Un lugar en el tiempo

CAPITULO 14 LA CONFESION.

“Confesión: Dicho de una persona: Reconocer y declarar, obligada por la fuerza de la razón o por otro motivo, lo que sin ello no reconocería ni declararía.”

Aquella mañana estaba decidido a confesarle todo a Analia porque me sentía un impostor y un traidor, un mentiroso de la peor calaña, pero no sabía por dónde empezar. De modo que supuse que un ensayo no me vendría mal y la única persona en quien podía confiar era el padre Bartolomeo. Me alimente muy bien, como casi todas las noches desde mi llegada a Buenos Aires, y me encamine hasta la iglesia. Estaba tan ensimismado en mis pensamientos, ideando un argumento convincente sin que resultara aterrador, que me ausente de la realidad por completo. El párroco se encontraba solo afortunadamente. Estreche su mano y, sin dar muchas vueltas, le dije:

_Padre, necesito de todo corazón que escuche mi confesión porque lo último que deseo en este mundo es lastimar a mi esposa.

_ Desconocía que fuese casado, José, sobre todo al verlo tan entusiasmado con la viuda Quintana.

_Eso de que la señora Analia es una viuda es un error. Mateo Quintana está vivo y lo mío no es un entusiasmo pasajero, es amor, padre, y creo que estoy cometiendo un acto de traición. Soy el peor de los mentirosos.

El padre Bartolomeo abrió los ojos sorprendido y luego de unos instantes agrego:

_ ¿Y usted como sabe que el señor Quintana vive? ¿Dónde esta ahora?

_Necesitamos hablar en un lugar más intimo, padre, porque necesito que escuche mi confesión, que me entienda y que no me juzgue, porque bastantes muertos llevo sobre mis espaldas y necesito hablar porque siento que en cualquier momento voy a explotar.

Nos dirigimos a su vivienda personal, situada tras la parroquia. Cerró la puerta y me invito a sentarme junto a él. Se sentó a mi lado, se persigno y Analia en 1817. El párroco me escucho en completo silencio, con el gesto serio mientras sostenía el crucifijo de madera en sus manos.

_ ¿De verdad es usted?_ me pregunto_ Porque yo conocí a la familia Quintana y usted no se parece en nada al Mateo que yo supe conocer.

_Ya voy a llegar a eso, padre. Ya lo voy a decir.

Proseguí contándole mi deslumbramiento por Analia, el desprecio que significo para mi padre el negarme a casarme con Enriqueta, los dos años de espera, el matrimonio con su hermana y la felicidad de la vida conyugal.

_ Entonces por que se fue y por que ya no se parece a ese hombre que yo conocí.

Surgió el nombre de Miguel en el relato, su crueldad, el daño que me causo, el viaje, la separación, los asesinatos, la sed de sangre y la desesperación. La niñita que me volvió a la realidad, el regreso y la noticia de la existencia de mi hijo y de pronto, me desmorone. Me arrodille en el suelo y llore pidiendo perdón por mis pecados, por tantas muertes innecesarias, por la larga ausencia, por los siglos de soledad y por la búsqueda del perdón. Los años intentando regresar en el tiempo, los timadores que conocí y que solo pretendían enriquecerse con mi desgracia, la avaricia, la codicia, la mentira y la necesidad de hacerle saber a mi familia que había regresado. El miedo constante de herirlos, de no poder controlarme, los sentimientos que tenia a flor de piel, los deseos de hacerle el amor a mi mujer, las ansias de decirle a Mateo que era su padre y el dolor que me consumía por dentro.

Proseguí con mi confesión con lujo de detalles, sin omitir nada, respondiendo a cada pregunta con total sinceridad.

_Usted es un hombre como yo, con sentimientos y necesidades…usted puede imaginarse lo que es amar a mujer y no poder tocarla, besarla, abrazarla, hacerla suya. Tengo terror a hacerle daño porque no sé si podría controlar mi naturaleza en esas circunstancias. Es un puñal que llevo clavado en el pecho por siglos y que estoy a punto de arrancar sin saber cuáles van a ser las consecuencias. A veces me pregunto si el regresar no fue un acto egoísta de mi parte pero luego pienso que les debo una explicación, que necesitan saber, aunque luego me rechacen o me desprecien. Necesitan escuchar la verdad tanto como yo necesito decírselas, pero no sé cómo, no encuentro el momento ni las palabras suficientes. Tampoco se cuanto tiempo me queda en este siglo, si voy a permanecer aquí o si de pronto me iré sin poder aclarar las cosas.

_ En ese caso, hijo, no hay tiempo que perder. Es ahora o nunca porque si le da más vueltas al asunto, podría ser tarde y su viaje habrá sido en vano.

_ ¿Y si me desprecian? _ le pregunte aun acongojado.

_ Usted supo desde un principio que ese era un riesgo que debía correr y el momento ha llegado finalmente. Ármese de valor y confiéseles que es un… ¿Cómo dijo que es usted?

Por primera vez desde el momento en que deje a Miguel pronuncie esa palabra.

_Vampiro…

_ Eso mismo, José. Explíqueles como lo hizo conmigo y pídale a Dios coraje para escuchar lo que ellos tengan que decirle. Asuma su naturaleza y diga la verdad, siempre hable con la verdad.

_ De modo que les diré que soy un vampiro, un animal asesino que vaga por las noches cazando animales para poder sobrevivir.

_Esa es su verdad, José, esa es su verdad y usted regreso para decirla. Hágalo antes de que sea tarde. Dios le dio una segunda oportunidad, contrólese, piénselo bien, y confié, José. Confié.

Rezamos juntos, sosegué mi alma, le agradecí por su tiempo y su respeto y salí de la vivienda en silencio. Camine hasta mi domicilio pensando en las palabras del párroco y me detuve frente a la puerta. Sentí una mano posándose sobre mi hombro y me di vuelta sobresaltado, para encontrar a Mateo con el rostro lleno de lagrimas diciéndome:
_ Tenemos que hablar…papa.




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