Capítulo # 4
En la clínica.
—Sí, te cuidas uno o dos años más —contestó Daniel sentándose en su silla—. Pero, si no lo haces es menos tiempo. Me estoy movilizándome para conseguirte un donante lo más pronto posible.
—Claro que lo sé, todas las noches pienso en eso —le confesó desesperado—, quiero una familia.
—Amigo, cálmate, tu corazón necesita estar tranquilo. Vete a casa —dijo tratando de sonreír—. Gaby te está esperando.
—Adiós amigo, nos vemos luego —dirigiéndose hacia la puerta.
—Te espero la próxima semana —le ordenó su médico.
—Estaré puntual como siempre —afirmó marchándose.
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En la mansión Palmer Montiel.
Gabriela había mirado por la ventana, eran las siete de la noche y aún no aparecía Josué por ninguna parte, eso la tenía preocupada. Él no era de ausentarse tanto tiempo.
—Señora, ¿está preocupada por el señor? —preguntó Marco.
—Sí, un poco, él no se tarda tanto —respondió angustiada.
—No se preocupe, siempre sale con su medicamento a todas partes —soltó él sin más.
—Su qué —dijo alarmada—. ¿Qué tiene Josué?
—Nada cariño —habló Josué entrando a la casa—. ¿Qué pasa?
—Marco dijo; que siempre llevabas contigo tu medicamento —comentó ella preocupada—. ¿Estás enfermo?
—No —mintió con una sonrisa en sus labios—. Solo que a veces se me da dolor de cabeza y es molestoso.
—Tienes que verte un médico —insistió Gabriela inquieta y acercándose a él.
—Tranquila, cariño, ya fui —dijo él con voz serena.
—La señora preparó la cena —comentó Marco.
—Qué maravilla —sonrió él y dándole un beso en los labios—. Vamos a comer, tengo hambre.
—Vamos.
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Tres horas después.
En la habitación.
—Hacer el amor contigo, es tan delicioso —dijo Josué besándola en el cuello.
—Deja —dijo entre risas—, me haces cosquillas.
—Eres tan exquisita —habló él con voz ronca de deseo, besado su cuello nuevamente, bajando lentamente hacia sus senos. Gabriela se sintió satisfecha y deseosa, él la acarició aún más, él solo sonrió presuntuoso.
Al día siguiente.
El sol iluminaba toda la habitación, Josué se movió un poco, con su mano izquierda comenzó a buscar a Gabriela, ya no estaba en la cama, abrió los ojos de par en par.
—Buenos días, cariño —habló Gabriela dulcemente.
—Buenos días, amor mío —respondió Josué alegre—. Ven a la cama, hoy es sábado y necesito que me consientas más de la cuenta.
—Eres un goloso —dijo divertida y caminando hacia él.
—Ven —agarrándola de la muñeca, trayéndola hacia su cuerpo—. ¿Qué te parece sí nos duchamos juntos?
—No es mala idea —sonrió con picardía.
—Gaby. Eres una mujer maravillosa —se expresó mirándola con amor—. No sé qué haría sin ti.
—Eres tan bueno, Josué —dijo, dándole un beso en los labios—, te quiero Josué y mucho.
—Yo también te quiero —confesó besándola con tanta ternura, ella sintió ganas de llorar.
Josué sabía que su corazón, tenía una dueña y esa era Gabriela Montiel, solo bastaron dos semanas para que su corazón se enamorara completamente de ella. Al principio parecía ruda, en el fondo era una mujer dulce, sensible y lucha por salir adelante sola, sin ayuda de nadie. Demostrando al mundo que, sin un hombre, podría hacerlo, la empresa volvió a brillar de nuevo y todo gracias a ella.
—¿Quieres ir a comer? —preguntó Josué mirándola a los ojos.
—Me encantaría, pero —dijo Gabriela seria—. Necesito ver unos papeles con urgencia, me tomará mucho tiempo.
—Amor mío —dijo, tratando de sonreír—. Hoy es sábado, es día de descansar.
—Claro, que lo sé —expresó con fastidio—. La empresa todavía le falta ciertas cosas y tengo que estar más pendiente de ella, entiéndeme por favor.
—Te entiendo, amor mío —habló con seriedad—, debes de entender que tu cuerpo necesita descanso, trabajas desde las ocho, hasta las cinco u ocho de la noche. Todavía llegas y ayudas a Marco con la cena, amor mío. Eso es demasiado para ti.
—Josué eres un amor, de verdad me alagas que te preocupes por mí, necesito seguir reuniendo una cierta cantidad y luego buscar a alguien para que me ayude con la casa —explicó suspirando—. No voy a aprovecharme de tu dinero, sé que eres mi esposo y que ahora estamos en nuestro mejor momento, no quiero que pienses que soy una mujer que le gusta vivir de los demás, nunca me gusto. Menos ahora por ser una Palmer.
—Amor mío, te conozco muy bien, cuando tuve en el hospital, Marco estuvo pendiente de mis cuentas y todo estaba intacto, para ser sincero. Quede sorprendido, al saber que, en ocho meses, no tocaste mi dinero y eso me hizo pensar que no eres de esas mujeres que están al lado de un hombre por dinero, sino que lo hiciste por fuerza mayor —dijo con calma—. Te admiró Gaby y no sabes cuánto, cuando te pedí que te casaras conmigo, me dije a mí mismo “No aceptara”, aceptaste tan rápido que me dejaste estupefacto.
—Estaba desesperada. La empresa que mi padre por años batallo y solo bastaron, tres meses para que se derrumbara —dijo con tristeza—, esa mujer fue una víbora.
—No vale la pena hablar de ella, la mía vita (Mi vida)
Gabriela sonrió.
—¿Qué significa?, se escucha tan bonito —preguntó sonriendo.
—Significa, Mi vida —respondió feliz, dándole un beso en los labios—. ¿Quieres que te enseñe, italiano?
—Sí, por favor.
—Ahora en adelante te enseñaré hablar correctamente el italiano —dijo para besarla con amor, ella rodeó sus manos en su cuello para profundizar el beso y separándose—. Sei così squisiti il mio amore (Eres tan exquisita, amor mío), solo sonrió al escucharlo.
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Una hora después.
En el comedor.
—Desayuno, estaba delicioso, Marco —comentó Gabriela terminando de comer.