Ethan
Romper mis diferencias con Pao me hizo reflexionar un momento sobre todo lo que había pasado entre nosotros. Tal vez fuese por el hecho de que, a pesar de los recuerdos, también se mantenía en mi mente todas las veces que pasó conmigo en el hospital —aunque ese no fuese un justificativo—. Debido al caos en mi mente, formé un bloqueo mental con todo aquello. Mirando atrás, creo que fue mi impulsividad la que me llevó a hacerlo.
Sin embargo, comprendí muchas cosas, lo que era diferente de otras veces. El mar tempestuoso que nos separaba se ha ido calmando poco a poco. Y es que a veces la vida es tan conflictiva que, nos cegamos a ver más allá de lo era, lo que es y puede ser. Esta vez quería ver más allá de todo aquello. Más allá de ese horizonte.
—¡Hey! ¿Cómo has estado? —se expresó Majo, sentándose a mi lado en la cafetería del hospital.
—Creo que bastante bien últimamente —indiqué mientras removía un poco mi vaso de café.
No quería quedarme mirándola. Sólo quería sentarme allí y no tener que responder a ninguna pregunta sobre lo que estaba pasando. Mi mente volvió a la noche anterior, cuando estaba en los brazos de Kalem. Mi comportamiento con Pao aquella noche se solapó con esa imagen y se desvaneció.
Más allá de eso, me di cuenta de que la presencia de María era precisamente para el segundo punto.
Lo de Kalem no se había contado a nadie. Por no hablar de la vida conflictiva que llevaba en ese momento, ya que él y yo no teníamos más que interacciones amistosas. Si todo iba a empeorar.
—Obviamente, eso es lo que veo —alargó su mano, cogió mi vado de café y dio un sorbo.
—¿No te molesta robarme el café? —dije torpemente, levantando la vista hacia ella.
—¡No! —dio otro sorbo—. Además, hace mucho que no hago esto, así que no tienes derecho a quejarte conmigo.
—¿Dónde has dejado a Law esta vez? No la dejaste ni un segundo —rodó mi vaso de café hacía mí.
—Hoy voy a pasar de ella. Quedó en salir con Jaidee. Además, Pao está con ellos ya que tiene el resto del día libre.
—Debe de ser raro sin ella.
Doy unos sorbos a mi café, mis ojos se desvían ligeramente hacia el mostrador de la cafetería. Observo cómo apoya los codos en la mesa para poder apoyar la cara en las manos y mirar en la misma dirección que yo.
—A veces se siente un poco diferente. Pero también tenemos que dedicarnos tiempo a nosotros mismos. ¿No es así?
—¿Tiempo para mí?
No he hecho eso en una relación, y la única persona con la que he tenido una relación es Pao, y la mayor parte del tiempo estamos juntos, aunque no vivamos en la misma casa, y siento que mi tiempo es cuando realmente lo alejo de todo.
—Sí, para ti.
Me crucé de brazos y me quedé mirando fijo en el borde la mesa.
—Ahora que estoy aquí, tengo mi propio tiempo —sonreí a medias. No me terminé de convencer. Soné como un estúpido al decir eso.
—¿Sabes cuántas veces estuve a punto de romper con ella? Muchas. Aun así, ambos encontramos la manera de mantener la relación. Mi trabajo a veces me quita tiempo para estar con la gente que quiero.
—El hospital deben mantenerte ocupada —Ahora que lo pienso, nunca he visto una foto de ella con sus colegas del hospital—. Por cierto, ¿Con respecto a eso…?
—Sé lo que vas a preguntar —hizo una pausa, me miró y dijo—: Hay algo que aún no te he contado.
Los dos nos quedamos en silencio. Yo estaba en el aire sin saber qué preguntar. De un momento a otro…
—Cuando te conocí, los dos éramos muy jóvenes. Desde tu llegada a Madrid, he acumulado muchos momentos contigo —me quitó los ojos de encima, parecía vacilar consigo misma—. Eras un niño llorón, siempre encerrado en un rincón —eso no me reconforta—. Desde el día en que nos hicimos amigos, lo pasé mal. La presión social de no tener tolerancia me hacía daño —volvió a coger mi café, esta vez quedándoselo para ella—. Sé que estudiamos juntos y compartíamos todo. Excepto una cosa: el mismo propósito.
—¿No entiendo?
—Antes de que conocieras a Somchai, tuve la oportunidad de conocerlo por parte de mi madre y de la tía Susan. Como tú, empecé a estudiar defensa personal, lo que me dio otro propósito en la vida. ¿Creo que al final siempre hay una mentira? —sacudió la cabeza.
—¿A qué va todo esto, Majo?
Ella sonrió levemente y siguió mirando el vaso de café que aprieta entre las manos.
—Yo ya sabía de Pao, aunque él no tuviese conocimiento de mí —desvió la mirada hacia el techo de la cafetería—. Robert me avisó —¿Robert, el chófer del tío Anthony? Escuché absorto y me eché ligeramente hacia atrás en la silla—. Robert me preguntó cómo sería cuando supieras la verdad. A lo que yo también estaba interesada, hasta ahora—. Después de decir eso, no dijo nada. No entendí nada. El que conociera a mi padre antes que yo, así que ¿cuál era su propósito? —Pao lo supo un día cuando entró a mi lugar de trabajo.
En ese momento, sacó algo de su bolso, lo puso sobre la mesa, lo cubrió con la mano y me lo mostró.
—¿Es esto? ¿Cuánto tiempo lleva contigo?