La luz del sol en Phoenix acariciaba suavemente la piel de Abril Stone mientras ella cerraba con cuidado la última caja de su habitación. Todo lo que conocía, todo lo que había sido su mundo, quedaba atrás en un suspiro. El calor del desierto parecía detenerse en ese instante, como si el tiempo mismo dudara en avanzar con ella hacia Boston. En su pecho latía una mezcla de emociones que ni siquiera sabía nombrar del todo: miedo, esperanza, y una tristeza profunda que no podía ocultar.
Abril siempre había vivido entre silencios, protegiendo sus secretos tras una sonrisa cálida y una mirada amable. Anhelaba encontrarse a sí misma, lejos de las sombras que la seguían, de los vacíos disfrazados de amores a medias. En los libros había hallado consuelo, en los sueños, esperanza. Pero la realidad exigía valentía, y Abril estaba dispuesta a aprender cómo se sostenía el mundo sin miedo.
A cientos de kilómetros, en un rascacielos de vidrio y acero que dominaba el corazón de Boston, Adrián Brown sellaba contratos que valían más que la vida entera de muchos. Su fortuna no era un secreto: heredero de un imperio inmobiliario, arquitecto brillante y empresario implacable, lo tenía todo, excepto paz.
Su ático tenía vistas de ensueño, pero él apenas las notaba. Prefería las cifras al amanecer, los planos al amor. Las paredes de su vida estaban hechas de éxito y silencio. Para el mundo, era un hombre inalcanzable; para sí mismo, solo era alguien huyendo de lo que nunca quiso enfrentar.
El destino, sin pedir permiso, preparaba el choque.
Ella, con su luz contenida y sus heridas disimuladas entre páginas ajenas. Él, con su sombra elegante y el alma escondida tras una cuenta bancaria intocable. Abril buscaba un amor real. Adrián, algo que ni siquiera sabía que le faltaba.
Y cuando sus caminos se crucen, nada volverá a ser igual.