Un Marido ideal

Capítulo 1

 

Capítulo 1

MIKE

Deslizo una mano por el manojo de pelos que se me cuela en el rostro, nunca me había fastidiado mi propio pelo tanto como hoy. Cierro los ojos y respiro profundo, al parecer mi día va de Guatemala a Guatepeor, ¿saben?, no soy de los que se quejan por todo;

sin embargo, hoy, hoy ha sido el día menos especial de mi vida, y solo para empeorarlo, tengo en frente una chica que no conozco y no me interesa conocer, pero qué no se piensa ir sin que la escuche.

¿Desde cuándo las personas que no me conocen, me hablan?, no lo sé, pero sinceramente me ofende que las personas me hablen. Necesito reafirmar mi “buena reputación” para que no se repita esta situación.

—Por favor —suplica la chica, miro sobre su cabeza —, te aseguro que sé leer, pero también sé que las excepciones existen y te estoy pidiendo una —Pongo los ojos en blanco, su tono pasa de ser suplicante a darme ordenes —, por favor.

Menos mal sabe decir por favor.

—Te repito —No puedo creer que esté perdiendo tiempo de descansar, en repetir lo que ya dije —: no vivo con chicas. —La miro detenidamente; lleva un abrigo forrado que podría asfixiar hasta al más friolero del mundo, botas altas y por alguna razón que solo ella sabe, lleva el gorro puesto. Es casi tan alta como yo. —No es una cuestión que vaya a discutir o a cambiar.

—¿Ni por dinero? —musita agarrándose las mangas del abrigo.

Acaba de acaparar toda mi atención.

—Si lo duplicas empezamos a hablar —Me apoyo en mi moto, no necesito que se sienta intimidada o se arrepienta de hablar de dinero.

—Te lo triplico, pago un mes de depósito a precio normal que no me tienes que

devolver…—Hace silencio antes de decir lo que quiere.

—¿A cambio de qué? —Es la negociación más fácil que he hecho hasta ahora.

—Me mudo ahora mismo y tú me ayudas a hacerlo. —De repente, ella ha tomado una

respiración profunda y lo ha dicho todo, casi sin respirar.

—¿Quieres que sea tu guardaespaldas? —Podría estar ofendido, pero es dinero de lo que hablamos, así que no me importa.

—Solo en lo que hacemos la mudanza. —Pone una mano en su pecho como si lo estuviera tratando de jurar —Te lo juro —Vale, si lo está jurando.

—Tengo condiciones, muchas de ellas —Acaricio el frío metal de mi moto. De verdad que me gusta vivir solo y por primera vez desde hace casi cinco años, me toca poner una habitación en alquiler; para empeorar la situación, tengo a una loca casi rogando que se la alquile —; también tengo dudas, la primera:

»¿Qué tiene esa habitación que la quieres tanto? —Dios de Sara que no diga nada muy raro —Por el precio al que la estás alquilando te podrías quedar con un piso para ti sola y no con un desconocido.

—No eres un desconocido —murmura agarrándose las mangas del abrigo. Su mirada parece perdida detrás de mí.

—¿No? —Me peino el pelo con más fuerza de la necesaria —, ¿nos hemos acostado y no

me acuerdo? —Intento recordarla, pero estoy seguro de que no ha pasado por mi cama. Últimamente ni para eso tengo tiempo.

—No, claro que te acordarías de algo así —Su tono ahora es de incredulidad. Estoy a punto de poner los ojos en blanco, niego con la cabeza —, pero es posible, no digo que cierto, que allá escuchado hablar mucho de ti.

» Sinceramente me parece que eres algo así como la comidilla de la universidad, así que solo me tenía que sentar en cualquier banco y escuchar lo que decían de ti. —Vuelve a mirar a todos lados menos a mí. —Estoy segura de que muchas de las cosas que escuché son mentiras. Por ejemplo: una chica dijo que le hiciste no sé qué posición llamada la caída del tigre. . .

—El salto del tigre —Le interrumpo.

—Sí ese, ella aseguraba que duro una semana sin sentarse bien. ¿Es verdad?, ¿es eso posible?, bueno no lo sé, tampoco tengo mucha curiosidad a decir la verdad. —No puedo dejar de ver sus manos, se mueven con elegancia, es como si acentuarán cada palabra que dice.

» La cosa es que antes de que terminará de escuchar esa historia, otra chica a su lado dijo que todo era mentira y que solo había sido un sueño, luego la que contaba dijo que no fue un sueño, sino una revelación y que en el futuro eso le pasará.

»¿Cómo me dijiste que se llama la caída? —Su mirada ha vuelto a caer en mí.

—El salto del tigre —Le aclaro. Supongo que Dayana sigue soñando conmigo.

Esa chica es bonita, pero esta más loca de lo médicamente recomendado para cualquiera.

—¿Eso es posible? —Sus ojos me miran como si tratará de absorber cada palabra que le voy a decir.

—No lo sé —Ahora parece que voy a vivir con otra igual de loca, pero tiene dinero, así

que me toca aguantar. —, ¿cómo me dijiste que te llamas?

—Milna, mucho gusto —Me tiende su mano y sonríe, me muestra todos sus dientes, sus mejillas parecen subir hasta la altura de sus ojos.

—Solo para que quedé claro —Tiendo mi mano hasta que entra en contacto con la de ella —. Primero: creo que estás loca; segundo: no sé si es posible hacer el salto del tigre, posiblemente eso solo funcione en el porno o con parejas muy experimentadas; tercero: tendremos muchas reglas, un millón de ellas si eso asegura que vivamos en armonía y orden; y cuarto, pero no menos importante: cobro en efectivo del uno al cinco de cada mes.

» ¿Estamos de acuerdo? —Aún estamos con las manos agarradas.

—Muy de acuerdo, Mike. —Inclino mi cabeza hacía un lado. Siento que estoy hipotecando mi alma al desastre.

 

 

 

Mike.

Reglas de convivencia:

  1. Mantener zonas comunes ordenadas.
  1. Reponer zumos, leche y agua en la nevera.
  2. No invitar personas a la casa sin anunciar un mes antes y haberla anotado en el libro de visitas.
  3. Agrega lo quieras a la casa.
  4. Si lo rompes, lo pagas.
  5. No soy tu amigo, pero si te vas a morir, puedes llamarme.
  6. Agrega las reglas que te parezcan pertinentes…




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