Un Marido ideal

Capítulo 6

 

 

Capítulo 6

MIKE

 

Ceder a la tentación es fácil, sobre todo cuando la tentación pide a gritos algo de compañía con el calor de su cuerpo, su pelo lacio, su dulce voz adormilada.

Imagine que quedarme acariciándole el hombro iba a ser una locura al segundo que la pomada contra los golpes fue absorbida por su piel. Curarla es una cosa y acariciarla por petición, es otra.

—No soy tan bueno como parezco —Intento advertirle mientras acaricio su pelo. La parte más noble de mí me exige que le avise donde se está metiendo.

Llevo una lucha campal por dentro: Una parte de mí me grita que la siga consolando, que la consuele con mi cuerpo y que lo haga bien, de las mil maneras que conozco, pero la otra parte; la racional, me exhorta que me alejé y no me involucré con ella.

No estoy muy seguro el que, pero algo debe de esconder y yo ya tengo las manos llenas con mis propios problemas, como para verme involucrado en los suyos.

—Ninguna luz que deslumbra es tan brillante sin oscuridad y ninguna oscuridad es tan opaca sin algo de luz —murmura sin moverse. No es momento para usar la filosofía.

— ¿Eso que significa? —La piel de su cuello es caliente debajo de mis dedos —, ¿qué mientras contigo sea bueno no importa como sea con los demás? —Intento racionalizar todo con humor.

—Nop —Levanta su rostro —, digo que obviamente tienes cualidades malas, todos las tenemos, pero tienes otras cualidades buenas que resaltan.

¿Qué pasaría si la beso?

Respiro profundo.

— ¿Cuáles son tus cualidades oscuras? —Gira la cabeza hasta mirarme, sonríe, su aliento me choca en la cara.

—Mmmm, no me gusta la gente, por ejemplo, pero suelo ser el centro de atención —Sus ojos ya no están rojos de llorar, su cara se ve somnolienta —, se me dificultan las tareas diarias, las relaciones interpersonales se me dan muy mal, aunque podría ser la anfitriona de las mejores fiestas que te puedas imaginar.

—Creo que entiendo lo que las relaciones interpersonales —Mis manos llegan a su rostro sin saber cómo.

— ¿Y tú?, ¿cuáles son las tuyas? —¿Tenía que preguntar?

—Me cuesta resistirme a las tentaciones, por ejemplo —Sus ojos me miran, sus labios me gritan que cierre la distancia con los míos, y su piel me está casi suplicando que la toque ¿o es mi imaginación? —, no me gusta tratar con la mayoría de las personas que conozco, evito a Dayana con todas mis fuerzas —Ambos nos reímos ante mis palabras —. A veces me tomo muy en serio lo de amar al prójimo y lo de dar, en ocasiones, he dado hasta lo que necesito. Tengo un problema de control cuando sé que otra persona me necesita y no sé cuándo poner un alto.

— ¿Crees en Dios?

—Somos viejos conocidos, supongo que no nos entendimos en el pasado. —No tengo ganas de dar más explicaciones que está.

  • El silencio se siente bien.

— ¿Tentaciones?, ¿cómo cuáles? —pregunta minutos después, cambiando radicalmente de tema.

Al parecer, la empatía es habitante de desiertos.

—Ahora —susurro deslizando suavemente mis manos por la piel de sus brazos —, tengo ganas de besarte.

» Que tus ojos me hipnoticen, que tus mejillas se sonrojen, que tus labios se hinchen, definitivamente quisiera besarte hasta que la respiración de ambos sea inestable, y absolutamente incoherentes nuestros pensamientos.

—Yo también lo quisiera —susurra adormecida.

Podría tomar lo que me da. Es un buen momento, una buena oportunidad, pero no, voy a quedarme con la duda.

—Mejor no —Tengo que usar todo el autocontrol que ella cree que tengo, y solo depositar un beso en su frente.

—Hay tentaciones que es mejor no tomar, ¿verdad? —Sus ojos están cerrados y sonríe.

—Nah, hay tentaciones que se evitan mientras se pueda. —Solo mientras se pueda.

—Creo que me voy a dormir —Ella cambia de posición, recuesta su cabeza en mi pecho.

— ¿No te sientes rechazada? —Acaricio su pelo. He tenido mucho tacto, pero conozco muchas chicas que se ofenden al mínimo gesto de recular.

—No, solo compénsalo esta noche. —Mi corazón se está saltando algún que otro latido.

— ¿Cómo? —Dios de Milna, yo estoy intentando alejarme, ayúdame.

—Abrazándome. —Restriega su rostro de mi camiseta.

—Bien, eso puedo hacerlo sin cometer ninguna pasada de manos. —Lo último solo quería pensarlo.

—Es bueno oírlo. —Me abraza, segundos después su respiración es relajada. Ella solo confía.

 

 






—Piensa y luego actúa —Detengo uno de los ataques —, no al revés. —A veces me siento como papá pollito.

Dejo que el chico se vaya a refrescar. La mayor parte de mi trabajo consiste en levantarle la moral para que no abandonen. Ellos se desesperan todo el tiempo, casi al borde del abandono.

—Se solicita Mike a tierra, Mike a tierra —Lenon, se para frente a mi agitando sus manos ante mi cara —repito, Mike a tierra.

Los chicos se ríen, él es el tío divertido y tal vez millonario en el futuro.

— ¿Qué quieres Lenon? —Tengo las manos en mi cintura, no puedo evitar que se me escape ese lado de madre gruñona con él.

— ¿Amor, dinero, salud y sexo? —Él adopta la misma postura que yo.

— ¿No quieres la paz mundial? —Voy a una esquina y dejo que me ayuden a ponerme los guantes, a él también le ayudan.

Una vez al mes, nos subimos los dos al ring, es divertido, emocionante y trae ese toque de peligro que lo vuelve todo más interesante.

—La paz mundial es un cuento aparte. —Está sonriendo, mientras da pequeños saltos dentro del ring. —¿Qué pensabas?

—Nada —Pongo mi mejor cara de póker. A veces tengo miedo de que me pueda leer la mente.

— ¿Really? —La primera campanada suena.

Nos acercamos lo suficiente para analizar nuestros movimientos, pero no demasiado como para noquearnos.




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