Alfredo y el desconocido están dispuestos a subir a los pisos de arriba. Cuando Filomena les dice:
— Esperen, sigamos tocando, quizás Ersaí nos abra.
Alfredo le expresa a su esposa:
— No, no, no, así como dice el señor, eh...
— Olman, mi nombre es Olman Salgado.
Alfredo coge el hombro derecho de su esposa, y le dice:
— Filomena, no podemos esperar más, así como dice Olman, hay que subir.
En seguida, Lucrecia le dice a Filomena:
— No te entrometas Filomena, deja que ellos busquen la manera de entrar.
— Ya, ya, ya, no me regañen más, hagan lo que tengan que hacer para entrar.
En ese instante, Otros vecinos e incluido Orlando, llegan al lugar para preguntar qué es lo que está pasando, y Lucrecia se encarga de contarles lo que ella escuchó. Cuando Alfredo y Olman buscan la manera de entrar a la casa por los pisos de arriba...
Alfredo se va para su casa, y desde allá se pasa al segundo piso de la casa de Ersaí, pero no puede entrar. Cuando los vecinos y Filomena le dicen que tenga cuidado.
Al ver que Alfredo no pudo entrar, Olman le expresa:
— ¡Baja!, vamos a tumbar la puerta.
— Bueno, me parece bien.
Alfredo baja, y con ayuda de Orlando, Olman y otros vecinos, tumban la puerta y ven a Ersaí privado en la sala, y todos entran a ayudarlo...
Una hora después, Ersaí se despierta en una cama de hospital, y ve todo distinto, y mira sus dos manos que están vendadas, y se queja de mucho dolor...
El médico entra a la habitación donde esta Ersaí, diciéndole:
— Ah, ya despertaste, vamos a ver cómo están esas manos, las cuales fueron las que recibieron mayor daño.
Ersaí calla. Cuando el médico se acerca a él, y toca su mano derecha y este se queja de dolor, y le dice al médico:
— ¿No tiene algo para que estas quemaduras no me duelan?
— Claro que sí, ya mismo le aplico algo para eso.
Luego de aplicarle por las venas una inyección para el dolor a Ersaí, el médico sale de la habitación, y luego se va a donde están algunos vecinos que trajeron a Ersaí, y les dice:
— ¿Quién de ustedes es familiar del joven?
De inmediato, Filomena le responde al médico:
— Ninguno, todos somos vecinos.
Lucrecia y Alfredo le dicen al mismo tiempo al médico:
— ¡¿Cómo esta Ersaí?!
— Ya estable, pasará la noche aquí, y mañana le daré de alta.
Alfredo le pregunta al médico:
— ¿Cómo vio sus manos?
— Las quemaduras fueron graves, pero a él lo favorece que es muy joven, y se va a recuperar muy rápido... bueno, los dejo porque voy a ver a otro paciente.
Los vecinos de despiden del médico, y Alfredo se encarga de todo lo respeto a Ersaí esa clínica...
Clínica Imbanaco, 6:10 am, Ersaí es dado de alta, y estando en las puertas de la clínica, le agrádese a Lucrecia, Orlando, Filomena y Alfredo. Cuando Lucrecia le dice Ersaí:
— También te ayudó Olman.
— ¿Quién es Olman?
Lucrecia se queda unos segundos pensando. Cuando le responde:
— Un amigo, él estaba en esos momentos en mi casa cuando escuchamos los gritos.
— Cuando veas a tu amigo, dile que muchas gracias de mi parte.
Alfredo le dice a Ersaí:
— Vamos a casa para que descanses.
— No, tengo que ir al trabajo.
De inmediato, todos se quedan viendo. Cuando Filomena le dice a Ersaí:
— Pero, ¿acaso no te ves? Tienes las manos quemadas y vendadas, no puedes trabajar.
— Así es, solo voy para que el jefe vea lo que me sucedió.
Todos entienden ese punto, y Alfredo se ofrece para llevar a Ersaí a donde trabaja, y este acepta...
Minutos después, Alfredo y Ersaí llegan a la bodega, y desde el carro Ersaí ve a Hugo hablando con Alonso y con Frey, y le dice a Alfredo:
— Ese es mi jefe.
— Ah, se ve como buena persona.
— Si.
— Bueno, ve, yo te espero.
— Señor Alfredo, no quiero que por mi culpa vaya a tener dificultades en su trabajo, mejor yo me devuelvo solo para la casa.
— Tengo permiso, así que, ve que yo te espero.
— Gracias.
De inmediato, Ersaí se baja del carro. Cuando sus compañeros y su jefe lo ven con las manos vendadas, todos se preocupan.
En ese momento, todos les preguntan a Ersaí por sus manos, y este les dice mirando a su jefe:
— Esto pasó anoche, pretendí fritar una carne, y me resbalé con un frasco de aceite, que no vi a qué hora éste se me cayó e iba de frente a la paila de fritar, y para que mi rostro no se quemara, puse las dos manos, y este fue el resultado.
Alonso le expresa a Ersaí:
— Eso debió doler mucho.
— Si, todavía me duele un poco, pero ahí voy.
Hugo mira una y otra vez las manos de Ersaí, y le dice:
— Tomate quince o veinte días de descanso, así no puedes trabajar.
— Gracias jefe.
Hugo saca de su cartera cien mil pesos, y se los mete en el bolsillo derecho del pantalón de Ersaí, diciéndole:
— ¡Y toma esto!
— De nuevo gracias jefe, yo se los devolveré con trabajo.
— Aquí lo importante es que estos días te recuperes, empieza aprovechar que hoy es viernes, comienzo de fin de semana, para que comiences a descansar.
— Si.
Frey, Jair y Alonso, también le dan algo de dinero a Ersaí, y este siente la sinceridad de todos, y les agradece por ese gesto.
Veinte minutos después, Alfredo trae a Ersaí a casa, y cuando este saluda a todos sus vecinos y entra a su casa, este no aguanta más y se queja de mucho dolor, y se tira al sofá a llorar porque extraña a su familia...
Filomena toca en la puerta de la casa de Ersaí, y este se seca sus lágrimas rápidamente, y aguanta el dolor que tiene, y abre la puerta.
En seguida, Filomena mira las manos vendadas de Ersaí, y le dice:
— Aquí le traigo desayuno.
— Oh, que amable es usted, señora Filomena.
— Con mucho gusto, le traje buñuelos con chocolate.
— Que rico, pero siga.
— Bueno.
Filomena entra a la casa y deja la bandeja de varios buñuelos y vaso de chocolate, y le expresa a Ersaí: