En ese instante, Ersaí recobra un poco su ánimo, y mira al taxista, y le dice:
— Estoy bien.
— Ah.
— Gracias por preguntar.
— ¿A dónde es que me dijo que lo llevará?
— A ciudad Jardín.
— Ah, sí, sí.
Ersaí mete su mano al bolsillo derecho, y se lleva una sorpresa al sacar más dinero en su bolsillo, y se acuerda que su hermana lo abrazó, y dice:
— ¡Inés!
En seguida, Ersaí separa lo que le va a pagar al taxista, y se queda mirando por la ventanilla el recorrido de la ciudad...
Minutos después, Ersaí llega al barrio donde su tía tiene la casa por la carrera ciento dos, y le paga al taxista, y se baja del taxi con su maleta. Y mira la casa. Cuando el carro se va.
Ersaí toca su bolsillo izquierdo y siente que su teléfono no está, y se asusta, y corre a buscar en un lugar donde haiga un minutero, para llamar a su propio celular, y cerca de la casa encuentra donde llamar donde un señor.
En ese momento, el taxi en que Ersaí viajo, recoge a un hombre que se sienta en la parte de atrás, y ve el celular de Ersaí, y lo coge. Cuando este timbra, pero este rápidamente lo apaga, y lo mete a su bolsillo.
Ersaí timbra su teléfono, pero este se va a buzón, y dice:
— ¡Se lo robaron!
El dueño de los minutos escucha eso, y le dice a Ersaí:
— ¿Usted miro el numero de la placa del taxi?
— No, yo me confié pensando que tenía todo conmigo.
— Bueno, más a delante te conseguirás otro teléfono.
— Pero no como ese.
— Parece que no tienes mucha fe, ah, muchacho, lo material se recupera.
— Claro.
— Oye, tú no eres de por aquí.
— No, yo soy el sobrino de Martha, la señora de la casa de tres pisos café.
— Ya sé quién es...
El hombre le da la mano a Ersaí, diciéndole:
— Mi nombre es Orlando Mansilla, y seremos vecinos, bienvenido.
— Gracias, Orlando, yo soy Ersaí Vásquez Cardona.
— Si necesitas algo me dices.
— Bueno, gracias de nuevo.
De inmediato, Ersaí camina hacia la casa de su tía, y queda de frente a la casa, y saca la llave, diciendo:
— Espero que algún día todos puedan perdonarme.
Ersaí mete la llave a la puerta y la abre, y entra a la casa en busca de sentarse en algún lado, para descansar un poco...
En ese instante, Ersaí se sienta en una silla de la sala, y sus manos quedan llenas de polvo, y dice:
— ¿hace cuánto es que no le hacen limpieza a esto?
Ersaí se levanta y se limpia sus dos manos y brazos, sacudiéndose del polvo, y comienza a recorrer toda la casa, piso por piso...
Minutos después, Ersaí recorre todo y comprueba que tiene luz eléctrica con los servicios en reglas, y vuelve a la cocina, y mira las ollas y los platos, y dice:
— Toco aprender a cocinar...
Ersaí abre la nevera, y al no ver nada, dice:
— Es obvio que no iba a ver nada, en que estoy pensando, no estoy en mi casa... tengo que comprar comida para la noche y de la mañana.
De inmediato, Ersaí sale de la casa y se va a la tienda, y compra comida para en la noche, y muchas papas fritas, y va regresando. Cuando Orlando lo ve pasar...
Ersaí mira al vecino, y va nuevamente a donde está el, diciéndole:
— Don Orlando.
— Dígame, hijo, ¿en qué puedo ayudarle?
— ¿Sera que usted ha escuchado de algún trabajo por acá? Es que no tengo mucho dinero, y necesito hacer algo para poder mantenerme.
— Te entiendo, y te tengo un trabajo.
— Gracias señor Orlando.
— Pero, primero escucha si te gusta.
— Cualquier cosa me va a gustar, lo que necesito es trabajar.
— Que bueno escuchar a un joven con tantas ganas de trabajar.
— Si, necesito salir adelante y terminar mis estudios.
— Bueno, bueno, voy hablar con una sobrina, para que te de trabajo en la Industria Textilera Camitex, eso queda en la comuna ocho.
— Gracias señor Orlando.
— De nada hijo, cuando hable con ella, te avisaré.
— Gracias de nuevo.
— Espero que repongas el celular que perdiste.
— Si.
En ese momento, Ersaí se despide de su nuevo vecino, y entra a la casa de su tía, y cuando cierra la puerta, piensa en el error que cometió, y se pone triste...
7:10 pm, la vecina de la casa que queda ala derecha, y la otra vecina que queda a la izquierda, miran desde sus casas, que la casa de Martha tiene los bombillos encendidos, y la vecina de la casa del lado izquierdo, baja y se pone en el andén de la casa de Martha, y llama a la otra vecina con señales...
Segundos después, las dos vecinas se reúnen, y la que llamó a la otra le dice:
— ¿Sera que Martha fue capaz de llegar de Europa, de tan lejos y no decirnos nada?
— Tal parece que sí, debe ser que le fue mal y se vino a escondidas para que no la vean.
— ¿Tú crees que le fue mal allá?
— Pues, yo creo que sí, ¿cómo explicas esto? Esta encerrada sin decirle a nadie que ha llegado.
— Debe de tener pena, pobrecita.
— Toquemos y démoles la bienvenida.
— Si...
En ese instante, las vecinas tocan la puerta, y una de ellas; con el desespero de ver a Martha, toca el timbre varias veces.
Ersaí está comiendo unas papas, y se asusta al escuchar tantos timbrados, y dice:
— ¿Sera que mis padres se arrepintieron de a verme echado de la casa?... vamos a ver quién es.
Ersaí pone en la mesa sus papas fritas, y abre la puerta. Cuando las dos vecinas se quedan frías al ver a Ersaí y no a Martha, y una de ellas, le dice:
— ¿Quién es usted?
— Yo soy sobrino de Martha. Y ahora voy a estar viviendo aquí.
La otra señora le dice a Ersaí:
— ¿Y doña Martha está de acuerdo con eso?
— Pues eso es algo familiar, que se trata entre familia, ¿entienden?
Al mismo tiempo, las dos dicen que sí. Cuando Ersaí le pregunta:
— ¿Ustedes son de por acá?
— Si, somos vecinas, yo soy Lucrecia, y vivo aquí al lado derecho, vamos hacer vecinos.
La otra señora dice a Ersaí: