Un lugar en el mundo #1 (2013)

CAPÍTULO 6

Ya estaban en el parking del hospital, ninguno de los dos habló desde que dejaron la habitación, los dos estaban molestos. Lucía estaba enfadada porque no entendía por qué Álex se había portado de aquella manera con su mejor amigo. Y él estaba enfadado porque no comprendía el por qué tenía su amigo que ayudar a Lucía. No le gustaba nada esa cercanía que ellos tenían.

—Este es el coche—dijo él con una voz cortante.

—Vaya pensaba que se te había olvidado hablar—comentó Lucía irónicamente.

—No, no se me ha olvidado, simplemente no me gusta hablar cuando estoy molesto. No quiero que se me escapen palabras que no debieran.

Lucía no dijo nada, se limitó en subir al coche, y cerrar la puerta de un portazo antes de que él se la cerrara. Álex hizo lo propio, se montó en el asiento del conductor arrancó en coche y salieron del aparcamiento.

Ya llevaban un rato circulando por la ciudad, Lucía se sentó en el asiento trasero, con lo cual, Álex la podía ver por su espejo retrovisor. Con todo el jaleo, no se había dado cuenta del aspecto que tenía Lucía. Estaba muy guapa con ese vestido y con ese maquillaje tan sencillo, pero a pesar de eso se le notaban aún las heridas de su cara. Notó que su pelo castaño había desaparecido ¿Cómo lo habría hecho? Le sentaba realmente bien, pero estaba demasiado enfadado como para decírselo.

—No me mires más por el espejo, nos vamos a estrellar—dijo Lucía con un tono de voz que decía que aún estaba molesta—Si quieres mirarme yo te regalo una foto. Es más, si quieres te la dedico y todo.

—No te estaba mirando a ti, estaba mirando a los coches de detrás. No eres el centro del universo—se dio cuenta de que Lucía bajó la cabeza y se miró las manos «He metido la pata, otra vez» se dijo a sí mismo—Lo siento no debería haber dicho eso ¿Ves cómo es mejor que no hable cuando estoy enfadado?

—Es que no sé por qué estás enfadado. A lo mejor no es asunto mío, pero creo que podrías confiar en mí de vez en cuando.

—No estoy enfadado contigo, sino conmigo mismo. Y no me preguntes el motivo porque ni yo mismo lo tengo claro.

El edificio estaba en el centro de la cuidad, era un edificio aparentemente moderno, parecía un rascacielos de esos que Lucía había visto en las revistas, estaba muy impresionada y muy emocionada. Se metieron en el garaje del edificio y estacionaron el coche.

Después Álex, esta vez sí, ayudó a Lucía a bajarse porque le era más difícil bajar que entrar en el coche. Le abrió la puerta, y una vez que ella se desabrochó en cinturón de seguridad, se agarró a su cuello y él la sujetó de sus costados con cuidado, la sacó del coche. Ahí estaban los dos frente a frente, mirándose a los ojos, otra vez sintieron la corriente de la primera vez que se tocaron, cuando ella despertó y se presentaron. Aquello era totalmente diferente, se perdieron uno en los ojos del otro, Álex podía sentir su perfume y se embriagó de él, ella en cambio todavía seguía perdida en su mirada, en las pequeñitas arrugas que se le notaban por bajo sus ojos, en el tacto de su cuello. Su corazón le dio un vuelco y su cabeza le dijo que tenía que salir de allí antes de que fuera demasiado tarde.

—Creo que ya me puedes soltar, caminar sí que puedo, no muy rápido, pero es un buen comienzo—Lucía sonrió para quitarle hierro al asunto, a Álex aquella sonrisa se le grabó en la mente.

—Sí claro, tómatelo con calma, pero no podemos estar aquí todo el día.

Ambos caminaron hasta el ascensor, Álex pulsó el número seis, era allí donde estaba su casa. Cuando el ascensor se detuvo, ambos se dirigieron a la puerta dos, Álex la abrió y entraron.

—Bienvenida a casa Lucía—le dijo Álex subiendo las persianas—Perdón por el desorden, te prometo que no siempre está así, de verdad. Es que últimamente no he tenido tiempo para nada.

—Doc, no importa, sabes de dónde vengo y aunque esto fuera una pocilga, que no lo es en absoluto, yo estaría encantada, no te preocupes por eso.

La casa estaba un poco desordenada, pero no estaba sucia ni mucho menos, en la entrada tenía una mesita con una especie de cuenco para dejar las llaves, a su derecha había dos ventanales por los cuales entraba la luz del sol. A la izquierda, se encontraba la cocina y una barra americana que separa la propia cocina de la sala de estar. En ella había un sofá, una mesita de café y una televisión enorme. Al lado de la televisión, había una puerta que llevaba a las habitaciones, a un baño y una pequeña terraza, allí se encontraban la lavadora, la secadora y todo lo que tenía que ver con la limpieza.

Volvieron a entrar y Álex le indicó la que sería su habitación. Era enorme y tenía un ventanal desde el que se podía ver media ciudad. Las paredes estaban pintadas en color vainilla y la cama era tipo dosel, tenía una colcha de un tono más oscuro del de las paredes, también había una cómoda y un armario de color cerezo. «Parece la habitación de una princesa» pensó ella.

Mientras Lucía recorría la habitación, Álex la observaba desde la puerta, parecía una niña pequeña el día de navidad al ver sus regalos. No sabía por qué le hacía tanta ilusión verla contenta y que todo le gustara tanto. Lucía se volvió hacia él.

—Es todo muy bonito, la verdad no me lo había imaginado todo así, es perfecto, simplemente perfecto. Te prometo que no te estorbaré durante el tiempo que esté aquí. Muchísimas gracias por darme la oportunidad de volver a ser una persona de verdad.




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