris.

Noté una sonrisa salir de su rostro al verme, eso también me hizo sonreír; la alegría que emanaba en su rostro lo hacia ver tierno.

Tomó asiento en el suelo de tal modo que nos veíamos de frente, entre mis piernas tenía mi mochila y antes de sacar lo que traía la curiosidad pudo más para mí.

—Neithan, cuando ustedes se vuelven a transformar en humanos, ¿Aparecen desnudos? —pregunté de manera baja, como si fuera el mayor secreto de todos y solo estábamos él y yo.

Cuando pronuncié esas palabras pude ver el pequeño sonrojo que se fue acumulando por las mejillas de Neithan y como bajó la mirada por unos segundos para responder viéndome a los ojos.

—Depende; porque nosotros tenemos el poder de hacer eso pero, necesitamos tener el control de nuestra propia mente para ejecutarlo. Mamá podía hacerlo. Actualmente yo no puedo.

Escuché como lo último lo dijo en voz baja y con algo de vergüenza en medio pero, no seria algo malo si preguntaba otra cosa referente, porque ya avergonzado estaba. ¿No?

—No entiendo. ¿Cómo funciona?

Hubo un pequeño silencio para luego escuchar su voz y respondió:

—Nosotros tenemos el poder para transformarnos en lobos; sabes que eso conlleva un largo tiempo para desarrollar nuestra parte animal, entonces cuando hacemos esto, tenemos el poder mental para destrozar la ropa o para llevarla con nuestro lado humano pero, es algo que se tiene que hacer rápido y esto no es capaz para personas recién transformadas, aunque, depende de la persona y su control mental consigo mismo.

Escuché atentamente las palabras de Neithan y simplemente wow. ¿Cómo podía saber todo eso? ¿Acaso los preparaban para cada situación? O ¿Hago preguntas estúpidamente obvias?

—Entonces. ¿Cómo logras que el suéter siga con vida? —pregunté sin aún entender.

Neithan frunció el ceño ante aquello que mis labios pronunciaron para luego responder como si fuera lo más obvio del mundo.

—Me lo quitó antes de transformarme.

Cuando escuché eso me sentí como una idiota, había creado otra teoría como por ejemplo; él podía ser capaz de controlar su propia mente en ese ámbito.

—Ah, claro.

Después de esa pequeña conversación empecé a sacar el paquete de ropa interior y se lo mostré.

—Pensé que lo necesitarías —expliqué restándole importancia para no cambiar el ambiente tranquilo a uno incómodo.

Le lancé el paquete después de decir eso, él logró atraparlo con sus manos y le dió una pequeña mirada.

—G-gracias, Jenny —logré escuchar decirle. No se atrevía a mirarme a los ojos así que decidí dejarle su comida para luego levantarme e irme junto con mi mochila.

—Buenas noches, Neithan.

Cerré la puerta sin esperar respuesta y solté un pequeño suspiro, en ese momento él necesitaba privacidad y era entendible.

Bajé las escaleras, observé a las cabras y les di alimento como de costumbre para luego irme a dormir.

 



 

Até con mis manos la caperuza roja para prepararme para salir, ya que Adelén había regresado en la mañana, justo a tiempo para el desayuno y ahora me tocaba a mí.
No hablé mucho con ella; le di los buenos días, desayunamos en silencio y observé como se retiró a su cuarto sin decirme nada.

Cargaba con el recipiente el cual contenía las botellas de leche y lo sujetaba con mi brazo, esperando que este fuera lo suficientemente fuerte para soportar el peso.

Empecé a caminar por el bosque dirigiéndome al pueblo, el cual tardé varios minutos en llegar. Caminé mientras observaba posibles compradores pero, algunos hacían sus labores y no prestaban atención a mis ventas.

Tiempo después vi como una señora se me acercó con intención de comprarme, esta tenía el cabello negro y era una mujer de bonito parecer para mí, con mi otra mano desocupada saqué la botella y se la entregué, luego ella me dió el dinero el cual guardé en mi caperuza, creí que eso sería todo pero la señora me habló.

—Linda caperuza. ¿Eres nieta de Adelén? —me preguntó con curiosidad.

La observé por varios segundos y pude notar la pequeña sonrisa cerrada que formaba su rostro para responderle:

—Gracias y sí, lo soy.

Le devolví con algo de incomodidad la sonrisa.

—Silea, un gusto.

Escuché aquel nombre salir de sus labios y me pareció algo extraño, ya que nunca había escuchado alguno parecido.

—Jenny, igual —repeti, me regaló una última mirada para luego irse por un callejón cercano.

Así estuve por varios minutos tratando de vender aquellas botellas hasta que solo me quedó una y decidí ir a una panadería, la cual me resultaba peculiar.




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