Yo siempre estoy cambiante, y a la vez permanezco en el mismo estado, año tras año.
El día llega, empiezo con timidez con un azúl oscuro, poco a poco llega el sol a animarme.
Me vuelvo dorado y rosa; despierto a las criaturas grandes y pequeñas.
Y de nuevo, vuelvo a un azúl, pero más espontáneo y libre.
¿Acaso la rutina diaria agota? Para mí es reconfortante: alegro a algunos con mis colores poéticos.
Llega la mitad del día, estoy en mi apogeo. Unos claman por la intensidad de la luz, otros se extasían.
Y pareciera que será eterno mi fulgor, pero el astro me abandona conforme queda satisfecho.
Y vuelvo al rosado, ¡que dramático es el señor sol!, siempre se despide con añoranza de ser recordado...
Poco a poco quedo ensimismado, pues la luna me hace contemplar; y las criaturitas del señor descansando están.