Un lugar llamado lugar

Un lugar llamado lugar

Jenrry Pariona

Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga

(Borrador)

Llegué a este lugar, cuyo nombre prefiero mantener en secreto por ahora, como parte de mi investigación etnográfica. —cuyo topónimo reservo momentáneamente por razones éticas y de resguardo— Oficialmente, debía trazar coordenadas y levantar planos como prácticas preprofesianles; sin embargo, llegué a descifrar el alma que se esconde entre montañas y quebradas de este lugar: a la par de medir ángulos y distancias mediante una estación total, emprendí un registro etnográfico de prácticas culturales vinculadas al territorio, la vivienda y la reciprocidad comunitaria.

I. Herranza: ritualidad y cohesión social

Durante la primera fase del trabajo de campo observé la herranza, práctica ritual consistente en la marcación y adorno de animales domésticos con cintas de colores. Este acto, que podría ser interpretado técnicamente como un sistema de identificación comunal, trasciende lo utilitario: constituye un mecanismo simbólico de integración social.
El evento articula elementos musicales (arpa, violín, guitarra y pututos), alimenticios (distribución de chicha de jora, trago, caña y comidas rituales) y performativos (bailes y voces entremezclados de cada integrante que participan) que refuerzan la identidad colectiva. Si bien, la herranza funciona como un rito de paso no solo para los animales, sino también para la comunidad, que reafirma su cohesión mediante un calendario ritual inscrito en el ciclo agrícola y ganadero.

II. La “safa casa”: tecnología constructiva y economía moral

Al día siguiente, fue la denominada safa casa a unos metros de la actividad de ayer, jornada colectiva de construcción en la que la comunidad levanta una vivienda de adobe y teja bajo el principio de ayni. Sin embargo, algunos eran renumerados. Desde la perspectiva de la construcción, la técnica utilizada presenta características propias de la arquitectura vernácula andina:

  • Materiales: adobe elaborado in situ con mezcla de arcilla, arena y fibras vegetales; techumbre de teja artesanal.

  • Proceso constructivo: cimentación superficial de piedra; muros de adobe levantados mediante aparejo simple; cubierta inclinada que asegura evacuación de aguas pluviales.

  • Durabilidad: el uso de materiales locales garantiza un equilibrio térmico, aunque con vulnerabilidades ante precipitaciones prolongadas y sismos.

Sin embargo, reducir la safa casa a un procedimiento constructivo sería incompleto. En términos antropológicos, representa una actualización del ayni, sistema de reciprocidad que organiza el trabajo comunal. Aquí, el esfuerzo físico se entrelaza con la obligación moral: quienes hoy colaboran en la construcción, mañana recibirán apoyo equivalente en sus propias faenas. Esta práctica no solo optimiza recursos técnicos, sino que asegura la reproducción social del grupo. Estas prácticas se va modernizando y alejando de los ritos en cada generación.

III. De la topografía a la etnografía del territorio

Cada punto georreferenciado en la estación total —una casa, un corral, un campo de cultivo, un cauce de río— se traduce en un dato métrico. Sin embargo, el trabajo de campo evidenció que cada coordenada representa simultáneamente una unidad cultural.

  • Una casa de adobe no es solo un polígono habitacional, sino también la materialización de redes familiares y de ayuda mutua. Mientras observaba la distribución de cada espacio de la casa, cada zona está lleno de significados como la zonificación de la cocina o la sala que es más social que la habitación de los hijos.

  • Un surco agrícola no es únicamente un trazo productivo, sino también un archivo vivo de conocimiento ancestral sobre rotación de cultivos y fertilización orgánica.

  • Un río no es simplemente un eje hídrico, sino un ente relacional que condiciona mitos, calendarios agrícolas y prácticas de riego.

Así, la cartografía técnica se complementa con una cartografía simbólica: un doble registro en el que la precisión de coordenadas convive con la densidad cultural.

IV. Reflexiones finales

El levantamiento topográfico cumplió con los objetivos técnicos: se generó un catastro preciso del área, con puntos de control geodésico y planos detallados de viviendas y parcelas. No obstante, el resultado más significativo fue de orden científico-antropológico: la constatación de que la territorialidad en los Andes no puede comprenderse sin integrar la dimensión cultural, ritual y comunitaria.

La experiencia demuestra que la ingeniería y la antropología no son disciplinas aisladas, sino que se potencian en un enfoque interdisciplinario. La primera aporta el rigor de la medición, la sistematicidad del dato y la evaluación de materiales; la segunda otorga la capacidad de interpretar símbolos, valores y estructuras sociales.

De este modo, “Un lugar llamado lugar” se constituye en un estudio de caso que muestra cómo la tierra, medida en coordenadas, late al ritmo de tradiciones ancestrales. El mapa final no solo delimita espacios físicos, sino que revela la interacción compleja entre naturaleza, técnica y cultura.




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