Ethan
—Fue un leve desmayo. De igual forma, se le hará un parde chequeos, Kalem.
Escuché vagamente lo que decían. Cuando abrí los ojos, la luz del techo me nubló un poco la vista. Mi pecho estaba conectado a los cables que medían mi ritmo cardíaco, y sobre mis piernas Kalem había dejado la chaqueta que había llevado consigo en la mañana.
Al girarme un poco, veo a Kale e pie junto a George, con los brazos cruzados. Mientras George le cede su tableta, mostrándolo los análisis que me han hecho, de acuerdo a lo que pude entender.
No me he desmayado en mucho tiempo.
¡Demasiado tiempo!
—¿Hizo algo para agotarse? —preguntó George con gran concentración.
—No, no que yo recuerde… —Kalem hizo una pausa por un momento —Solo que… esta mañana corrimos un poco por el salón. Pero parecía estar bien. Hizo sus terapias, comió un poco y tomó sus medicamentos.
—¿Sabes su últimamente ha dormido bien?
Cuando George hizo la pregunta, me quede en la nebulosa. Sinceramente no estaba durmiendo bien en estos últimos días. Los recuerdos de Pao estaban volviendo de a poco. Había cosas que no entendía y seguía intentando descifrarlas.
No le había dicho nada a Kalem porque no quería preocuparle. No sentía la necesidad de hacerlo.
Lo mismo me pasaba cuando pensaba en mi familia. Me quedaba días pensando y tenía horas sin dormir. Pero no me afectaba. ¿Por qué ahora?
—Lo mantendremos hospitalizados el resto del día —sugirió George.
Al oír lo que dijo, hice un movimiento brusco contra la cama, lo que hizo que el monitor sonara. En eso, Kalem se volvió para mirarme.
—Ethan… ¡Estás despierto! —dijo preocupado, como si fuera a un funeral.
Sonreí levemente a Kalem y entrecerré los ojos.
—¡Sí! —suspiré ligeramente—. Solo es un desmayo.
—Desmayo o no, ¡te vas a quedar en el hospital! No te atrevas a salir de aquí… Tarde o temprano, habrá consecuencias.
George me miró muy serio. A fin de cuentas, era mi jefe de área. Pero en este momento yo era una paciente más. Ni siquiera había contestado a las llamadas de él, por lo cual se justifica su enojo. A demás de que, mi orgullo por no querer encontrarme con Pao estaba a flor de piel.
La contrariedad de lo que pasó en casa me devolvió aquí.
Y justo pensando en ese momento. Pensando en la última persona que quería ver, intercambié miradas con él, que se detuvo en el pasillo. Por la forma en que iba vestido, parecía que acababa de llegar a su hora. «¡Bendita casualidad!».
No le miré durante mucho tiempo. Inmediatamente volví la cara hacia otro lado. Mientras seguía oyendo a Kalem y George hablar. Ambos accedieron a hacerme una resonancia magnética. En eso, Pao se movió de su posición y siguió hacia delante y empezó a dar órdenes para que un enfermero le ayuda con un paciente que tenía una pierna rota y estaba tumbado en una camilla de al lado. No paraba de gritar. En ese momento, el dial del monitor empezó a indicar que mi ritmo cardíaco estaba subiendo. Fue entonces cuando Kalem se acercó y me sostuvo mi mano.
—No es por nada grave —le susurro.
Y era claro. No era nada grave. Tan solo que, la presencia de Pao hizo que mi ritmo cardíaco se pusiera así. Fue entonces cuando Kalem lo ve y no apartó la mirada hasta que le apreté la mano.
—Sé que no —suspiró—. No me preocupes. Contrólate —murmuró, mirándome fijamente con aquellos ojos marrones que, de algún modo, parecían tan hermosos. Recogió su chaqueta y me dio unas palmaditas suaves en el tobillo—. Dentro de unos minutos te trasladarán a la habitación —miro su reloj—. Ya es la hora de mi turno. Si ocurre algo, no dudes en llamar. ¡Okay!
—¡Okay! Tómatelo con calma… Pasaré durmiendo el resto del día —dije divertido. Cerré los ojos unos segundos, volví a cogerle la mano y se la froté con calma, hasta mirarlo nuevamente—. Gracias.
Saber que Pao nos escuchaba.
Verle la espalda era más un recuerdo de nuestros días de universidad. Abrazarle y acariciarle la cabeza cada vez que nos quedábamos solos en el salón. Frotar mis tobillos contra los suyos en la biblioteca. Apoyar mi cabeza en su hombro cuando nos sentábamos en medio de las estanterías…
Verle una vez más se me estaba haciendo insostenible.
—Más tarde le llevarán a la sala de rayos X. Por favor, ¡mantenga la calma! —Oí a Pao hablando con el paciente.
—Bueno, Ethan. Vamos a pasar a tu habitación. —Era la voz de Sarah, llegando a quitarme del trance en el que estaba.