Pakpao
¿Cómo se puede actuar cuando el corazón es quien manda en primeras instancias? Si al mirarlo está cubierto de incertidumbre, incierto en cierto modo. Y en el fondo hay más cosas que no entiendes.
Después de viajar con alguien que menos pensé; de tomar café en lugares que no conocía; de bailar por horas y dejar de preocuparme por el cauce de mi vida. No puedo entenderlo.
Pakpao Samat
Pensé que ya estarías en casa.
Jaidee Chirathivat
Pensaste bien.
Papá se ha vuelto loco, no deja de preguntarme por ese idiota.
Pakpao Samat
¿Va en serio?
Al menos dime que recuperaste tu herencia, haha.
Jaidee Chirathivat
¿¡Sí!? Mmm. Bueno. De acuerdo con el panorama parase que sí.
Tuve una buena charla con mi padre. Le expliqué por qué no quería casarme. Si no respeta mi decisión, debería respetar mi decisión de irme de casa y dejar de hablarle.
Pakpao Samat
¿No sería una decisión muy drástica?
Jaidee Chirathivat
Lo sería.
Pero creo que nunca descubrió cuál era mi verdadero problema.
Cuando salía contigo, me di cuenta de que me estaba perdiendo muchas cosas.
Pakpao Samat
¿Así que crees que soy tu salvador?
Jaidee Chirathivat
No estaría de acuerdo contigo. Pero en cierto modo, sí.
Qué no se te eleve el ego. Por Dios. Hahah.
Pakpao Samat
¿Cómo puedes estar en desacuerdo?
Te salvé la vida de un idiota.
Jaidee Chirathivat
Si me hubieras enseñado lo que quería, habría sido diferente.
Pakpao Samat
Te lo dije, yo salvo vidas, no las quito.
Imagina que un día te haga enojar y usaras las técnicas que te enseñé para matarme.
Eso sería traición.
Jaidee Chirathivat
Ahahaha, no tengo ningún problema con eso.
Pero de ninguna manera le haría eso a alguien como tú.
Pakpao Samat
Confiaré en ti.
Jaidee Chirathivat
¿Cuándo vas a volver a Bangkok?
Pakpao Samat
¿Por qué lo preguntas?
Jaidee Chirathivat
Eres mi amigo, ¿no?
Podríamos salir a dar un paseo. Los dos solos.
Pakpao Samat
¿Es una invitación?
—Pao —era la voz de Amelia entrando a la habitación de descanso—, puedes llevar esto al laboratorio.
—¿Por qué no vas tú? —Levanté una ceja mientras ella me ponía unos papeles en la mano.
—Necesito salir mientras estás aquí. Cúbreme para que Kalem no se entere de que he salido.
—Pero.
—Por favor, sólo esta vez. Tengo un problema que resolver. ¿A quién más se lo voy a pedir? Estaré fuera solo durante una hora.
—Tienes que irte rápido. —advertí. Levanté la cabeza mientras miraba hacia la puerta para ver si había alguien fuera de la habitación.
Amelia se cambió inmediatamente delante de mí, con confianza. Se quitó el uniforme, mostrando la lencería roja que hacía que su cuerpo luciera estupendo a pesar de tener dos años más que yo. Se puso unos pantalones ajustados de cuero negro, unas botas y un top blanco que dejaba ver algo de escote. Parecía una motociclista rebelde. Se acercó a mí y me dio un beso en la mejilla.
—Te debo una —me guiñó un ojo, se revolvió el pelo y salió.
Después de eso, me encontré sentado en uno de los asientos de la sala de espera. Moví las piernas arriba y abajo sobre los dedos de los pies. Estaba sumido en mis pensamientos.
—¿Es tu madre o él? Tú decides.
Me quedé callado, con la mirada furiosa y los ojos llenos de lágrimas. A Ben no le importan cómo me sentía.
Al salir de su despacho, me dirigí hacia el salón, dispuesto a volver a mi habitación. Pero, a los pocos pasos, caí de pie. Me apoyé en la pared.
—Buenos días, Pao—. En el comedor de la universidad, Majo se me acercó—. ¿Qué te ha pasado? Tienes la cara hinchada.
—Es mi alergia. No pasa nada. Ya me he tomado la medicación.
—¿Pero por qué no te quedas en casa?