Capítulo 2
MIKE
A medianoche te vas y me dejas sufrir. Desde esa vez no he querido pararme de aquí.
La melodiosa voz de hombre se cuela a través de mi puerta; agarro la almohada debajo de mi cabeza y trato de asfixiarme con ella. Hoy no es un buen día para tener compañero de piso. Muevo las piernas para intentar colocarme fuera de la cama, todas mis terminaciones duelen, literalmente, todo me duele. Creo que lo único indoloro en mi bello cuerpo, es la cara; la cabeza me retumba, los músculos me palpitan al compás del corazón y mis ojos se niegan a abrirse.
—Okey Google, llama a Milna —La tecnología es una maravilla. Pasan unos segundos antes de escuchar su respuesta.
—No encuentro ningún contacto que se llame Milna, ¿quieres llamar a alguien más?
Me gustaría poder abrir los ojos para luego cerrarlos con tanta fuerza que con solo ese gesto quede claro mi frustración. Pensé en todo menos en pedir su número para emergencias, aunque siendo honesto conmigo, no creí necesitarlo.
Hago de tripas corazón, pongo las manos sobre mi cama y me impulso. Mi cuerpo cruje como si fuera espaguetis crudos, el camino a la puerta se me hace larguísimo. Es salir más allá del pasillo, arrastrar los pies hasta la sala, que no está muy lejos y finalmente llegar hasta el lugar que está ella.
Por leves segundos se me olvida que estoy casi muerto del dolor. La escena frente a mí es inesperada.
Una Milna distraída está sentada sobre un cama inflable, podría jurar que ella había dicho sillón, pero eso es tema de otra conversación, con un tazón de MyM al lado izquierdo y una bolsa de doritos al lado derecho.
—Milna —Nah, la cara también duele. El solo hecho de abrir la boca me produce ardor. —¡Milna! —Tengo que gritar con la fuerza que no tengo.
Atraigo su atención, casi me siento culpable por hacerlo. De pronto la música sigue de fondo y ella parece estar petrificada con la lima en una mano y la otra mano en el aire. Sus ojos están muy abiertos y su boca congelada en forma de O. No sé si esta asustada o impactada.
—Dios mío —susurra volviendo en sí. —, ¿qué te ha pasado? —Su camino hacia mí parece mucho más corto que el mío hacía aquí —Madre del amor hermoso. —Extiende una mano y la retrocede al mismo tiempo que yo retrocedo de ella.
—¿Podrías hacer silencio? —pregunto entre dientes.
No estoy jugando. Ahora mismo soy consciente de cada pequeña parte de mí cuerpo, porqué cada pequeña parte de mí, late y duele. Duele y late.
—Yo…por…por supuesto. —Sigue delante de mí sin pestañear. —¿Necesitas ayuda?, ¿te puedo ayudar en algo?
—¿Me puedes quitar el dolor? —pregunto sintiéndome peor a cada segundo que paso de pie.
—No, aún no tengo súper poderes, pero te puedo aliviar. —Se hace a un lado.
—No estoy disponible para nada sexual —murmuro a la defensiva, sé que parezco un Dios griego, pero cuando hasta el alma me duele no puedo pensar o hacer nada sexual.
—Me alegro, porque yo tampoco —Se pone a mi lado, para lo que supongo es me apoye en ella. Así que lo hago.
Me ayuda a moverme a la cama inflable, desciendo lo más lento posible hasta que mis piernas y brazos no me resisten más y solo me dejo caer. Puedo sentir algunos MyM correr hasta mí, parece que he tirado sus chucherías.
—Está calentito —susurro mientras siento mi cuerpo relajarse.
—Es una maravilla, lo sé —Voy a cerrar los ojos, la verdad es que, ahora mismo no me importa lo que pase conmigo, si después de esto puedo abrir los ojos está bien, y si no puedo, pues nada, al menos el dolor ha cesado. —Voy a ponerte unos parches calientes y luego te daré un masaje con aceite de romero para ayudar a desinflamar. —Hace silencio como si esperará una respuesta —¿Has tomado algo para el dolor?
—Sí, las pastillas para el dolor. —Esto se siente bien. El calor debajo de mi cuerpo y la atención no pedida de mi compañera de casa me hace sentir bien, es eso, o que el dolor ha interrumpido mi proceso mental.
—Bien, te voy a empezar a poner los parches. —No tengo fuerzas para pensar. Los primeros parches me los pone en el pecho —Voy a estar hablando, espero que no te importe.
—Si me importará, ¿dejarías de hablar? —Más parches son puesto sobre mis hombres, el izquierdo es el que más me duele, no puedo evitar retorcerme un poco cuando me toca por ahí.
—No, estoy nerviosa y los dos sabemos que si estoy nerviosa hablo mucho —Los siguientes parches los pone sobre mi estómago y tarda más de lo normal poniendo los de mi costilla, que también me duele como el infierno —, si presiono mucho, me avisas —Sus manos parecen moverse por todo mi cuerpo segundos antes de que vuelva a hablar —. Ya está, vamos a esperar quince minutos antes de empezar el masaje.
Un lado del cama inflable se mueve y la siento moverse.
Todo mi cuerpo se empieza a relajar. Es como si me hubiese dado una poción mágica que me entumece del cuello para abajo. Ya no siento nada y es un alivio.
—¿Qué te ha pasado? —Su voz está cerca, más de lo esperado.
—Nada —No voy a darle explicaciones, aunque sepa exactamente como calmarme el dolor.
—¿De verdad?, porque parece que te ha pasado un camión por encima.
—¿No has escuchado nada por ahí? —pregunto con ironía.
—No soy tan chismosa.
—No me digas. —Si es chismosa.
—Te lo juro, solía escuchar las primeras partes de la conversación cuando hablaban de ti porque ya había decidido que quería vivir contigo, pero desde que mencionaban sexo u otras cosas, yo me ponía mis auriculares y desaparecía del espionaje. —De vez en cuando siento la leve caricia de sus dedos sobre algún lado u otro.
—¿Ya habías decidido vivir conmigo?, ¿desde cuándo? —Cuando creo que ella es rara, se esfuerza un poco más por elevar sus estándares de rareza.
—Desde que vi tu anuncio y decidí que sería buena idea vivir fuera del campus.