Un mar entre nosotros

Epílogo

—¿Dime que sigues ahí? ¿Por qué no me dijiste que Pao se iba hoy? —Oí su voz alterada detrás de la línea.

—¿Cómo lo supiste? —intrigué.

—George me lo dijo hace un rato.

—Estoy en el Aeropuerto Internacional John F. Kennedy —suspiré—. Su avión saldrá dentro de quince minutos.

Escuchando su voz ligeramente agitada, me detuve un momento en la carretera. Escuchándole pedir al taxista que acelerara un poco.

—¿Estás bien? Contéstame — grité con cierta preocupación. A pesar de que el corazón me latía con fuerza, intenté calmarme.

—Fui un tonto —su voz era un poco temblorosa.

—Si no haces algo, sigues siendo un tonto —no sé por qué lo animo—. No has avanzado por nada, esto se acaba cuando tu decidas que acabé.

—Solo espérame ahí. Está bien.

—Está bien.

Cerré la llamada y me quedé en silencio. Me sentía tranquilo a pesar de lo que estaba pasando. Como le dije a Pao: No iba a exigirlo. Evidentemente, la decisión está tomada y respetarla es mi único derecho.

Después de esperar un rato en la sala VIP del aeropuerto, vi entrar a Ethan, con los ojos nublados, mirando de un lado a otro, sin brillo en los ojos y secándose las lágrimas. Sin pensarlo, me acerqué y le cogí del brazo.

—¿Crees que tienes tiempo? — le miré un poco triste, aunque mis ojos estaban fijos en otra cosa que no era él. Ignoró mi pregunta, manteniendo en su lugar el silencio que pudiese haber sido el más largo del momento.

Ethan se acercó al mostrador y pidió a una de las chicas del servicio que le informara sobre el próximo vuelo a Bangkok.

—Sale dentro de dos horas.

—Necesito un billete para ese vuelo, por favor. Aquí está mi tarjeta —dijo con cierta exasperación.

La chica procedió a darle las instrucciones oportunas para que pudiera hacer todo lo necesario y viajar tranquilo. Ella se limitó a observarle actuar. Y así fue, tras horas de espera. Llegó el momento de partir. Sentía que el tiempo pasaba, convirtiéndose en una eternidad en su mente. Ethan estaba desesperado de ir a por Pao, le temblaban las manos, tenía los nervios a flor de piel. Nunca lo había visto así.

No podía negarle a mi corazón que no sienta nada. Si cada vez que cierro los ojos, lo veo y es ese beso el que me viene a la mente. El tiempo se detuvo, como si la gente desapareciera instantáneamente del lugar, y lo único que pude ver fue a Ethan caminando por el pasillo, dispuesto a tomar un vuelo de regreso a Bangkok.

Era el único pasajero sin equipaje. Era el único del avión con la mirada perdida y el único que me aceleraba el corazón. Cuando el avión despegó, no tuve ningún motivo para interrumpir lo que estaba ocurriendo. Y así fue…

Continué con mi día habitual. Ni yo mismo me lo podía creer.

—Algo va mal, Kalem —me preguntó Anne—. ¿Aún no ha llegado Ethan?

Tomé aire, intentando encontrar las palabras adecuadas para responder a aquella pregunta. Ethan no estaba allí, y no sabía si volvería.

—Hey, Ethan —justo entonces, George apareció.

Me giré para ver que era él. Llevaba unos pantalones negros, una camisa blanca y una chaqueta marrón. Parecía tan diferente, me sonrió y el corazón me latió muy deprisa.

—Pero, ¿cómo…? —no había terminado de preguntar. Su presencia me cogió por sorpresa. Sus manos me acariciaron la cara.

Me beso.

—Tal vez volví a ese alguien, pero ten por seguro que de hoy en adelante regresare a ti.




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