“El corazón tiene memoria”
La visita del señor Fuentes resulto de lo más agradable. Recorrimos la estancia, le presente a algunos de los peones aunque cuando estrecho manos con Ladislao se noto un cierto aire de tensión, como si fuesen viejos conocidos con algún tema pendiente. Se mostro satisfecho y hasta podría aventurarme a sostener que un tanto orgulloso. Era bueno el tener a alguien que valorara los logros con tanto entusiasmo. Me dio un par de sugerencias muy acertadas y conversamos un largo rato.
Respecto a mi madre, hacía tiempo que no la veía tan bien. Se mostraba extrovertida, y hasta podría decirse “divertida”, algo muy extraño para mí. Indudablemente la presencia de mi invitado había despertado algo en ella que yo desconocía. Así las visitas se fueron repitiendo con mayor asiduidad. Algunas veces en la estancia, otras veces en la ciudad. El señor Fuentes, José, como me dijo que debía llamarlo, también disfrutaba de nuestra compañía y hasta doña Genoveva auspiciaba de Celestina .Creí que era la oportunidad para que mi madre volviera a ser feliz, por lo que una noche me anime a comentarle:
_La presencia del señor José te causa un gran impacto, madre. Es como si volviera a verte joven…no es que no lo seas, sino que te noto más favorecida y a veces pienso que hacía mucho tiempo que no te veía así.
_No puedo explicarlo con palabras, hijo. Es un hombre cortes, galante y gentil, pero sin lugar a dudas no es tu padre y nunca podrá ocupar su lugar, si es lo que te preocupa.
_No, no quise decir eso. Es solo que te veo distinta…más feliz si pudiera decirse.
_ No sé cómo expresarlo. Es como si hubiese despertado de un largo sueño y no le encuentro explicación racional. Es bueno saber que estoy viva…no sé si me doy a entender. Por supuesto que vivo pero, a veces creía que estaba sumergida en tinieblas, con una carga muy pesada de llevar y ahora eso se fue…se esfumo y no se por que, pero es así.
_ Mientras que seas feliz lo demás es puro cuento. Lo que no desearía es que te crearas falsas ilusiones porque no soportaría verte sufrir.
Mi madre se levanto de su asiento, me tomo ambas manos y me dijo con ternura:
_Gracias. Gracias por tu cariño, por tu comprensión, por tu paciencia y por ser como sos. No necesito nada más en la vida. Esto no es un enamoramiento ni nada por el estilo. Simplemente creo que deje atrás un gran peso. No sé cómo ni por que pero es así. Quedate tranquilo, Mateo. Tu padre es irremplazable en mi corazón.
_Yo no lo conocí, madre. Confió en tus palabras y también estoy seguro que no se fue de motus propio, que algo importante y terrible debió suceder, que nadie se esfuma así porque si. Respecto a nuestro invitado…
_Nada, solo es un buen amigo y nada más. Alguien de mi edad con quien conversar, que me entiende y eso ya es decir mucho. Pocas personas saben escuchar y no juzgar.
_Me parece bien, madre. Solo deseo que no sufras. Eso es todo.
_No te preocupes. Es como si nos conociéramos desde antes, de otra vida. Es una ridiculez pero así me parece. Es una sensación extraña pero es como si tu padre hubiese regresado a casa luego se un largo viaje. Si el entrara por esa puerta hoy, no le recriminaría nada porque su regreso no tendría precio para mí. Por supuesto que quisiera saber que paso, pero ha pasado tanto tiempo, tantas cosas, que no tendría sentido volver sobre mis huellas. Es un asunto superado y he demostrado ser fuerte y capaz a lo largo de todos estos años. Aprendiste a ser un buen hombre, alguien de quien me enorgullezco porque se al verte que hice un buen trabajo, que te eduque con libertad y con respeto, con responsabilidad y ternura. Sé que vas a tener una familia propia con Catalina y no me preocupa el marido que vayas a ser, porque ya sé que jamás la tratarías mal y que serias incapaz de lastimarla. Pongo las manos en el fuego por vos del mismo modo que las pondría hoy por tu padre.
Sus palabras fueron muy generosas y muy sentidas. Hacía rato que no conversábamos con tanta profundidad y aquella charla reconfortaba mi alma. Nunca sentí la ausencia de mi padre porque mi madre siempre estuvo para mí en cada paso de mi vida, por lo que me sentía un hombre completo sin cuentas pendientes.
Catalina también disfrutaba de la compañía de José, y poco a poco se convertía en alguien muy cercano. Mis abuelos maternos nos visitaban de vez en cuando y se mostraron sorprendidos ante el cambio de actitud de mi madre.
_ ¿Qué le está pasando a tu madre? _quiso saber mi abuela.
_Nada…_dije con disimulo.
_Me recuerda a como se veía cuando conoció a tu padre, así de inquieta, sonriente, con un semblante renovado. ¿Estás seguro de que no está pasando nada?
_ No pasa nada, abuela. Ella dice que supero todo y creo que es así, después de tanto tiempo. Es mejor dejar las cosas así porque, la verdad, me encanta esta nueva actitud y no deseo que vuelva a ser la de antes. Es mi madre y siempre estuvo para mí pero nunca pensó en si misma así que es mejor dejar las cosas en su lugar, no indagar y disfrutar del momento.
El sábado fui a visitar a Catalina y vi a José entrando a la iglesia. Detuve la galera y lo seguí para darle una sorpresa. Sin embargo, caminaba como los mil demonios, el hombre más veloz que hubiera conocido. Día a día su personalidad se veía más avasallante y hasta el había cambiado. Atrás quedo su timidez para dar paso a la algarabía, la charla amena y divertida, a los chistes y bromas. Era un excelente jugador de ajedrez y un jinete excepcional, aunque extrañamente nuestros caballos se asustaban al verlo, como si presintiesen algo malo. El les hablaba al oído, los acariciaba, y los pobres animales parecían calmarse.
José entro a la iglesia y le dio la mano al padre Bartolomeo. Se notaba que eran buenos amigos, cosa que me dio aun mayor confianza. Un hombre temeroso de Dios y amigo de un párroco no podía ser una mala persona. Ninguno de ellos noto mi presencia y llegue a escucharle decir:
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Editado: 30.05.2025