Un matrimonio de mentira

Capítulo # 3

Capítulo # 3

En la mansión Palmer Montiel.

—Nos conocemos —preguntó Daniel mirándolo. 

—Puede ser —respondió Josué.

—Pasen —ofreció Gabriela.

—Qué linda está tu casa, amiga —comentó Daniel.

—Gracias, Daniel —dijo Gabriela alagada.

—Siéntense —les ofreció Josué—. Iré a decirle a Marco que traiga unas bebidas.

—¿Puedo ir? —preguntó Daniel mirando a Gabriela.

—Claro que sí, estás en tu casa.

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Daniel se dirigió a la cocina, al llegar consiguió a Marco y Josué platicando.

—Sabía que eras tú —habló Daniel, sin salir de su asombro—. Josué, ¿qué demonios haces aquí?

—Aquí vivo con mi esposa —respondió serio—. Jamás pensé, que Dana fuera tu esposa, el mundo es un pañuelo.

—Así es —afirmó acercándose a él—. ¿Y cómo sigues?

—Mejor, los medicamentos, me han funcionado, te pido que no le digas a Dana y menos a Gaby que tú y yo nos conocemos, menos de la peor manera —le pidió con seriedad. 

—He hablado de tu accidente, saben toda la historia, nunca le he dicho cómo te llamas Josué. Gaby tiene que saber la verdad, tu salud es un poco delicado y tú lo sabes —le recordó mirando a su amigo.  

—Lo sé, Marco me da mis medicinas y trató de no abusar. Quiero tener una familia, amigo y Gaby es la mujer adecuada para tenerla.

—Eso no lo discuto, trataré de no ser tan obvio contigo. Pasa mañana por la clínica para hacerte unos exámenes rutinarios —dijo serio—. Es un gusto, volver a verte.

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En la sala.

—Se están tardando un poco —comentó Dana mirando a su amiga.

—Deben de traer comida.

—Aquí trajimos unos bocadillos —anunció Josué, sonriendo—, espero que te guste el helado de chocolate con arequipe y traje galletas de vainilla y limón.  

—Me encanta el helado —exclamó Dana emocionada.

—Pareces una niña —dijo Gabriela sonriendo.

—Cuando son helados, lo soy —afirmó ella divertida.

—Debe de ser un desafío estar casado con ella —habló Josué y riéndose a carcajadas.

—Eres un odioso —dijo Dana sacándole la lengua.

—Más o menos —afirmó Daniel, divertido.

—Parecen niños —comentó Josué.

—Cada vez que se ven, es lo mismo —dijo sonriendo Gabriela, agarró una copa de helado y comenzó a degustarlo—. ¡Delicioso!

—Lo traje de Italia.

—¿De verdad? —preguntó incrédula Dana.

—Sí, como es uno de mis favoritos, por eso los compré, también compré unas golosinas.

—¡YO QUIERO! —un grito de emoción Dana. 

—Eres un caso tesoro —dijo Daniel dándole un beso en la mejilla.

—Fue todo un reto, ¿su matrimonio? —preguntó Josué curioso, cuando conoció a Dana hace solo ocho meses y luego se tuvo que ir a Italia porque su familia por parte de su madre lo necesitaba, allí tuvo ese horrible accidente que casi pierde la vida.

—No. Nos casamos hace un año, apenas estamos esperando a nuestro primer bebé —se expresó orgulloso Daniel.

—¡Wow! ¡Muchas Felicidades!, espero que Gaby me dé ese maravilloso regalo, que es tener un hijo.

—Tienes que ponerse a practicar —dijo divertido Daniel—, así vienen los niños practicando, ¿verdad amor?

—Sí —afirmó avergonzada Dana.

—Estás como un tomate —dijo burlón, Gabriela—. Amiga, quien lo diría —soltando una carcajada.

—Odiosa —haciéndose la ofendida.

—Cuéntame, Josué. ¿Te quedarás mucho tiempo en Venezuela? —preguntó Daniel.

—Sí, me gusta mucho este país. Aquí nací, lástima que a mi madre no le gustara, era una italiana muy dura y sobre todo amaba su país.

—Yo no la critico, jamás me mudaría de Venezuela, me encanta todo lo que tenemos aquí, quiero que mis hijos sean venezolanos, no irme a tenerlo en otra parte, como hacen los famosos. Le roban su identidad —comentó Gaby. 

—Eso es verdad, amiga —afirmó Dana apoyándola—, mi bebé nacerá aquí en Venezuela – Caracas. 

—Los países tienen sus historias, es bonito amar tus raíces, en Italia tengo a toda la familia de mi madre y cuanto estoy allá, siento mucha nostalgia. Deseo estar aquí que allá —confesó.

—Italia es un lugar preciso, me encanto estar allá —habló Daniel emocionado.

—Sí, Italia tiene sus encantos, solo me gusta estar allá de visita —comentó Josué serio—, allá tengo muy malos recuerdos, también.   

—Todos tenemos malos recuerdos —aclaró su esposa—. En fin, es parte de la vida. 

—Eso es verdad —afirmó Daniel.

—Qué les parece, si terminamos de comer estos bocadillos y nos vamos a comer a un buen restaurante —anunció Josué.

—Claro que sí —acepto sonriendo Daniel.

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Después de comer los bocadillos, las cuatro personas se fueron a comer un restaurante muy alegre y divertido, luego de tener una cena agradable, cada pareja se fue para su hogar.

Josué, al llegar, se fue directo a la cocina, mientras Gaby, estaba en su habitación colocándose el pijama.

—Qué día —murmuró ella colocándose el pijama.

—Hola —dijo Josué entrando y quitándose los pantalones, dejándolos a un lado—, qué día, verdad. 

—Sí —respondió un poco ida, sin poder dejar de mirar a su esposo, tenía un cuerpo de infarto, abdominales de ensueño, una piel lisa y bonita. Se le hacía difícil pensar que él es su esposo, solo lo había visto como cinco veces, cuando lo fue a buscar para pedirle el préstamo, él solo le dijo que se casaran para podérselo dar, al estar casados le dijo; que se lo regalaba, él le había hecho firmar unos papeles, que ni ella recordaba bien lo que decía en realidad.   

—Estás ida, amor mío —habló él acercándose a ella, agarrándola de la cintura—. ¿Estás pensando en mí? 

—No —mintió mirándolo a los ojos.

—Eres una mentirosilla —dijo divertido—, estás asombrada de lo guapo que soy. 

—Eres un idiota, cómo te atreves —soltó quitándoselo de encima, él no lo permitía—. Suéltame, Josué tienes un gran ego.    




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