Capítulo # 1
Tiempo después.
En la empresa Montiel.
En la oficina de Gabriela.
—Qué voy a hacer —comentó Gabriela en vía telefónica—, no quiero estar con Josué.
—Cariño, es algo inevitable —dijo su amiga—, es hora de que enfrentes tus miedos, él tiene que saber la verdad. Tienes que decirle lo que te pasó hace cinco años.
—¡No! —exclamó desesperada—. No me pidas eso, Dana. Sabes lo difícil que es para mí.
—Amiga, lo sé, cariño. Él es tu esposo, necesitas un hombre a tu lado, no una oficina y estar pendiente de tus trabajadores.
—Se lo prometí a mi padre. Jamás dejaría que la empresa dejara de existir.
—Gaby, la empresa de tu padre terminó de morir, cuando tu madrastra se quedó con todo, solo te dejó la casa y la empresa, eso sí… En la ruina si hubiera sido por Josué. La empresa Montiel, hubiera quedado en la historia.
—Gracias por recordármelo Dana, eres un amor —dijo con sarcasmo—. Josué se portó muy bien, mira lo que me salió por pedir ese préstamo. Un matrimonio de mentira.
—Amiga es de mentira porque quieres, no sé cómo soportas estar cerca de ese hombre y no besarlo, sentirlo pegadito a ti.
—Descarada, estás casada —le recordó entre risas.
—Casada, pero no ciega —aclaró riéndose—. Amiga, por favor, cuéntale la verdad, yo sé que no fue fácil para ti. Lo que viviste, es hora de que seas feliz.
—No lo sé —dijo insegura, todavía no quería decirle la verdad. Tenía miedo de su reacción
—Amiga te dejó. Llegó mi esposo —le informó cortando.
—Adiós, amiga —murmuró ella, colocando el teléfono en su lugar—. Dios mío, esto será más difícil de lo que imagine.
—De eso, no cabe duda —anunció Josué, entrando a su oficina—, le pedí a Marco que dejara mis cosas en tu casa, o ¿prefiere mudarte a la mía?
—Mejor mi casa —contestó, Gabriela con amargura—, pensé que era un juego tuyo, ya veo que no.
—Gaby tú me gustas muchísimo, quiero que tú seas la madre de mis hijos, eso es mucho pedir.
—La verdad, sí. No puedo negar que me atraes, pero tener hijos contigo, la realidad es que no me veo como madre —le explicó con sinceridad.
—Los dos hemos tenido, infancias difíciles. Por ejemplo, tu madre murió al tenerte, mi madre de una enfermedad del corazón, tu padre murió en un accidente y el mío está en una clínica especial, estamos solos, solo nos tenemos del uno del otro, es hora de tener compañía.
—Tienes razón, en esa parte —dijo ella levantándose para mirar hacia la ventana—. Necesito tiempo.
—Más cariño —soltó cansado—, estamos separados desde hace ocho meses.
—Eso fue por tu culpa, te fuiste a Italia. Llegas y piensas que todo será como antes, no hay confianza.
—Sí, la hay —afirmó Josué, caminando hacia ella y abrazándola de espalda—, sé que no hemos consumado nuestro matrimonio, todos los días pensaba en ti —confesó girándola para mirarla a los ojos—. Es hora que este matrimonio sea de verdad —se inclinó y beso sus labios, al principio ella no respondió, al besarla ella abrió los labios para profundizar el beso, él metió su lengua y comenzó acariciarla lentamente la ella, haciendo que el beso fuera más profundo y apasionado, Gabriela rodeó sus brazos en su cuello para no caerse, ese hombre besaba espectacular. Se había besado con sus antiguos novios, pero ninguno la había besado como él lo hacía. Josué se separó un poco de ella—. Me deseas amor mío, solo necesitamos más tiempo para estar completamente juntos.
—No seas presumido —dijo molesta—. Solo fue un beso nada más.
—No te molestes cariño, tú también lo has disfrutado, igual que yo —dijo sonriendo y apretándola más a su cuerpo, y la volvió a besarla, esta vez fue más salvaje, no podía separarse de él, hasta que se rindió.
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Cinco horas más tarde.
En una cafetería.
—¡Qué! —exclamó Dana—. Te beso.
—Cálmate, por el amor de Dios —pidió avergonzada, su amiga estaba haciendo un escándalo en la cafetería que queda al lado de la empresa, algunos de sus empleados estaban ahí—. Dana no eres normal, ¿verdad?
—Claro que sí —le aseguró un poco molesta—, la que no es normal, eres tú.
—Mira, quién habla —dijo Gabriela seria—. Lo único que te puedo decir que besa espectacular.
—Dios, así besa como será en la cama —murmuró divertida, mirándola con picardía—. De seguro lo estás pensado —dijo sonrió al ver a su amiga Gabriela apenada—. Es normal que lo desees es tu esposo. Yo sé que no eres una virgencita, por el amor de Dios, pareciera que lo fueras.
—Obvio que no lo soy —le aclaró avergonzada—, sabes muy bien que tengo más de cinco años, que no estoy con un hombre.
—Sí, eres peor que las monjas. Tienes que ser más liberal —le aconsejo, tomando un poco de café—. Es hora de que te sueltes, no ganas nada siendo así, aunque pensándolo bien, Josué debe de ser un hombre muy ardiente, su madre era italiana, y los italianos son puro fuego, ya me estoy poniendo caliente de solo pensarlo.
—Eres una loca —volvió a decir apenada—. No sé, cómo eres mi amiga.
—Porque soy especial, es por eso.
—Sí, debe de ser —afirmándolo—. Eres un caso muy serio y Daniel, ¿cómo está?
—Está muy bien —contestó sonriendo—. En este momento está en su trabajo, cada día estamos mejor. Lo amo.
—¿Y ya conoces a su mejor amigo? —preguntó por curiosidad, él le dijo que había conocido a un hombre en su viaje a Italia, que tuvo un accidente en su automóvil, se había visto realmente grave, estuvo a punto de morir, pero un milagro lo revivió.
—Todavía no, me dijo; que lo conocería muy pronto, que también está casado. Quería llevarle a su esposa para que conociera lo hermosa que es.
—Fue una suerte que Daniel lo salvara. Es un gran médico —comentó mirando a su amiga.
—Lo amo, a pesar de que siempre está metido en un hospital o en una clínica, es maravilloso estar a su lado —se expresó con amor—. Es hermoso tener al lado un hombre que te ame.