Un lugar en el tiempo

CAPITULO 5 LA VIDA TE DA SORPRESAS

El tiempo transcurría inexorable y cruelmente para los mortales, como si fuese la espada de Damocles, amenazante y tirana.

La gitana me miro con ojos asombrados esperando saber cómo terminaba la historia, pero yo no estaba de humor para continuar.

_Creo que esa es razón suficiente para un viaje: un amor, un hijo y un enemigo _le dije con desprecio _Me parece que ya abuso mucho de su suerte y debe imaginar que puedo llegar a ser…impredecible. Usted me entiende bien.

_Por supuesto. El domingo nos vemos en el cementerio .Habrá luna nueva y el viaje será propicio pero recuerde que la fecha de retorno a su tiempo tiene un desfasaje de veinte años. _me recordó la mujer.

_Está más que claro. Respecto al precio, usted fíjelo y no habrá problemas. A estas alturas debe saber que estoy dispuesto a dar lo que sea.

_Ya me ha pagado con creces. Una historia verdadera vale más que cualquier cosa material, despreocúpese.

-Pensé que deseaba mi anillo _murmure mientras giraba la argolla de oro en mi dedo.

_No hace falta. Nos vemos entonces el domingo_ y sin decir agregar nada se fue.

Aun quedaban unas horas hasta el amanecer y pensé que sería un buen momento para pasear por el puerto, de modo que me puse en marcha. Baje al garaje y subí al auto, una cupe Torino azul del 74 que había comprado durante mi permanencia en Santiago del Estero. En ese entonces tenía una pequeña empresa dedicada a instalar pozos de agua en zonas donde no llegaba la red estatal. Fueron años tranquilos en los que un grupo de fieles obreros hacia un trabajo agotador bajo el ardiente sol norteño. Lamente tener que retirarme de allí pero mi falta de envejecimiento podía levantar sospechas, aun luego de haber cambiado de corte de pelo, bigotes o barba, de modo que simule mi muerte y deje un testamento con instrucciones especificas. Se formaría una sociedad que incluía a mis mejores empleados como propietarios de la misma y, de esa forma, sus familias tendrían un futuro asegurado mientras yo viajaba a Europa para iniciar una nueva vida.

Conduje por el centro y recorrí avenida Corrientes mientras observaba las marquesinas luminosas y a los peatones despreocupados, charlando, y riendo. Luego de dar un par de vueltas sin rumbo fijo, termine en el puerto. Apague el motor del Toro y permanecí en silencio, solo con mis recuerdos, fantasmas crueles que me acompañaban eternamente. Tenía un hijo que llevaba mi nombre y que se parecía mucho a mí, aunque había heredado los ojos de su madre, grandes y profundos. “Había” tenido un hijo, que al igual que su madre y su abuelo descansaba en el cementerio de la Recoleta. Un hijo que no había visto nacer, crecer o casarse. Un hijo al que no había educado, un hijo que me creía muerto, un hijo al que yo había sobrevivido de forma antinatural. Un muchacho alto, fuerte, de buen carácter, firme pero generoso, increíblemente realista y para nada ambicioso, eso lo había heredado de Analia porque mi arrogancia y mi avaricia me habían llevado por un camino sin retorno.

Pensé en todas las posibles vidas que hubiera tenido tantas veces que me resultaría imposible numerarlas .Sin embargo era consciente que nada lograría con semejante perdida de tiempo. Aquella situación me estaba llevando al límite y tenía miedo de volver a caer en la tentación con tantas almas dando vuelta a mi alrededor, tantas posibilidades, tantos aromas y sabores. Pero aquello era asunto superado y si iba a iniciar el viaje debía estar más fuerte que nunca, más convencido de hacer lo correcto porque de otra forma no habría acercamiento posible. ¿Cómo lograría estar a su lado sin “pensar en aquello”?

Finalmente regrese a casa intentando disipar los antiguos fantasmas aunque el rostro envejecido de Analia y su dolor evidenciado en sus palabras eran una estaca clavada en mi pecho. Sabía que los arrepentimientos no eran solución alguna pero no podía evitar preguntarme como hubiera sido mi vida de no concurrir al encuentro con Miguel. Pero un nombre no encajaba en la ecuación ¿Qué papel jugaba Ladislao en todo esto?

Ladislao había sido un hombre tosco, trabajador incansable, de pocos amigos y pocas palabras. Entonces ¿Cómo había conocido a Miguel? De ser así, por que no había caído en sus garras ¿Por qué yo y no él? ¿Conocía a Analia? ¿Sabía donde vivía?




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