Un Loco Amor Tóxico.

Once: Pura Aflicción

 

Nunca antes había tenido tantas sorpresas en una misma noche, ni siquiera en alguno de mis cumpleaños. Pero este día, en dónde el mundo se enteró que soy un fugitivo, y lo único que hago es escapar, me entero que mi colega es un millonario. Y no uno de los bueno.

Mi mirada no se despega de la de Lila en este momento. Ella estaba en estado de shock. Unos minutos luego de haber llegado al sospechoso lugar, Lila no ha dejado de temblar. Sus manos cada vez temblaban más y más, al igual que sus piernas y su mirada expresaba el miedo que sentía.

— Realmente necesito la medicina de Lila-le confieso a Ralph a unos centímetros para que solo él me escuche.

— Ven conmigo-dejando al extraño hombre atrás, nos encaminamos a una puerta en la cual también tenía una cerradura eléctrica.

Al adentraron mi corazón se detuvo. Había un laboratorio a muy bajas temperaturas. Ralph dice algo, pero no le presto atención. Estaba muy concentrado en su laboratorio. Todo estaba tan limpio, tan ordenado, tan impecable que mis sospechas comenzaron a crecer.

— Aquí está-me entrega las mismas píldoras que le doy a Lila cada día. No entiendo cómo es posible que él las tenga-solo…no preguntes.

Le hago caso y camino hacia donde estaba mi paciente. Bajo las escaleras, para llegar a la habitación en donde estaba. Rápidamente puedo verla dormida sobre la cama. O tal vez desmayada. Me acerco a ella para tener de respuesta que se quedó dormida.

Tomo asiento junto a ella, para luego recostarme a su lado, observándola. Su boca estaba levemente abierta. Sus ojos estaban un poco hinchados, junto con su nariz roja. Ella odiaba sentirse así, se siente tan vulnerable que su llanto la domina.

En un intento de tocar su rostro, abre sus ojos repentinamente tomándome por sorpresa. Su respiración se aceleró en unos segundos y sus orbes se cristalizaron, dejando caer lágrimas sin control.

— Ayúdame. Me va a matar-arqueo mis cejas incorporando nuestros cuerpos-no puedo respirar.

— Lila, debes tranquilizarte-la recuesto de nuevo, colocando sus brazos cruzados en su pecho. Me costaba un poco verla así. No me sentía bien al saber que la persona que amo se siente de esa forma, teniendo esas dificultades. Sé que puedo ayudarla, pero por desgracia su tratamiento no es de semanas o meses, sino de años. Algo que no me ha contado, le hiso despertar ese demonio interior-quiero que te imagines un parque de atracciones-ordeno tomando sus manos para que se sienta más segura.

— Nunca he ido a uno-agacho mi cabeza, lamiendo mis labios.

— Quiero que me cuentes, qué es lo que te hace feliz-abre sus ojos para clavarlos en mí.

— Tú-quería abrazarla. Una sonrisa invade mi rostro, pero se desvanece al recordar que ella aún tenía ese ataque de pánico.

— Imagina la primera vez que nos conocimos-ordeno, recordando yo también.

— La primera vez que te vi, fue cuando fuiste a mi habitación para darme una medicina de frutilla-me sorprende su gran memoria-ese día estaba pensando en mis padres y mis hermanos-sabía que le costaba mucho hablar de eso, pero por una extraña razón su ataque se iba desvaneciendo como por arte de magia-estaba pensado en por qué mis padres me habían abandonado en ese hospital. Mi padre fue el que dio la idea, mi madre no la aprobó porque ella también está loca…-sus palabras sonaban como un poema sin ningún sentimiento de tristeza. Mantenía sus ojos cerrados como si estuviera recordando lo que pasó-mis hermanos no les importaron lo que quería y solo apoyaron la idea de mi padre, porque les daba dinero cuando estaba ebrio, que era la mayoría del tiempo-una sonrisa se escapa de sus labios, una sonrisa llena de dolor.

— Sé que te cuesta hablar de esto…

— No es así-se incorpora interrumpiendo mis palabras-solo que estoy consciente de lo que fue mi vida o lo es.

A veces pienso que las personas “locas” son las que ven completamente la realidad del mundo. La ven de una forma diferente a la nuestra y nosotros solo vemos un espejismo de lo que realmente pasa.

— Puedo hablar de eso. Puedo hablar de mis padres sin ningún remordimiento-aun con mis manos sobre las suyas, la obligo a ponerse de pie.

Ella abre su boca para hablar, pero se lo impido rodeándola con mis brazos. A los primeros minutos no reaccionó, pero luego los sollozos se apoderan de ella. Mi corazón duele al escucharla llorar. Sé que todo es muy difícil por su estado mental y es por eso que quiero ayudarla en lo que pueda. Suelto un suspiro pesado para luego acariciar su cabello.

Me alejo de ella entregándole su píldora y, secando sus lágrimas con la palma de su mano, la toma con su mano libre.

— Ya vuelvo-beso su frente. Giro el picaporte de la puerta para salir y cerrarla a mis espaldas. Recuesto mi cabeza sobre la puerta unos segundos intentando pensar. Odio verla así. Sé que siendo su doctor, no debo sentir ningún sentimiento hacia ella. Agradezco que en la extraña situación en la que estamos. Porque normalmente si un doctor tiene algún sentimiento de más hacia su paciente, inmediatamente debe ser trasladado a otro consultorio para ser atendido por otro psicólogo o psiquiatra. En este caso, soy el único que puede tratar a Lila. Quiero ser la única persona que pueda ayudarla.

— Oye, Miller-me sobresalto ante su repentina aparición-¿Cómo está Lila?

— Ya logró calmar su repentino ataque, ahora solo debe tomar la píldora-le informo-aún no puedo olvidar cómo su mirada azulada me observaba con miedo.

— ¿Mirada azulada?-mi semblante se torna serio al darme cuenta que pensé en voz alta-¿Sus ojos no son de color verde?-ladeo mi cabeza sin entender a qué se refiere. Niego con mi cabeza-cuando estábamos en el hospital, que se secuestramos…-se ríe al recordar-les pregunté a las personas que estaban allí si habían visto a una chica con sus ojos verdes. Tal vez por eso ninguno me dijo en dónde estaba, porque sus ojos son azules-ambos reímos. No puedo creer que haya confundido sus hermosos ojos azules por unos verdes-bien Miller, me iré a dormir-golpea levemente mi hombro para irse sin esperar una respuesta de mi parte.




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