Capítulo # 8
Horas después.
En Italia.
Gabriela despertó con un fuerte dolor en la espalda, los dolores no eran tan fuertes, pero si molestosos, su ginecóloga le explicó que más se acercara la hora de dar a luz, sería molesto. El bebé se estaba acomodando para la hora del alumbramiento.
—Buenos días —habla Josué sonriendo y dándole un beso en los labios—. ¿Y cómo te sientes?
Ella sonrió levemente.
—Un poco adolorida.
Él la miró preocupado.
—¿Estás bien? —preguntó acariciándole con cariño el cabello—. Sí, quieres llamo a un médico.
—No —respondió con tranquilidad—. La doctora me explicó que el bebé debe de estar en posición de nacimiento y como se mueve, por eso siento molestia.
—Lo siento —dijo él acariciándole el vientre—. Por mi culpa, estás incómoda.
—Claro que no —aclaró sonriendo—. Esto es normal, solo será unos momentos y nada más.
—Espero que pase pronto.
—Yo también.
—¿Quieres desayunar? —le preguntó.
—Sí —afirmó Gabriela sintiendo un poco de hambre.
—Le diré a Marco, que prepare algo —anunció dirigiéndose a la salida.
Josué se dirigió a la cocina en donde se encontraba Marco, él le comunicó que le preparara el desayuno, él sonrió gustoso y de inmediato empezó a preparar la comida.
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En diez minutos Gabriela se encontraba en el comedor desayunando al lado de su esposo, su dolor había pasado, se encontraba mejor, después de desayunar salieron a caminar un poco hacia el mar y así Josué pudiera respirar aire puro, que tanto lo necesitaba, aunque ellos no habían dicho sus sentimientos, se demostraban su amor en detalles, respeto y con una hermosa sonrisa que se dedicaban mutuamente.
—¿Te gusta Italia? —preguntó su esposo con cariño.
—Sí, es muy hermosa, igual como lo es Venezuela —le afirmó sonriendo.
—Lo mismo pienso yo —confesó orgullo.
—Me gustaría, volver cuando nuestro bebé esté más grandecito —comentó entusiasmada.
—Es una buena idea —dijo emocionado, al saber que su mujer le gustaba el país de su madre, al menos no tendría problemas que su hijo creciera con las dos culturas.
—Vayamos por allá —dijo ella jalándolo para ir a ver a los pequeños niños que jugaban en la arena.
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Los enamorados se acercaron a mirar a los niños, se rieron al ver a dos pequeños de tres a cuatro años, jugando a la arena y a la guerra también, Josué se imaginaba como sería su pequeño hijo cuando estuviera de esa misma edad, no estaría para disfrutarlo y menos verlo crecer, platicar de padre e hijo. Se sintió tan frustrado, Daniel le había explicado que la lista era muy larga y tenía que esperar un poco más, pasaba el tiempo y menos posibilidades tenía de seguir con vida.
—¡Qué lindos, verdad! —exclamó Gabriela emocionada.
Él sonrió y respondió:
—Sí que lo son.
—Ven —dijo agarrándolo de la mano—, sigamos caminando.
—Claro.
En eso se acercaron dos personas desconocidas.
—Hola, Josué —habla sonriente Antonieta.
Gabriela al verla se puso muy alerta.
—Hola —contestó educadamente Josué—. ¿Cómo has estado?
—Muy bien —respondió sonriendo a su ex prometido—, con mi novio.
—Oh… Que bien —murmuró Gabriela.
—¿Y para cuándo nace? —preguntó Antonieta mirando el abultado vientre de ella.
—Un mes —respondió ella.
—Maravilloso —soltó Antonieta emocionada—. Mi novio y yo. Nos casaremos pronto, lo que más deseamos es tener un bebé.
—Mucha suerte —dijo Josué serio.
—Gracias Josué, fue un placer verlo —les dijo, ella alejándose de la pareja.
Gabriela, al verlos perderse de su vista, habló:
—Pensé que vendría a molestar.
—Yo también —confesó él mirándola.
Ambos se rieron en complicidad, les daba mucha risa que los dos pensaron lo mismo.
Josué tomó su mano.
—Nos vamos, amor mío —dijo él mirándola con amor.
—¡Claro! —exclamó divertida—. Quiero comer un rico helado.
—Lo que usted, diga.
—Así me gusta —le sonrió bromeándole.
Josué llevó a Gabriela a una pequeña heladería que se encontraba solo a tres cuadras de donde estaban hospedados, Gaby disfruto de su helado triple de chocolate negro y chocolate blanco, él quería comer un poco, su salud no se lo permitía para aguantar la tentación, saco su cámara digital y le tomó muchas fotos a su esposa disfrutando del helado, después se tomaron algunas fotografías juntos.
Gabriela y Josué quedaron de acuerdo en sacarse muchas fotos, al momento que él no estuviera en la vida de su pequeño hijo. El pequeño Xavier Alejandro crecerá y preguntará por su padre, Gaby le enseñaría las fotos de su padre, aunque ella no estaba de acuerdo, porque sentía que su esposo estaba seguro de que moriría, eso a ella la tenía completamente destrozada.
—Wow, son muchas fotos —comentó ella impresionada.
—Sí —dijo sonriendo—, cuando Xavier esté más grande, podrá ver lo mucho que nos “queríamos”
Ella sintió un nudo en la garganta, quería decirle que lo amaba, Daniel le había explicado que Josué se encontraba muy delicado de salud y cualquier emoción podría matarlo, no podía decirle que lo amaba como tanto había deseado decírselo, su miedo era más fuerte que sus sentimientos.
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Horas después.
Gabriela estaba en un enorme salón en la ciudad italiana, al lado de su esposo y rodeada de personas que jamás había visto en su vida, con la mirada buscaba a Fiorella, no la ubicaba por ningún lado.
Un hombre mayor de sesenta y dos años se acercó a ella.
—Buenas noches —habló sonriendo.
—Buenas noches —respondió Gabriela educadamente.
—Me dijeron que eres la esposa, de Josué Palmer —le soltó extendiéndole la mano.
Ella recibió el saludo y sonrió.