Un Loco Amor Tóxico.

Siete: La esperanza es lo último que se pierde.

 

 

No. No maté a mi director si eso es lo que todos piensan. Tengo mi coartada. Pero nadie me cree, recibiendo un golpe para no ser escuchado. Mi cabeza reposaba sobre la mesa. La habitación era fría, estaba solo, aunque estaba acompañado del silencio sepulcral. Mis muñecas estaban decoradas con unas esposas. Hundido en mis pensamientos, escucho como la puerta se abre pero no elevo mi cabeza hasta sentir un impacto sobre la mesa haciendo que sobresalte.

— Levántate-el mismo sujeto que me golpeó, está interrogándome, qué genial-veamos-toma asiento frente a mí y fue ahí cuando decido observar con delicadeza la habitación. Había un espejo enorme junto a nosotros y solo estaba la mesa en medio de la habitación-¿Ya lo recuerdas?-intento acercarme para ver qué es lo que coloca sobre la mesa, pero olvidé que estaba esposado a la silla también-no tienes que acercarte demasiado, se ve bien de ahí-estiró mi cuello hacía la mesa y lo que vi hiso que cierre mis ojos. Fotografías del director. Su sangre, el arma homicida, sus extremidades por toda su oficina-No creo que hayas tenido esas mismas expresiones cuando lo mataste. Lo apuñalaste hasta cansarte-no podía decir nada sin mi abogado. No quería hablar-los forenses le hicieron la autopsia y lo apuñalaste 53 veces. Qué descarado que eres.

— ¿Cuándo llegará mi abogado? ¿Lo ha llamado?

— Oficial Korl, lamento la demora-un chico joven de al menos unos 20 años entró a la sala interrogativa interrumpiendo mi santo juicio.

— ¿Por qué la tardanza?-quien se supone que es el Oficial Korl, se pone de pie reprendiendo a quien creo que es su colega.

— Lo lamento señor, había mucho tráfico…-no lo dejó terminar y comenzó a patear sus piernas. Su acción me tomó por sorpresa.

— ¿Crees que puedes llegar tarde cuando quieres? Estamos con algo importante…

— Oye, oficial-capto la atención de ambos-no tendré voto ni derecho a hablar en este momento pero ¿Está loco? No puedes tratar a sus colegas como si fueran sabuesos.  

La habitación quedó en silencio por un largo tiempo. El oficial miró a su colega y movió su cabeza bruscamente en señal de que se vaya. Toma asiento nuevamente frente a mí y me enseñó una bolsa sellada. Es el arma blanca que usaron para matar al director. La vi en la fotografía que me enseñó, pero no la vi de cerca.

— ¿Reconoces ese símbolo?-parecía ofendido por lo que había dicho que había cambiado su tono de voz. Uno más sereno, más tranquilo y menos autoritario.

Observé de cerca el pequeño dibujo que tenía el cuchillo. Era un símbolo del signo zodiacal Aries. Era muy similar a la letra “V” de Verónica. Ese mismo símbolo tenía la navaja con la que me apuñaló. Recuesto abruptamente mi cuerpo sobre la silla. No puedo creer que caí sobre la trampa que me tendieron. Pero ¿Quién lo hizo?

— Espere ¿Tiene las cámaras de la oficina del director?-interrogo sin pensarlo dos veces.

— ¿Ahora cambiamos de roles? ¿Yo maté al director y tú eres el policía?

— Hablo enserio, yo juro que no asesiné a nadie. Tengo una coartada. Sé que no puedo hablar sin mi abogado, pero yo estaba con un colega del hospital en donde trabajo y estuve con mi paciente todo el día. Estaba cuidándola porque ese sujeto la drogaba para abusar sexualmente de ella, por favor créame-cerró su carpeta soltando un suspiro profundo.

— ¿Y por qué te preocupas tanto de tu paciente? ¿Por qué tu colega se hizo cargo de tu paciente? No tiene sentido lo que me dices.

— Le estoy diciendo que alguien abusó de una chica que tiene problemas mentales ¿y es lo primero que dice? No puedo creer lo patético que es.

— Mira muchacho, mataste a este hombre y hay testigos, no puedes decir que no lo mataste. En unos minutos llegará el guardia para transportarte a la prisión.

— ¿Ni siquiera voy a ser juzgado?-me quejo. No puedo ir a la cárcel, mi madre…mi corazón al pensar en ella. No he ido a visitarla en todo este tiempo.

— Lo serás, pero no haremos un juicio. El juez estará en persona contigo. La familia del director quiere mantener en secreto que murió y más por un asesinato-colocó sus cosas debajo de su brazo y desapareció.

Esto no puede estar pasando. Es muy injusto ¿Quién demonios me inculparía y más en algo tan serio? Pueden darme hasta cadena perpetua.

Reposo mi cabeza sobre mis manos esposadas y cierro mis ojos. Necesito saber quién carajos me inculpó y cumplió con su objetivo de llevarme a la cárcel. Aunque aún no estoy encerrado.

 

***

 

Ahí estaba yo. Frente al camión que siempre odié. Siempre juzgué. Odio a los delincuentes y me prometí que nunca en mi vida haría algo que perjudicaría mi vida o mi imagen, aunque eso se jodió con Verónica.

Los prisioneros empujaban y me pisoteaban cada cinco segundos. Mi paciencia es algo de admirar pero en ese momento también se me puede acabar.

— Vamos, muévanse-los guardias apuraban el tráfico, cuando uno de ellos quiso escapar y lo tuvieron que detener con un Taser. No me imagino lo estresante que debe ser trabajar de esto. Yo ya hubiera renunciado.

— Cuidado por donde caminas, marica-alguien choca mi hombro y desaparece subiendo al camión.

Luego de unos segundos subí. Agradecí internamente que tengan cadenas amarradas. Ahora entiendo el por qué nunca ocurrió algo grave dentro. Tomo asiento al final y un guardia me sigue hasta que yo tome asiento para colocarme unas cadenas en mis piernas y trabarlas con un pequeño candado plateado. Se va y yo cierro mis ojos, para pensar lo que me puede esperar. Sin darme cuenta me dormí por al menos treinta minutos. Y otra vez nos hacen bajar pero esta vez nos dejan encadenados. Esto es una mala idea. Mi corazón comenzó a acelerarse por miedo. Sí. Estaba muy asustado. Sentía que podían apuñalarme, ya lo habían hecho, pero aún duele. Estábamos todos encadenados y juntos. Nos separaba, al menos, cincuenta centímetros de distancia. Nuestros pasos eran lentos, pero sincronizados, dándome más miedo.




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