Un matrimonio de mentira

Capítulo # 5

Capítulo # 5

Jamás pensó que estudiar italiano sería fácil, estaba equivocada, cada palabra era difícil, solo podía ver las risas de su esposo y su mayordomo, se divertían al verla sufrir, tuvo casi cuatro horas sentada para aprender las palabras más sencillas, aprendió a pronunciar, se sintió frustrada.

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En la mansión Palmer Montiel.

—No es fácil aprender italiano —dijo Gabriela dejando a un lado el lápiz, y frotándose la frente.

—Es cuestión de tiempo —dijo su esposo, dándole un beso en la cabeza—. Solo tienes que tener paciencia, amor mío.

—Así es señora —habló Marco sonriendo—. A mí también me costó un poco aprender el español, sé manejarlo a la perfección.

—Gracias por su apoyo, se los agradezco —dijo agradecida.

—Amor mío —le dijo alegre—, es mejor ir a comer algo rico.

—Gracias por la oferta, tengo trabajo que hacer —anunció Gabriela levantándose de la silla—, más tarde los veo.

Josué frunzo el ceño.

—Señor, no se moleste, acuérdese de su corazón —le recordó Marco.

—Tranquilo, Marco —dijo él suspirando—. Mi mujer es un caso único.

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Gabriela entró a la biblioteca, se sentó, abrió la gaveta que se encontraba en su escritorio, sacó unos documentos y a continuación comenzó a ojearlos una y otra vez, todo estaba en orden, pero tenía que seguir revisando uno a uno. No dejaría ninguna hoja sin revisar, perdió casi toda la tarde en ellos.  

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Unas horas después.

—¿Cuánto tiempo te quedarás allí? —preguntó su esposo, mirándola desde la puerta.

—Creo que termine —dijo ella levantándose—, estoy muy cansada. El lunes será un día duro, vendrán unos nuevos clientes que quieren hacer negocio conmigo. 

—Amor mío, es una maravillosa noticia —comentó caminando hacia ella, abrazándola—. Te deseo éxito. 

—Grazie —dijo sonriendo, él la miró atónito—. Poco a poco, amor mío —sonrió y lo beso con pasión.

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Los días fueron trascurriendo normalmente, Josué seguía siendo más cariñoso y detallista con Gabriela, la llevaba a bailar, a comer en unos de los restaurantes más elegantes de toda Caracas, todas las noches hacían el amor una y otra vez.

Gabriela cada día sentía que su corazón, crecía cada día más con los detalles que le daba su esposo, se estaba enamorando de él, tan rápido que se estaba asustando de salir herida de nuevo. Todavía su mente le recordaba la traición de Eduardo.

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En la empresa Montiel.      

—Entonces quedamos de acuerdo —dijo Gabriela mirando a su nuevo socio, en menos de una semana tres empresas habían estado interesados en su nuevo proyecto, lo mejor de todo que su empresa se estaba convirtiendo en la mejor.  

—Claro que sí —dijo él extendiéndole la mano—. Es un placer hacerlo con usted señora —le afirmó, y ella solo sonrió—, nos veremos dentro de unos meses.

—Lo estaremos esperando —dijo Gabriela levantándose de su puesto, para acompañarlo hacia la puerta—. Que tenga un buen día.

—Igualmente —dijo retirándose.

—Amiga —habló Dana entrando a la oficina—. ¿Y cómo te fue?

—De maravilla —respondió feliz—. Acepto todo el trato, más bien estaba asombrado de las ganancias que hemos logrado en tan solo pocos días, está fascinado con el trabajo que hemos hecho en tan poco tiempo.

—¡Muchas felicidades! Te mereces esto y mucho más —sonrió sentándose en el sofá que se encontraba en la oficina—. ¿Y dime? Como van las cosas con tu italianito-venezolano —habló pícaramente.  

—No será, venezolano-italiano —la corrigió ella arqueando una ceja. 

—Se escucha más sexi decir italiano de primero —dijo divertida—. Dime, ¿cómo se porta?

—Muy bien —sonriendo—. Cada día nos llevamos mejor.

—¿Y cómo es en la cama? —preguntó mirándola con picardía.

—Bien, muy bien. Diría yo —habló divertida—. ¿Y cómo se porta el bebé?

—Estamos muy bien —confirmó emocionada—. Estoy muy ansiosa que mi vientre crezca cada vez más y más.

—¿Quieres estar como una vaca? —comentó burlona, de la cara de su amiga. Eran de pocos amigos—. Es una broma, Dana.

—A veces eres tan cruel —haciéndose la dolida—. ¿Y para cuándo me das la noticia?

—¿Cuál? —preguntó extraña.

—De tener un bebé —soltó sonriendo.

—La verdad, nada de eso —afirmó Gabriela seria—. No me he cuidado, igual lo hice con Eduardo, nunca quedé embarazada.

—Ese infeliz, gracias a Dios, que muy desgraciado estaba sano —se expresó furiosa—. No te pego ninguna enfermedad.

—Todo, el tiempo él usaba protección —recordó que él siempre se había cuidado, cayó en cuenta que Josué jamás lo había hecho en todo este tiempo que estaban haciendo el amor—. Dios mío. 

—¿Qué pasa? —preguntó su amiga angustiada.

—Josué no se ha cuidado, yo siempre de tonta que me confió de los hombres, bueno de Eduardo y de Josué —comentó alarmada.

—Por dios, ¿qué pasa?

—Creo que, si hay una posibilidad de que esté embarazada —anunció sentándose lentamente al lado de su amiga, tocándose el vientre—. Josué no se ha cuidado nunca.

—No te preocupes, él no quiere un hijo —le recordó mirándola.

—Sí, claro, ya entiendo todo —dijo furiosa—. Con razón es tan atento conmigo, si debe de creer que ¡Estoy embarazada!

—No, amiga —habló mirándola con seriedad—. Josué no es de esos, no creo que te esté utilizando. Me contaste lo que le paso en Italia, me niego a creerlo, sobre el bebé, si estás embarazada… Hazte una prueba y listo.  

—Me iré con mi ginecóloga, tengo que salir de esta duda… Lo más pronto posible —comentó acariciándose el vientre.

—Yo te puedo acompañar —se ofreció sonriendo—. Así aprovecho y me examino.

—Está bien —dijo Gabriela suspirando—, ya estoy nerviosa —confesó asustándose con la idea de ser madre—. No estoy preparada para dejar la empresa y dedicarme a un niño.




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