Ciudad nublada,
humo de las fábricas:
abrazas a la tierra,
desolando el verde.
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Cada día te veo más abandonada,
de tus criaturas y yerbas,
te allanan y perturban,
tu propiedad y soberanía.
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En la tierra árida me hallarás,
vacía y desértica,
donde solo se oyen susurros,
en los que no se distingue palabra.
-
En estas casas de arena,
en las que no crecen los sueños,
donde el apego se desnaturaliza,
donde el niño juega con concreto,
y el cariño no llega:
somos invisibles.
-
Quitaste de mi suelo
el fulgor de la flora;
solo nos quedan
los recuerdos floridos.
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Nos encontramos impotentes
de vernos consumidos:
más tristes,
más lejanos,
más solitarios.
-
Me encuentro como este suelo:
usurpada, gritando en silencio,
pidiendo un respiro,
anhelando que los árboles vuelvan,
que el cielo tenga nubes,
y no vapor de máquina.
-
Consígueme un hogar
donde los sueños no se escapen,
donde las flores me abracen,
donde viva un murmullo
que me diga con ternura:
“Te quiero, tierra.”