Un mar entre nosotros

Una noche diferente

Ethan

—Qué estoy haciendo aquí? —le pregunté a Kalem, que estaba a mi lado. Mientras yacía en la camilla de un hospital. Fue entonces cuando una imagen vino a mi mente. De él besándome en el club. Cerré los ojos y sacudí la cabeza, esperando que fuera sólo una alucinación.

Kalem se acercó a mí, mirándome con preocupación en el rostro, y sus ojos se desviaron inmediatamente hacia el monitor, sin tomarse el tiempo de comunicarse conmigo.

—¿Cómo te encuentras?

—Me duele la cabeza —respondí un poco mareado—, ¿por qué estamos aquí?

—Hubo un tipo que te puso algo en la bebida —sonaba enfadado—. Cuando salí del baño para poder volver contigo. Mientras mirabas a los tíos, vi que uno de los gilipollas se metía algo en el bolsillo y empezaba a tirarte los tejos.

—Tengo una imagen rara en mi cabeza —dije, apoyando el antebrazo en la frente. Al oírme decir eso, Kalem desvió la mirada—. Kalem, ¿qué pasa? —le miré y le cogí la mano.

—Ya estás despierto —encontró un médico entre las cortinas—. Dale las gracias a tu amigo por traerte aquí a tiempo. Menos mal que el Rohypnol hizo efecto por el camino.

—¿Rohypnol?

—Sólo ingeriste una cantidad muy pequeña —empezó a tomar notas sobre mi estado de salud. En eso, le entrega a Kalem un recibo, indicándole la cuenta del hospital.

Kalem se lo tomó con mucha calma y se marcho con él. No soporto los dolores de cabeza. Además, no entiendo nada ante semejante cuadro. ¿Cómo podía no fijarme en lo que hacía ese tipo? Otras veces cubría mi vaso con la palma de la mano.

Me levanté de la camilla y procedí a salir de donde estaba y dirigirme por el pasillo en busca de Kalem. Me topé con él en la recepción, donde estaba pasando la tarjeta para poder cubrir lo del hospital. Una vez más aquella imagen golpeó en mi mente. Me llevé los dedos a los labios, tragué saliva y me acerqué a él.

—¿Qué haces levantado? —volvió a poner cara de preocupación.

¿Cómo es posible que...? Será mejor que lo deje pasar. Debe de ser una alucinación de la droga.

—He venido a buscarte. Has salido con el médico y no has dicho nada.

—Gracias —responde muy calmado a la chica de la recepción. Luego extiende la mano y me agarra del hombro—. Me alegro que estes bien. Vámonos a casa —se expresó con una sonrisa tan sutil.

De camino a casa, Kalem se quedó muy callado. Lo observé por el rabillo del ojo, con ganas de hacerle preguntas, pero me limité a reclinar la cabeza en el asiento y mirar aturdido al parabrisas. Viendo la calma con la que conducía, me sentí completamente confuso y no conseguí realmente una respuesta a lo que estaba pasando.

—Despierta —alguien me agarró la cara—. Ya estamos aquí. Abrí los ojos. Salté tan fuerte que me golpeé contra el techo del coche cuando vi su figura frente a mí.

—Lo siento —le dije mientras ponía mi mano en el lugar donde me golpeé.

—No te preocupes. Te has asustado —dijo sacudiendo la mano y apartando los ojos de mí.

Otras veces me regalaba una sonrisa. Pero esta vez sólo me dio su lejanía. Es como si todo en él hubiera desaparecido. ¿Qué coños? No sé por qué esperaba una sonrisa de él. Salí del coche y le seguí hacia el ascensor. Permanecimos en silencio. La presión del aire y la sensación de subir por el ascensor me marearon. Y tener a Kalem a mi lado de esa forma. Él no se comportaba así.

Le cogí la mano antes de entrar en el piso.

—¿Qué pasó en ese club? No me contestaste cuando te pregunté en el hospital —en un instante me encontré reprochándole las cosas. Era la primera vez que lo hacía y el atragantarme con los latidos de mi corazón, estaba a punto, incluso, de dejarme sordo.

—¡No pasó nada! Solo lo que ya sabes — respondió lenta y directamente a mi pregunta—. Será mejor que descanses. Todavía no te encuentras bien.

Abrió la puerta del piso y, nada más entrar, desapareció. Cerró con llave la puerta de su habitación. Su respuesta me frustró y no quise decir nada más. Sus palabras eran claras. Me senté en el sofá, perdido en mis propios pensamientos, sacudiendo la cabeza y mirando la foto que había en el mueble de la tele de cuando él y yo fuimos al One World Observatory. Fue uno de nuestros mejores días.

—Buenos días —saludé a Liz desde la distancia y luego me dirigí a la sala de descanso.

Llegué al hospital con mucha calma, aunque mi dolor de cabeza seguía sin aliviarse. Saqué el móvil del bolsillo para encontrarme con un montón de llamadas de Anne. Hoy no vendría al hospital. Está de vacaciones porque su boda es al día siguiente.

Todo me daba vueltas. Cuando me levanté, no encontré a Kalem por ninguna parte. Todo estaba igual que la noche anterior. Las cosas no se habían movido. Era como si hubiera estado solo todo ese tiempo.

—Oye, ¿a qué vienen tantas llamadas? —ya nos hablábamos con menos formalidad, como si fuésemos hermanos.

—Hola. Estaba preocupada —bostezó un poco—. Los chicos me dijeron que Kalem te saco de apuro del club. ¿Qué ha pasado?

—Oh, ¿eso? Tuve un problema con la bebida.

—¿Está todo bien?




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