Lucrecia se sonríe bastante porque todo le está saliendo como pensaba, mientras Ersaí está en la casa acomodando la poquita leña que le quedó, y organizando el fogón para más tarde. Cuando escucha tocar la puerta, y dice:
— Debe ser Lucrecia de nuevo para molestar, que mujer tan cansona la que me he ganado.
Ersaí deja lo que está haciendo y va hacia la ventana a cerciorarse que es Lucrecia, pero ve a otra mujer, y dice:
— ¿Y esta señora de donde es?... ¿qué querrá?
Ersaí deja de ver por la ventana, y ante la insistencia de Rubiela, este abre la puerta, diciendo:
— Buenas señora, ¿qué necesita?
Rubiela le muestra el teléfono a Ersaí, diciéndole:
— Buenas, es su tía Martha al teléfono, ella quiere hablar con usted.
Estupefacto, Ersaí coge el teléfono de la mano derecha de Rubiela, diciéndole a Martha:
— ¡Hola tía!
— Hola Ersaí, ¿cómo estás?
— Pues, tía, que te puedo decir...
— No me digas nada, porque me dijeron que estas apunto de quemar mi casa.
— No, no, lo que sucede es que me quede sin trabajo y me cortaron la energía.
— ¿Qué te cortaron qué?
— La energía y el gas, y ya habían cortado el agua.
Martha se enoja mucho más con su sobrino, y le expresa:
— Mira Ersaí, a mí no me va importar que seas mi sobrino, hijo de Consuelo, lo que quiero es que restablezcas los servicios de la casa, y te pido encarecidamente que no hagas fogatas dentro de mi casa, porque si yo me llego a enterar que tu volviste a hacer fuego dentro de mi casa, yo voy a rendar mi casa a cualquiera, y tú te tendrás que ir a tu casa.
— Tía, solo hice un pequeño fogón, para poder comer algo, mientras veo como consigo otro trabajo.
— No quiero que me vayas a quemar mi casa, no encenderás nada de eso, busca otro medio como cocinar, arréglatelas como puedas, pero no quiero escuchar que estás haciendo llamaradas en mi casa, Ersaí, hablo en serio; si no haces caso, yo arrendaré esa vivienda a cualquiera para que te vayas de ahí.
— Bueno tía, entendí, que tengas buen día.
Ersaí le pasa el teléfono a Rubiela. Cuando esta le dice:
— Perdóneme por venir a incomodarlo.
— Tranquila.
Ersaí cierra la puerta y se sienta en el sofá para pensar que hacer de trabajo, mientras Rubiela va para la casa de Lucrecia...
En seguida, Lucrecia que estaba pendiente en la ventana, sale a la puerta, diciéndole a Rubiela:
— Buen trabajo amiga.
— Pues, yo no lo diría así.
— Lo que está hecho, está hecho, Martha necesitaba saber que ese hombre le quiere quemar su casa.
— Aun que tengo presente lo que pasó de tu intento de violación, justamente con el joven, hay que ver que él está sin energía y sin gas, tiene que hacer la comida de alguna manera.
— Que se las arregle el cómo pueda.
Rubiela le entrega el teléfono a Lucrecia, y le dice:
— Bueno, me voy.
— De nuevo gracias por eso.
— De nada.
Lucrecia entra a su casa e intenta llamar a Martha, pero luego dice:
— No, ahora no... mañana la llamaré.
5:45 pm, Ersaí esta acostado en la cama sin saber que hacer para reconectar esos servicios, y piensa en el ultimátum que le dijo su tía, y dice:
— La única que tiene interés de perjudicarme es Lucrecia, ella tuvo que a ver llamado a mi tía... tendré que buscar la manera, de que el humo no coja para allá.
Ersaí se levanta de la cama y vuelve a ver en el pateo que tiene muy poquita madera, y sale de la casa. Cuando Filomena lo ve pasar, y le dice:
— ¡Ersaí!
— Hola señora Filomena.
— Te debo unas disculpas.
— ¿De qué?
— No te hagas Ersaí, yo te prometí que te iba dar almuerzo, y no pude pasarte nada.
— Ah, tranquila, yo cociné un arroz que tenía y frité huevos.
— Ya veo, espérame aquí, ya vengo...
— Bueno.
Con un gran corazón para ayudar y sin importar los problemas que tiene con su esposo, Filomena entra a su casa y coge una bolsa de pan que tenía reservada para Ersaí, y sale con eso, diciéndole:
— ¡Esto es para ti!
— Gracias señora Filomena.
— Ahí tienes lo suficiente para que meriendes y mañana desayunes.
— Usted es una mujer muy especial.
— Ah, se me olvido traerte un galón de agua limpia, y unas frutas que tengo en la nevera, y también vas a necesitar carbón, y otra cosa, espera.
Sorprendido por tanta solidaridad, Ersaí solo le queda decirle a Filomena:
— Bueno.
Dándole también cincuenta mil pesos, Filomena ayuda a Ersaí en todo lo que pueda sin que de nuevo su marido y su hijo se den de cuenta, y manda a Ersaí con alimentos, agua y carbón para su casa, y este le agradece aun más de lo que ya le venía agradeciendo...
Dentro de su casa, Ersaí se alegre mucho más, al tener dinero y alimentos, y todo lo demás que le dio Filomena, que, al comer un pedazo de pan, llora de lo contento que esta, de saber que hay personas como Filomena que lo ayudan sin importar nada...
El día siguiente, Lucrecia da vueltas y vueltas por su sala, pensando en volver a llamar a Martha, hasta que se decide y coge su teléfono...
Lucrecia está obsesionada en hacerle mal a Ersaí, que cuando contesta Martha, le miente, diciéndole:
— ¡Ese muchacho, ese sobrino tuyo, me tiene loca!
Martha se asusta bastante con esa manera de hablar de Lucrecia, que le dice:
— ¿Estas son maneras de llamarme, que ni siquiera saludas?
— Perdóname Martha, es que Ersaí me tiene desesperada, tienes que hacer algo con él.
— Yo le di un ultimátum.
— No te hizo caso, mi casa esta invadida de humo, este sobrino tuyo quiere quemar tu casa y de paso la mía, y aquí tendrá que pagar alguien.
Martha se enciende en furor y enojo contra Ersaí, y también se enoja con Lucrecia por a verla llamado así, que le expresa:
— No me vuelvas a llamar así Lucrecia, y hazme el favor y busca la manera de pasarme a Ersaí, porque con lo que le voy a decir; será la última vez que hable con él.