Un Lugar Mejor

SIGUIENTE

       Estaba muy cansado, pues el caminar tanto tiempo cargando a Julián, todo se volvía más complicado. Mire a Sebastián, que estaba dormido, se notaba su paciencia, además su respiración era algo rítmica. Además existía una razón por la cual no me agradaban los perros. No dejaba de pensar en lo que había ocurrido en el pueblo, y también el porqué de lo que estaba pasando. Supuse que el mundo se estaba empezando a volver loco, aun recordaba a mi madre, como aquella vez en la que había hecho el esfuerzo por hacerme el mejor cumpleaños de mi vida.

              Se acercó con una mirada tierna, parecía que estaba ansiosa por darme la mejor fiesta. – ¿Estás listo Alex?—claro Amelia, además, deseo el mejor regalo--  está bien hijo, solo siéntate que la fiesta ya va a empezar.  Mi madre parecía algo nerviosa,-- pero sabía que lo que  sea, que ella quiera darme era valioso para mí—un mago apareció entre la multitud, empezó con el truco de las cartas, luego empezó con el sombreo, para mí era lo mejor que había visto antes.

         Pues jamás pensé que vería uno en persona, fije la mirada en el rostro de Amelia, note que estaba muy alegre, aparte el entusiasmo para mí era cada vez más fuerte, saber lo que mi madre me iba a dar en mi cumpleaños. Parecía que el sol ya estaba empezando a bajar, cuando el mago acabo su espectáculo, decidí agradecerle a Amelia por el espectáculo, bueno era lógico, un niño de tan solo 8 años no estaría más feliz. – ¿madre?, ¿y que me darás al final?

            Me sonrió por unos segundos,-- hijo no te preocupes, además esperemos el atardecer para eso... Y así fue, luego de que todo ya había acabado, mi madre Amelia me llevo a la playa, supongo que el vivir cerca al mar  era una ventaja. Mi padre se encontraba parado en la orilla, a su lado estaba un perro, su pelaje era lo más hermoso que había visto en mi vida, mi corazón empezó a acelerarse, la emoción de saber que por primera vez iba a tener una mascota era lo mejor que había sentido desde aquel viaje a Cancún.  Ante el cansancio, me deje llevar y finalmente me quede dormido. Lo más sorprendente es que  después de tiempo no volví a soñar nada.

 




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