Un matrimonio de mentira

Capítulo # 6

Capítulo # 6

En la mansión Palmer Montiel.

—¡Qué! —exclamó Josué lleno de alegría.

—¡Sí!

—Avere un bambino —dijo excitado de la emoción—. Io sarò padre.

—¿Qué dices? —preguntó nerviosa—. No te estoy entendiendo nada.

—Tendremos un bebé y seré padre —aclaró sonriendo—, eso lo que dije, amore.

—Sí, tendremos un bambino en casa —afirmó Gabriela, agarrando las manos en él y colocándoselo en el vientre—. Aquí está nuestro hijo o hija —dijo con los ojos llenos de lágrimas.

—Mi amor —murmuró levantándose un poco, beso sus labios con tanto amor y frenesís.

Marco venía entrando con la bandeja cuando encontró a sus jefes besándose y giró, se retiró de nuevo hacia la cocina.

Él separándose un poco de ella. 

—Eres maravillosa —dijo el enamorado—. Me has hecho el hombre más feliz del mundo. 

—Por un instante pensé que, lo sabías —comentó Gabriela mirándolo a los ojos.   

—¿Saberlo? —murmuró sin entenderla.

—No me hagas caso —dijo sonriendo.

—Mi amor, estoy feliz —habló Josué acariciándole el vientre.

—Estoy feliz —se expresó extasiada.

—Traje los postres —comunicó Marco y trayendo la bandeja. 

—Marco, Gaby me acaba de dar la mejor noticia del mundo —comentó orgullo—. Vas a tener en casa un bambino.

—Oh… —susurró mirándolos con asombro—, un pequeño en casa. Felicidades a los dos —los felicito con una sonrisa sincera. 

—Gracias —dijo Gabriela.

—Espero que sea un niño —comentó sonriendo Marco.

—O una niña —habló alegre Josué, levantándose—. Comamos, ahora mi amada esposa comerá por dos.   

—Así es —confirmó Marco.

—Comeré lo más saludable, no quiero engordar mucho —comunicó Gaby. 

—Gordita o flaquita, eres divina amore —afirmó su esposo contentó.

—Gracias —murmuró sonrojada.

—Es hora de comer un poco —dijo Marco dándole el vaso lleno de jugo de limón.

—Gracias —aceptando, miró a su esposo que también le había entregado galletas de chocolate—, no tengo tanta hambre. 

—Señora, debe de alimentarse bien.

—Sí, lo sé, mientras mi estómago no pida más, no lo obligaré.

—Tienes razón —dijo su esposo sentándose al lado de ella. 

—Me retiró.

Después de degustar la merienda, se retiraron hacia la habitación, se acostaron en la cama y prendieron la televisión, disfrutaron de una película de acción.

—Está muy buena la película —comentó Gabriela, tenía su cabeza en el pecho de su esposo. 

—Sí, es muy buena.

—Josué, ¿cuándo conoceré a tu familia por parte de tu madre?

—Eh… —murmuró él mirándola—. ¿Por qué quieres conocerlos?

—Soy tu esposa, tengo derecho. Aunque si no quieres presentármelos, está bien.

—Sí, quieres conocerlos, los conocerás —dijo él sonriendo—. Déjame preparar todo y yo te aviso —dándole un beso en los labios. 

Ella solo sonrió.

—¿Y has pensado sí, quieres niño o niña? —preguntó ella.

—Me gustaría que fuera un niño, para que sea el hombrecito de la casa. Me fascinaría si tuviéramos una niña —se expresó alegre—. Lo que Dios nos envié, será bueno.

—¿Y qué nombre te gustaría colocarle?

—Sí, es niño, me gustaría que se llamara Xavier Alejandro… Así se llama mi padre —expresó él mirándola—. Si no te gusta, no te obligaré a colocarle ese nombre.  

—Es lindo, me gusta —dijo sonriendo—. ¿Y si fuera una niña, qué nombre le colocarías?

—Priscilla cómo mi madre —habló con seriedad—. Aunque pudiera ser Prisca o Priscila, ¿depende cómo te guste?

—Priscila me gusta más, que Priscilla o Prisca —respondió, seria—. Debe de imaginarme que allá en Italia, será lo mismo si le colocamos Priscila, se puede prenunciar Priscilla o Prisca —dijo levantándose un poco mirarlo a los ojos. 

—Eso es correcto —le dijo con formalidad—. Si no te gusta el nombre, podremos colocarle el de tu madre, ¿si así lo prefieres? 

—No, sería una cadena muy larga —soltando un suspiro—. Mi madre se llamaba Gabriela como yo, pero le decían de cariño Ángeles porque mi abuela también se llamaba Gabriela —comentó con rudeza—, odio admitirlo, no me gusta esa cadena de nombre a las primeras nietas que tienen que llevar el nombre Gabriela, me parece una tontería. Yo siento que, si no tuviera una identidad, ¿me entiendes?   

—Perfectamente —afirmó Josué levantándose un poco para estar al nivel de ella—. Yo también me iba a llamar Francisco como el padre de mi madre, es una tradición como dices tú, mi padre no lo permitió. Pienso que fue unos de los motivos por los cuales mis padres no siguieron su relación, cuando ella se enfadaba se lo sacaba en cara… Mi padre molesto explotaba diciéndole que ya no la soportaba y que solo esperaba el día que se fuera de su vida, cuando mamá lo hizo. Mi padre no fue el mismo —habló con tristeza—. Hacían una pareja hermosa… En fin, no tuvieron un final feliz.      

—¿Y por qué te colocaron el nombre de Josué? —preguntó con mucha curiosidad.

—Fácil, a mi padre le gustaba el nombre Josué y como a mi madre le gustaba David. Me nombraron Josué David Palmer Di Rossi. 

—Al menos te colocaron un nombre distinto, yo soy Gabriela de los Ángeles Montiel Gómez, ja, ja, ja —dijo riéndose a carcajadas—. Solo cambiamos el apellido, nada más, pero de resto todo igual.    

—¿Y cuántas generaciones llevan el nombre Gabriela?

—Ocho generaciones, todas las niñas que fueran primogénitas deben de llevar el nombre de Gabriela de los Ángeles, eso sí, solo una Gabriela, las demás pueden llamarse como sus madres lo deseen. Yo no pudo salvarme porque mi madre fue la mayor, me tuvo a mí.   

—¿Qué nombre te hubieras gustado llamarte?

—Luciana —contentó con rapidez—. Es un nombre imponente y cuando lo escuche de una amiga de mi abuela que era española, me fascino.  

—Es un nombre muy bonito —afirmó sonriendo y acercándose a ella—. Me encanta Gabriela, porque puedo llamarte Gaby —comentó besándole los labios—, te quiero mucho.    




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.