Un Menesteroso

ENEMIGA PÚBLICA

Con muchas ganas de pelear con su vecina, Lucrecia toca y toca la puerta. Cuando Justin intenta abrir la puerta, pero Filomena alcanza a ver a Lucrecia en la entrada, y le dice a su hijo que ella la abre, y que se vaya para su habitación a terminar de hacer las tareas.

Justin le hace caso a su mamá, y se va a su habitación. Cuando Filomena abre la puerta, diciéndole a Lucrecia:

— ¡Oye! ¿Acaso esta es tu casa para que toques así, como si fueras a tumbar mi puerta?

— ¿Cómo te atreves a decirle a Ersaí que yo soy bruja?

— Ah, estabas escuchando.

— Si, lo escuché todo.

— Dije la verdad.

— ¿Y porque no le dijiste que tú me buscabas una y otra vez para hacer trabajos de brujería?

— Eso es pasado, yo no estoy más con esas cosas.

— A mí no me vengas con cuentos, deja de meterte con Ersaí, desde ahora en adelante, yo le voy a dar la comida.

— Lucrecia, no vayas a darle cosas a ese muchacho, mira que es el sobrino de Martha, nuestra amiga.

Lucrecia le miente a Filomena, diciéndole:

— Te equivocas mujer, yo hace mucho tiempo que deje de hacer eso, los hombres que me siguen, son por mis encantos naturales.

Filomena se sonríe bastante. Cuando Lucrecia se pone agresiva, diciéndole:

— ¿De qué te ríes?

— De la mentira que acabas de decir.

— ¡Mira esto Filomena! Nunca más, vuelvas a decirle a Ersaí o a otra persona de esas cosas de brujería, porque yo misma le diré una gran cantidad de cosas a Alfredo, de muchas cosas que hacíamos antes, y créeme que si este hombre se entera de todo eso... uy, si Alfredo se entera, este hombre se va.

— Eso es pasado.

— No te entrometas entre Ersaí y yo, porque el pasado que estás diciendo, se te puede convertir en tu contra.

Lucrecia deja a Filomena callada y pensativa en la puerta de su casa, y se va para su casa, y saca de ese lugar una comida especial para Ersaí...

En seguida, Ersaí mira por la ventana a Lucrecia, y corre a esconder el desayuno que ella trajo en la mañana, y mete todo eso en la nevera, y luego abre la puerta, y ve de nuevo la sonrisa forzada de Lucrecia, quien le dice:

— Hola querido, aquí te traje un sudado de camarones, esta exquisito.

— Si usted lo dice.

— ¿Cómo dice?

— No, que se ve como usted dice, exquisito.

— Claro, esta comida te hará muy bien para tu recuperación.

— "Ya lo creo"

— ¿No me vas a dejar entrar?

— Ah, sí, entre.

Lucrecia entra a la casa con su sudado de camarones, y ve que Ersaí ya estaba comiendo la comida de Filomena, y se enoja de gran manera y pone su comida también en el comedor, y se da vuelta hacia Ersaí de nuevo con su sonrisa fingida, diciéndole:

— ¿Yo no te dije que no te comieras la comida de Filomena, porque esta es bruja?

— Doña Lucrecia, le digo que el hambre que tenía era muy fuerte, y esa comida de doña Filomena estaba ahí en la mesa, y no aguante, porque esa comida olía tan rico que me atrapó, y me supo bastante bien.

Lucrecia arde por dentro de tanta ira, al escuchar que Ersaí está elogiándola comida de Filomena, que le dice:

— ¿Así que te gusto la comida de Filomena?

— Si.

— Pues, aquí esta mis camarones, ¡pruébalos!

— Eh...

— No me iré de aquí hasta que te lo hayas comido todo.

— Pues, ya estoy a punto de terminar el sudado de carne que me trajo doña Filomena, y de verdad; que, faltándome poco, ya estoy lleno, y no creo que pueda comerme esos camarones, no puedo comer más.

— Bueno, bueno, bueno, quizás tengas razón, pero te la puedes comer más tarde, y yo estaré viéndote comer, mientras tanto voy ayudarte a barrer la casa. ¿Dónde está la escoba?

Ersaí se enoja de gran manera con Lucrecia, porque no le gusta que ella este ahí, y trata de aguantar su enojo, diciendo:

— Doña lucrecia, yo le agradezco todo lo que usted está haciendo, pero usted no tiene obligación de hacer eso, ni de traerme comida.

Lucrecia se acerca a Ersaí, como en plan de conquista, y le dice:

— Tu necesitas una mujer que te ayude con todo lo de la casa, que te cocine, que te lave la ropa, que barra esta casa, que limpie estos muebles.

Lucrecia toca el hombro derecho de Ersaí, diciéndole:

— Necesitas una mujer que siempre este contigo.

— ¿Y esa mujer es usted?

Lucrecia se contenta con lo que dijo Ersaí, y responde:

— Si, yo soy la mujer indicada.

De inmediato, Ersaí no aguanta más, y se aleja de Lucrecia, y le expresa con gran voz:

— Yo no necesito una mujer como usted, no sea atrevida y llévese su comida, porque yo no voy a comer cosa que tiene brujería.

— ¿Qué has dicho?

— Lo que escuchó.

— Retráctate muchacho, porque si no retiras lo que dijiste y te pones dócil, te aseguro que tendrás una enemiga muy dura, y créeme que no querrás que yo sea tu enemiga.

— ¿Eso es una amenaza?

— Tómalo como quieras, pórtate bien conmigo.

— No puedo creer que en mi propia casa alguien venga amenazarme.

— Esta casa es de Martha.

— Querrás decir, de mi tía Martha. Y yo estoy viviendo aquí, y ahora es mi casa.

— Me salió de pelea este muchacho.

— Quiero que se vaya, usted no es mi tipo de mujer, usted no me agrada para mujer, ni siquiera me da un mal pensamiento, porque usted me da desconfianza.

Sin pensarlo dos veces, Lucrecia se raja su blusa de tanta ira que le dio, y comienza a gritar que Ersaí le está haciendo daño. Para llamar la atención de todos los vecinos de la calle.

Estupefacto, Ersaí se asusta y trata de calmar a esta señora, pero esta sale de la casa gritando y con la blusa dañada, y grita en La calle que Ersaí la quería violar.

Los vecinos salen al frente de sus casas, y Filomena y su hijo también salen al andén, y escuchan todos esos gritos de Lucrecia...




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