Un lugar en el tiempo

CAPITULO 23 INESPERADO

_ No te vas de acá_ le exigí a Miguel. Necesito información.

El pobre me observo escondiendo una sonrisa.

_ Jamás imagine que terminaría así, de cartero oficial. Esto es raro, muy raro.

_ ¿Volviste en el tiempo como yo?_ quise saber aun desorientado por las nuevas noticias. A estas alturas, cualquier cosa era posible. Me preguntaba si acaso este ser que se encontraba frente a mí, estaba de mi lado o si nuevamente había sucumbido a nuestra desafortunada naturaleza monstruosa.

_ No. Me quede allí, esperando hasta el 2023. No tenes idea de lo difícil que fue. Bueno… sí que lo sabes, pero tener un notición como este en las manos y esperar dos siglos…fue una tortura. El tiempo no pasaba más. Mira, me parece que es el momento de empezar de cero. Ya te pedí disculpas y creo haberte demostrado que soy sincero. La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida…

¡Si yo sabía de sorpresas! Tenía dos hijos que no había visto nacer o crecer, no pude enseñarles cómo manejarse en la vida, no les conté mis experiencias ni compartí las suyas. No envejecí junto a mi mujer, asesine a quien creía mi padre ¿Por qué la vida se empecinaba en demostrarme una y otra vez que mi destino era la soledad y el abandono?

Imagine mil futuros en soledad absoluta pero ahora algo había cambiado, podía sentirlo en la piel, era una ilusión que se transformaba en realidad lentamente. De todas las personas con las que imaginara encontrarme, Miguel fue la última. Sin embargo, era bienvenido. Sentía un poco de envidia al pensar que el pudo compartir más tiempo con mi familia, ver crecer a mi hija, ver envejecer a mi hijo y esposa. Pero, a pesar de todo, no podía pedirle más al destino. Una segunda oportunidad, la posibilidad de volver a ver a Analia, conocer a Mateo, verlo hombre, presenciar su matrimonio, compartir caricias con mi mujer…lo había conseguido todo. ¿Qué más podría exigirle a la vida? Ya no había dudas entre nosotros. Analia conocía la verdad, por más dura que fuera. Los culpables fueron desenmascarados y mi padre…eso era harina de otro costal.

Los pensamientos contradictorios, la culpa, la sed de sangre, regresaban a mí una y otra vez, como si fuese un animal herido y desamparado.

_ Contame más.

_ ¿De qué?

_¡De todo!!!Estuviste ahí, viste a mi hija. ¿Cómo es?

Se tomo un tiempo para suspirar, dio un par de vueltas en círculos sin saber cómo empezar hasta que finalmente agrego:

_ Es bella, tranquila, de buen carácter, con unos dones excepcionales, Muy parecida a su madre, pero con la naturaleza de su padre. Supo adaptarse bien a lo que le toco vivir. Buena hija, compañera, servicial. Es un ángel.

“Es un ángel”, no había dicho “Era un ángel” ¿Acaso aun vivía?
_¿ Y mi hijo? Necesito saber que tuvieron una vida plena, que no corrieron peligro, que mi viaje y esta separación no fueron en vano. ¡¡Necesito saber!!

Mi desesperación resultaba más que evidente que mi cabeza andaba a mil, que las ideas se agolpaban en mi mente acosándome, que las preguntas superaban a las respuestas. Miguel percibía la situación claramente, de modo que se dejo caer en el sillón y comenzó:

_ Después de que te fuiste hubo un gran silencio, como si todo se hubiera congelado, el tiempo pasaba lento y silencioso. La peonada no podía entender por qué te fuiste, pero tu hijo continuo trabajando y se convirtió en un gran patrón, un “caudillo” según palabras del Restaurador. Con Catalina, participaron en la crianza de Matilda, como si fuesen sus verdaderos padres. La pequeña acepto la situación y hasta le pareció divertido tener dos madres. Tú esposa… ¡Que mujer fuerte y valiente! Supo honrar tu memoria y fue feliz. Siempre te recordábamos y compartíamos alguna experiencia. Te confieso que tuve que ser sincero, que debí contarles todo lo que te hice. Les debía la verdad, se lo merecían. No dijeron nada. Sé que no les gusto pero no me hicieron reproche alguno. Tuve que admitir que la situación me superaba, que la soledad no era buena consejera y que estaba muy arrepentido. Al igual que vos, muchas veces la naturaleza que tenemos nos desborda y reaccionamos sin pensarlo. Después vemos lo que hicimos, pero ya es tarde. Así que tu familia es mi familia y así será por siempre.

Lo observe sin decir palabra porque en mi cabeza una gran duda giraba a mil revoluciones por minuto. Tal vez había una luz de esperanza al final del camino y la soledad se transformaría en otra cosa. La verdad resultaba angustiante y desesperante. Entonces, decidido a saberlo todo le dije:

_ Tengo que hacerte una pregunta, Miguel, y espero que seas franco conmigo.

¿Acaso alguien quedo con vida de aquella época? ¿Mi hija vive aun? Necesito saber porque creo que voy a volverme loco.

Miguel se paro frente a mí, me tomo del brazo y mirándome fijamente a los ojos murmuro:

”Están todos vivos”.




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