Un lugar en el tiempo

CAPITULO 11 MI HIJO

¿Cómo sobrellevar la angustia, las ansias y el deseo? Eso pensaba yo en medio de un escenario inesperado. El sastre llego y volví a vestirme con mi viejo estilo. Me sentía muy cómodo, como si antes, en el siglo XXI, hubiera estado usando prendas que no me eran propias. También llego la señora de la limpieza que dejo la casa con un agradable aroma a flores recién cortadas, agua fresca en un jarrón de cerámica, frutas frescas sobre la mesa de la cocina y pan y queso de cabra. No podía decirle que todo aquello no lo comería sin parecer sospechoso o desagradecido, por lo que supuse que la mejor opción era encontrar algún muchacho necesitado y ofrecérselo todo, sin que nadie lo advirtiera, por supuesto. Las horas transcurrían lentamente de modo que me puse a buscar algún libro en la biblioteca para entretenerme y esfumar mi ansiedad. Me hubiera gustado salir a cazar pero necesitaba oscuridad y no disponía de tiempo suficiente. El ardor en la garganta, los aromas de los humanos con los que convivía, como el sastre que olía a oxido y menta o la señora de la limpieza con aroma a frutas y carne cruda, me hacían dudar. Habia aprendido a dominar mis instintos y permanecer rodeado de personas, pero los instintos siempre estaban a flor de piel. Un depredador nació para comer al más débil y yo era uno de ellos, y uno muy peligroso porque me movía dentro de su mismo circulo.

Tantas preguntas sin respuestas aun. ¿A quién se parecería? ¿Qué concepto tendría de mí? ¿Me odiaría por mi abandono? Yo desconocía su existencia y lo último que hubiese querido en la vida, era lastimarlo o lastimar a su madre. La vida me había llevado por un camino escabroso e inesperado, inimaginable para mí y muy difícil de creer para una mentalidad tan cerrada como la del siglo XIX.

Finalmente la hora llego y me dirigí a la casa de doña Genoveva. Pude escuchar voces conversando amenamente, una charla agradable con voces femeninas y solo una masculina. Una muchacha me acompaño hasta donde se encontraban las personas en cuestión. Escuchaba a la distancia el latir de tres corazones, uno más lento y cansado y los otros dos, jóvenes y vigorosos. Mi anfitriona hablaba con una joven muy singular, una mujercita pelirroja, menuda y de piel blanca. A pesar de no parecerse a Genoveva, evidentemente era su nieta. La abuela sonreía satisfecha y se puso de pie al notar mi presencia.

_Señor Fuentes, veo que no olvido mi invitación.

_Por supuesto que no_ y salude cordialmente a ambas damas.

_Permítame presentarle a mi nieta, la señorita Catalina_ dijo orgullosa la anciana.

_Un placer, señorita. Su abuela me ha hablado mucho de usted.

La joven se sonrojo y me dijo:

_Espero que hayan sido cosas buenas, señor Fuentes.

_Las mejores, señorita. Las mejores ._agregue cordialmente.

_Y ahora le presento al señor Mateo, el prometido de Catalina.

Habia intentado no verlo a la cara para no parecer desesperado pero había llegado el momento de ver a mi hijo frente a frente. Le di la mano y me respondió el gesto con firmeza, claro que había tomado la precaución de usar guantes para evitar el contacto con mi fría piel. Era un hombre alto de cabello castaño y ojos café, muy parecidos a los de su madre, con mirada decidida y un gesto cordial .De espaldas amplias y piernas largas como las mías. Tanto tiempo había esperado por este momento, tantos años anhelando ese encuentro y finalmente tenía lugar allí. Sentía unas ansias de abrazarlo, de pedirle perdón, de decirle que jamás hubiera podido abandonarlo por propia voluntad, que me hubiera gustado verlo dar sus primeros pasos, sus primeras palabras y tantas cosas más de las que me había perdido. Sin embargo allí estaba, disimulando las ganas de estrecharlo entre mis brazos y confesarle el gran orgullo que sentía.

_Un gusto, señor Fuentes. Ha causado una gran impresión en la señora Genoveva, y mire que no es una mujer fácil de conmover_ añadió con una gran sonrisa_ Tome asiento.

_Muchas gracias. Me contaba la dama aquí presente que tiene una estancia cerca de aquí.

_Si, la administro junto con mi madre.

Esas palabras resultaron un puñal en el corazón. Sabía que iba a tener noticias de Analia pero jamás imagine que las cosas se darían con tanta fluidez.

_ ¿Como se llama la estancia?_ pregunte disimuladamente.

_ “La querencia”- respondió con orgullo.

_Un nombre muy bonito _ por supuesto que conocía el nombre del establecimiento pero no quería ir directo al grano por lo que debía parecer una charla casual.

_Era de mi abuela, luego de mi padre, posteriormente de mi madre y mía. Enviamos ganado a Inglaterra desde hace tiempo y, gracias a Dios y a un arduo trabajo, ha crecido mucho.

_Se ve muy satisfecho.

_Por supuesto. Mi padre retomo el negocio antes de casarse con mi madre y luego lo continúo ella hasta que tuve edad suficiente para ayudarla.

_Supe que su padre desapareció misteriosamente. Espero no pecar de entrometido_ inquirí para saber que concepto tenia de mi.

_Para nada. Es vox populi que un día se fue para no volver, hecho que aun hoy es comentado a mis espaldas.

_Parece no sentirse afectado por lo ocurrido.

_Para nada. Yo no lo conocí así que no tuve relación alguna con él, tal vez si lo hubiese recordado mi sentir sería diferente. Además no vamos a ser hipócritas: la gente siempre busca algo de qué hablar, sobre todo aquellas personas que no tienen nada que hacer más que estar pendientes de la vida de los demás. Mi madre jura que no se fue por propia voluntad y que ponía las manos en el fuego por él. ¿Quién soy yo para cuestionar a mi madre? Si ella esta tan convencida de eso, yo no tengo derecho a cuestionármelo.

_ Un hecho muy cierto. ¿Cómo es su madre, si se puede saber?_ ahí iba la pregunta que tanto deseaba hacer.

_La mejor mujer que he conocido en mi vida, incluyendo a las damas presentes que son dos personas muy afables. Admiro de mi madre su entereza ante la adversidad, sus ganas de superarse y de aprender. Me decían que antes era un espíritu inquieto, casi indomable pero la vida la golpeo duramente y supo sobreponerse.




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