Un Menesteroso

LA DUEÑA DE LA CASA

Sorprendida por el humo, Lucrecia sale de su habitación favorita para hacer brujos, y ve que toda la casa está en humo, y va a su pateo. Mirando que el humo sale de la casa vecina, y dice:

— Pero este tipo quiere prender las casas, esto no puede seguir así.

Lucrecia se cambia de ropa y sale de su casa dispuesta a pelear con Ersaí. Cuando ve a Gentilicio bajarse de un carro, un hombre bastante mayor de edad y uno de sus cuatro hombres, y viene con un regalo en manos.

Lucrecia no sabe qué hacer con su otro novio. Cuando este se acerca, y la saluda y le da un beso, diciéndole:

— Hoy estas más bonita.

— Gracias Gentilicio.

Gentilicio ve el humo, y se asusta diciéndole a Lucrecia:

— ¡Se te está quemando la casa!

Rápidamente, Lucrecia mira hacia tras, y al ver el humo le dice a su novio:

— No se quema la casa.

— ¿Y ese humo que sale que es?

— Es de la casa del vecino.

— Ah. Ya veo.

— ¿Y eso que tres en las manos?

— Es un regalo para ti, tú sabes que nunca vengo con las manos vacías.

— Que bien, pero entra a la casa que ya te atiendo.

— ¿Qué vas hacer tú?

— Voy a exigirle al vecino que apague eso que está haciendo.

— ¿Quieres que te acompañe?

— No, no, ve y entra a la casa, y te sientas en el lugar de tu agrado.

— Bueno, no te demores.

— Claro que no.

Gentilicio obedece a Lucrecia y entra a la casa. Cuando Lucrecia se pasa a la casa de Ersaí y toca fuertemente la puerta...

Ersaí está venteando la leña con una tapa para hacer más fuego, y escucha los fuertes golpes en la puerta, y deja lo que está haciendo y va para la sala...

En seguida, Ersaí ve por su ventana que es Lucrecia y siente temor de lo que esta mujer pudiera hacer, y no le abre la puerta.

Lucrecia se cansa de tocar fuerte la puerta, ni aun llamando a Ersaí de mala manera para que le abra, pero este no atiende su llamado.

Ersaí se va a terminar de hacer su almuerzo, y hace como si nadie estuviera en la puerta...

De muy mal humor, Lucrecia se va para su casa. Cuando Gentilicio con una sonrisa en su rostro, le pregunta:

— Amor, ¿solucionaste tu problema?

— ¿De qué te ríes Gentilicio? ¿Acaso yo estoy de juego?

Asustado por el comportamiento de Lucrecia, Gentilicio pone sus dos manos hacia Lucrecia, diciéndole:

— ¡Perdóname amor! Lo menos que quiero es tener problemas contigo.

Lucrecia se da de cuenta que está tratando mal al hombre que más le da dinero, y recapacita rápidamente, diciéndole a Gentilicio:

— Perdóname, perdóname.

— Yo te perdono Lucrecia.

— Gracias por perdonarme Gentilicio, tú no tienes la culpa de mi mal genio, la tiene Ersaí.

— ¿Quién es ese?

— El vecino, es donde sale el humo.

— Ah.

— Pero ya sé que voy hacer para solucionar eso definitivamente, ahora voy a atenderte.

— Si...

Minutos después, Ersaí termina de cocinar su arroz y de fritar sus huevos, este apaga el fogón, y se va a la sala a comer en la mesa...

Ersaí prueba su arroz con huevos, y dice:

— Esto quedo muy bueno, rico diría yo...

Luego de unos minutos, Ersaí termina de comer su arroz con huevos, y mira el plato limpio, y dice:

— Tenía tanta hambre, que este arroz con huevo me pareció la comida más deliciosa que haya comido en mi vida.

Ersaí se levanta del comedor y va hacia la ventana, y mira hacia el andén de la casa de Filomena, y piensa:

"¿Qué le habrá pasado a la vecina? ¿Será que se enfermó?"

Ersaí deja de mirar hacia el andén de la casa de Filomena, y observa el árbol donde arrancó las ramas, y dice:

— Bueno, hay que buscar leña para los otros días.

Una hora después, Lucrecia despide a Gentilicio, y busca por todos lados una agenda donde ella cree que tiene el número de Martha, pero no lo encuentra, y sale de la casa, y se va a donde una vecina a buscar ese número...

Lucrecia llega a donde la vecina de la esquina, diciéndole:

— Doña Rubiela, buenas tardes.

— Buenas tardes Lucrecia, ¿para que soy buena?

— Necesito un favor con gran urgencia, y yo sé que tu no me lo negarás.

— Dime, que y me has puesto nerviosa.

— Tranquila amiga, solo quiero que des el número de Martha, es que me parece que yo lo anote en una agenda, y esta no me aparece.

— Ah, eso...

— ¿Qué dices?

— Si amiga, espérame aquí, ya traigo mi teléfono.

— Bueno.

En seguida, Rubiela entra a su casa y trae consigo su teléfono, y entre sus contactos de WhatsApp, encuentra a Martha, y le expresa a Lucrecia:

— Ya la encontré.

— Que bien, dime rápido ese número.

— Bueno.

Rubiela obedece lo que le dice Lucrecia y le manda el contacto a su teléfono...

Lucrecia le da las gracias a Rubiela, y llama a Martha, pero esta al principio no contesta, y le pregunta a Rubiela:

— ¿Este es el número de Martha?

— Claro que sí, hace quince días estuve hablando con ella.

— Pues, no contesta.

En ese instante, Martha contesta el teléfono, diciendo:

— Buenas, ¿con quién hablo?

— Hola amiga, hablas con Lucrecia de acá de Colombia-Cali, del barrio Ciudad Jardín.

— Ah, hola Lucrecia, ¿cómo están por allá?

— Pues, como te dijera, no muy bien, pero dime tu, ¿cómo estas allá en España?

— Bien, no puedo negar que me ha ido bien.

— Que bueno.

— ¿Tienes problemas de dinero?

— No, no, no, yo no tengo problemas de eso, yo tengo cuatro hombres que me mantienen.

— ¿Tú no cambias no, Lucrecia?

— Yo no tengo la culpa de ser tan hermosa.

Martha se ríe bastante de eso, pero después deja de reírse, y le pregunta a Lucrecia:

— ¿Y cuál es el motivo de tu llamada?

— Tu sobrino que ahora está viviendo en tu casa, me tiene totalmente enojada.

— ¿Cómo así? ¿Por qué?

— Me da mucha pena porque es tu sobrino, pero está en juego mi casa y la de los vecinos.




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