Un mar entre nosotros

Un amor perdido

Ethan

Antes de bajar y llegar hasta la puerta de mi piso vi mi reflejo en el ascensor. Fue entonces cuando vislumbré la figura de una mujer de pie en el umbral de la puerta.

     A juzgar por lo que llevaba puesto, tenía un abrigo abierto colgado sobre los hombros, el pelo de color cobrizo oscuro algo recogido, y cuando se dio la vuelta vi que solo llevaba un poco pintadas las cejas y un poco de brillo en los labios; y, por su puesto, y la cara desprovista de emoción.

     —Leia, ¿qué haces aquí, ha pasado algo con Oliver?

     Soné un poco preocupada cuando la vi de pie en el pasillo. La primera persona en la que pensé cuando la vi frente a mi piso fue Oliver. 

     —Tu hermano está bien —dijo con calma, lo que me tranquilizó mucho. Aun así, su visita fue desacertada porque no me di cuenta.

     Con esas palabras, de repente me sorprendió un abrazo suyo.

     —¿Qué pasa, Leia? —irrumpí dubitativo entre sus hombros.

     Froté suavemente su espalda. Sentí su respiración entrecortada. La forma en que me sostiene en sus brazos: esta buscando refugio.

     —Chris estaba enfermo. Por eso hacía tiempo que no hemos ido a visitarte al hospital. No hace mucho me enteré de que había salido, y me dijeron que te encontraría aquí.

     Oí su voz triste.

     —¿Cuándo se puso enfermo?

     Me aparté de ella para poder mirarla a los ojos, enrojecidos por el llanto.

     —Hace cuatro meses. Pensamos que era algo pequeño, así que no te lo dijimos.

     No me había percatado del tiempo que he pasado sin verlos. Chris es mi verdadero padre. No supe la verdad hasta un año antes de mi accidente, cuando Oliver fue dado de alta del hospital con una infección estomacal —nada de lo que preocuparse en ese momento—, fue entonces cuando me di cuenta de que tenía un hermano.

     —¿Qué le dio? —intrigué tranquilo, para no dar a notar mi preocupación y alterarla. 

     —De acuerdo con los médicos, tuvo una baja en la presión arterial.

     Abrí la puerta y la dejé entrar en el piso.

     —Por favor, siéntate —dije señalando el sofá.

     Puse mi móvil en la barra. Entré un momento en mi habitación para buscar el tensiómetro, con ganas de tomarme la tensión, ya que Kalem me había sugerido que me la tomara en cuanto llegara a casa. Aunque era estúpido hacerlo ahora después de que Leia me hubiera dado la noticia.

     —¿Te encuentras bien?

     —Sí, anoche me hicieron un pequeño chequeo.

     Me agaché y recogí unas hojas del suelo. Después de colocar las hojas sobre la mesa, recosté el cuerpo en el sofá y me puse el tensiómetro.

     —¿Cómo está ahora? —digo.

     Leia tiene la mirada perdida en la pintura que había detrás de mí. No había oído mi pregunta y parecía un poco aturdida. Me volví para mirarla un momento. Noté la tensión preocupada en su cuello.

     —¿Te gusta? —pregunté con voz muy suave.

     —Sí, pero no lo entiendo.

     Xifrats i constellacions, en l'amor amb una dona. 

     —¿Qué significa?

     “Signos y constelaciones enamorados de una mujer”. Es una de las pinturas favoritas de mamá. De hecho, no he buscado lo que significa. Me lo regaló hace años. A pesar de la distancia, es una forma de mantenerme cerca de ella. Créeme, me moriría si supiera que no sé lo que significa la pintura —alegué divertido, mientras apoyo la cabeza en el respaldo del sofá—. Leia, ¿quieres una taza de café? —dije, girando ligeramente la cara hacia ella.

     Volvió a centrar su atención en mí. La última vez que la vi así fue por Oliver. Me pregunto cómo estará ahora. Después de enterarse del estado de papá, no creo que sea capaz de soportarlo, aunque es un chico fuerte. Como él dijo.

     El aroma del café de Rick's Bakery llegó a mi nariz.

     Hubo un ligero cambio en el ambiente. 

     Noté que la expresión de Leia era mucho más tranquila de lo que había sido al principio. Levanté la mano para llamar la atención de Rick y pedí una tarta de queso con moras, algo a lo que llevaba tiempo echándole el ojo para devorar.

     —Tu padre quiere hablar contigo.

     Dejé de morder mi tarta de queso, al igual que la cuchara a un lado y tomé un sorbo de café. Está a punto de ocurrir algo. Pude sentirlo al oír esas palabras. Me quedé en silencio, pensando qué decir hasta que pude sacar una frase.




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