Un Menesteroso

UN ESFUERZO EXTRA

Ersaí cuelga el teléfono al escuchar todo eso de su madre, y llora de nuevo por el error que hizo, y entrega el celular al minutero. Pagando lo que gastó...

Desconcertado y adolorido por lo escuchado de su madre, Ersaí camina unos metros en ese barrio, sin saber que hacer de su vida, y de trabajo. Cuando ve que están trabajando en una bodega, y decide ir hacia allá...

Ersaí se acerca bastante, y ve como tres trabajadores agotados de cargar bultos de piña, chontaduro y naranja, y le pregunta a uno:

— Buenas.

— ¿Sí?

— ¿Con quién yo puedo hablar, para trabajar aquí?

— Estamos completos.

— Ah.

En seguida, otro trabajador que alcanzó escuchar lo que dijo Ersaí, dice:

— Entra a la bodega y habla con ese señor de gafas, estamos completos, pero de pronto el acepte otro.

— Muchas gracias.

Ersaí entra a la bodega. Cuando el trabajador que no quiso mostrar al jefe le dice al que le dijo a Ersaí:

— Si sabes que ya estamos completos, ¿porque le dijites que entre?

— No seas egoísta Frey, debemos ayudarnos unos a otros.

— ¿Y si nos bajan el sueldo por contratar otro?

— ¿Y si contratando a este hombre descansas un poco de tu dolor de espaldas y nuestro sueldo sigue igual?

— Pues, ojalá sea así como dices.

En ese instante, Ersaí llega a donde está el jefe, quien está hablando por teléfono, y al ver a Ersaí; le dice con su mano que espere.

Ersaí mira toda la bodega, mientras el jefe de bodega está resolviendo un inconveniente con una entrega que no ha llegado al supermercado Éxito...

Después de doce minutos con el teléfono y de solucionar el problema con la carga, el jefe de la bodega cuelga su teléfono, y le pregunta a Ersaí:

— Muchacho, ¿en qué puedo ayudarte?

— Buenas señor.

— Buenas.

— De por favor, necesito trabajar en lo que usted vea necesario que yo haga, ¿será que puedo trabajar aquí, cargando frutas?

— Tengo ya tres muchachos trabajando aquí, estamos completos.

Ersaí agacha su cabeza. Cuando el jefe de cargas se sonríe un poco, y dice:

— Pero no hay un cuarto malo.

Ersaí alza su cabeza, diciendo:

— ¿Cómo dice señor?

— Que acepto que trabajes aquí.

Muy contento, Ersaí le da la mano al jefe de cargas, diciéndole:

— Muchas gracias señor, muchas gracias.

— De nada hijo, estamos para ayudarnos.

— Señor, no sabe lo gradecido que estoy.

— Llámame Hugo.

— Si.

— Hugo Gamarra Cortez... ¿Cómo te llamas hijo?

— Ah, perdone, yo me llamo Ersaí Vásquez Cardona.

— ¿Vásquez Cardona?

— ¿Pasa algo?

— No, no, eh... aquí vas a ganar diario, y vas a tener un seguro médico.

— Si señor.

— Y empezarás a trabajar mañana temprano.

— Si señor.

— ¿Cómo eres para madrugar?

— Yo todos los días madrugo, eso no es problema para mí.

— Bueno, ya puedes relacionarte con los muchachos, y te espero mañana bien temprano.

— ¿Qué tan temprano?

— Seis de la mañana en punto.

— Bueno, así será.

— Bueno, ve, y vete relacionando con ellos.

— Gracias señor por esta oportunidad.

— De nada.

De inmediato, Ersaí sale de la bodega, y se acerca a donde están descansando los trabajadores, diciéndole al que le mostró al jefe:

— Gracias, desde mañana comienzo a trabajar con todos ustedes.

Frey y el otro trabajador se ven las caras, mientras que el que le dijo a Ersaí que entrara, se alegra, diciéndole:

— Que bueno hermano, aquí nos vamos acompañar entre todos.

— Gracias.

— Mi nombre es Alonso.

— Yo Ersaí.

El trabajador que casi no habla, le da la mano a Ersaí, diciéndole:

— Bienvenido, yo soy Jair.

— Mucho gusto, Ersaí.

Apenado por lo que le dijo a Ersaí, Frey se levanta, y le expresa:

— Perdóname por a verme portado con egoísmo.

— Tranquilo, el señor Hugo también me dijo que estaban completos, pero después cambio de opinión.

Luego de a verse presentado con sus nuevos compañeros, Ersaí se despide de los tres, y mete su mano a su bolsillo derecho, y solo saca dos mil pesos, y saca su cartera para ver que tiene, pero no ve nada de plata, y dice en voz baja:

— Con tantas cosas que han pasado, se me había olvidado que no tenía tanto dinero.

Alonso vio desde lejos que Ersaí estaba buscando dinero, y se acerca a él, diciéndole:

— ¿Te ocurre algo?

— No, no...

— No mientas, a ti te pasa algo.

— Yo lo voy a solucionar.

— ¿No tienes dinero?

— ¿Cómo lo sabes?

— Acabo de verte, buscabas en tu bolsillo derecho y en tu cartera.

— Oh, si, así estaba, tienes buena vista.

En seguida, Alonso saca cincuenta mil pesos, y se los da en la mano derecha de Ersaí, diciéndole:

— ¡Toma!

— Alonso! Es tu dinero.

— lo necesitas más que yo en estos momentos, recíbelo.

— Gracias, te lo pagaré lo más pronto posible.

— Bueno Ersaí, nos vemos mañana.

— Gracias de nuevo Alonso, nos vemos mañana...

Minutos después, Ersaí llega al barrio Ciudad Jardín, y compra comida en una tienda, y va pasando por la casa de Orlando. Cuando este lo llama apenas lo ve...

Ersaí sospecha de ante mano, de lo que le va a decir Orlando, y llega a donde esta él. Cuando este le dice:

— ¿Cómo estas Ersaí?

— Que le puedo decir, ya mejor.

— Mi sobrina me llamó.

— Ah.

— Ella me llamó muy molesta, porque en tu primer día de trabajo estabas peleando con otros dos.

— Error, yo me puse a meter paz, y recibí un golpe de parte de uno de ellos, ¡mire!

— Pero mi sobrina m dice que tu estabas metido en esa pelea y te echo del trabajo, porque no quisiste entrar a la fábrica. Y quedé apenado con ella, porque fui yo quien te recomendó.

— Don Orlando, yo le estoy diciendo la verdad, yo estaba metiendo paz, pero su sobrina mal interpretó las cosas con ese golpe que me dieron, y pensó que yo estaba en la pelea.




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