Capítulo # 9
En la clínica.
Gabriela se encontraba adormilada por causa de la anestesia, quiso abrir los ojos, pero no podía, lograba oír las voces en su habitación, solo recordó o soñó escuchar de los labios de Josué que le decía que la amaba.
.
.
Minutos después.
En la clínica.
En la habitación de Gabriela.
—Está precioso —expresó Gabriela, mirando a su bebé por primera vez.
Josué sonrió, miró a su esposa como sostenía a su pequeño hijo.
—Es todo un galán —dijo orgulloso, observó que su pequeño Xavier heredo el color de piel de su madre moreno claro, sus ojos son verdes como los de él, aunque era muy pequeño para diferenciar a quien de los dos se parecía más.
—¿Y Marco? —preguntó un poco preocupada desde que despertó, no lo había visto por la habitación.
—Está en la casa. Fue a dar la noticia a la familia —le contestó sonriendo.
—Pobre —murmuró alegre—. Le dejarán la oreja roja de tanto que le preguntarán.
—De eso no cabe duda —afirmó él riéndose—, lo importante es que tenemos un hermoso y sano hijo.
Gabriela sonrió y le dio un beso en la mejilla a su pequeño tesoro.
—Lo amo —confesó enamorada.
—Y yo los amo a los dos —dijo él sonriendo.
Ella quedó muy quieta y miró a los ojos.
—¿Me amas? —preguntó sin poder creerlo.
—Sí, amor mío —confesó mirándola con amor—. No sabes cuánto —dijo caminando hacia ella, se sentó en la cama con cuidado y con sus manos le agarró su rostro—. Te amo desde hace mucho tiempo, tenía miedo de decir mis sentimientos porque pensé que podrías, pensar que mentía porque llevabas en tu vientre a nuestro hijo. Por eso no te lo dije antes, ¡Te amo!
—Yo también te amo —dijo sollozando de la emoción—. Y no sabes cuánto.
—No llores, amor —pidió limpiándoles las lágrimas que habían caído—, espero que sea de felicidad.
Ella le dio un beso en los labios.
—Claro que lo es —afirmó radiante—. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida —dijo con una hermosa sonrisa y mirando a su pequeño—. No, son ustedes lo mejor que me ha pasado en la vida, los amo tanto.
—Nosotros también a ti, amor mío —dijo él mirándola con un infinito amor.
Xavier comenzó a quejarse.
—Oh…—susurró Josué, mirándolo con amor—. Debe de ter hambre este guapo.
—Sí —dijo ella, acomodándolo con cuidado para que el pequeño succionara el pezón, Xavier abrió su pequeña boquita para empezar a succionar, al principio el pequeño lo rechazaba, al final se alimentó muy bien—. Me duele —murmuró quejándose un poco por lo hinchado que había quedó sus pezones por las succiones del bebé.
—Amor debe de ser normal —dijo mirándola con cariño—, verás que pronto ni te dolerán.
—Eso espero —comentó observándolo como dormía Xavier Alejandro—. Tengo un poco de sueño.
—Duerme cariño —dijo dándole un beso en la frente—. Descansa, lo necesitas.
Gabriela cerró los ojos nuevamente, se sentía muy cansada y solo quería dormir.
.
.
Tres días después.
La casa estaba llena de familiares de Josué, tomaron el primer vuelo a Venezuela para conocer al primer bisnieto de la familia Di Rossi, se emocionaron al saber que pequeño Xavier Alejandro heredo el color de piel, su madre y los ojos verdes de su padre. Todos eran blancos y ojos verdes o azules, tener un miembro de la familia de color moreno claro, los emocionaba muchísimo, por fin un bebé distinto, pensaron ellos.
—Es tan precioso —exclamó, una de las tías de Josué.
—¡Sí! —apoyo otra tía.
—¿Puedo cargarlo? —se lo pidió la tía mayor.
Gaby sonrío a la mujer que tenía al lado, una mujer de unos cincuenta y ocho años, cabello rubio y hermosos ojos azules, aún se conservaba en forma.
—Claro —dijo entregándoselo con cuidado—. Verdad que está precioso.
—Es lo más hermoso que he visto —confesó sonriendo, la que lo estaba cargando.
—¿Y cómo se porta? —preguntó Fiorella que se encontraba sentada en la cama con ella.
—Muy bien —respondió contenta de felicidad—. Solo se queja un poco, al momento de comer, de resto es muy tranquilo.
—Qué maravilla —afirmó Fiorella alegre—. Cuando me casé, lo primero que haré es tener uno.
—¿Y qué pasó con tu novio? —le preguntó curiosa, se enteró de que no estaban saliendo de hace unos días.
—Terminamos —anunció con seriedad—. Por favor no pregunten, ¿por qué?
—Toma —dijo la tía entregándole de nuevo al pequeño a su madre—. Iré a platicar con mi sobrino.
—Te acompaño —se ofreció su cuñada.
Las dos mujeres salieron de la habitación, dejando a las dos jóvenes completamente solas.
Gabriela se levantó un poco para acostar al pequeño en su cuna, dejando ahí, se volvió a sentar en la cama.
—Cuéntame, ¿qué pasó con Máximo?
—Termino todo, porque no quise compartir su cama —confesó amargura—. Es un idiota.
Gaby se quedó callada por unos momentos, entendía perfectamente cómo se sentía Fiorella, al menos ella si se dio de cuenta antes, de la porquería que era Máximo.
En cambio, ella no tuvo tanta suerte, terminó dándole su virginidad a un “Idiota”
—Es mejor que sea así —habló, seria—. Pronto, llegará el hombre de tu vida.
—Eso espero —dijo con tristeza—. Lo amo todavía. No pienses que soy masoquista, él jamás se portó mal conmigo, solo fue esa noche.
—¿Y si llegara a buscarte?, ¿lo aceptarías? —preguntó observándola.
—Pues, no lo sé —respondió dudosa—. Tendría que enamorarme con muchos detalles.
—Entonces, estás dispuesta a darle otra oportunidad —dijo con una leve sonrisa—. Sí, llega de nuevo a tu vida, que sea para bien y no para un mal —agarrándoles las manos—, te deseo mucha suerte de ahora en adelante.
—Gracias —dijo emocionada por sus palabras—. Eres un amor.