Con mucha hambre, y cansado de caminar mucho, Ersaí se detiene y mira desde bastantes metros la panadería, y mete su mano derecha al bolsillo de su pantalón, y saca parte del dinero que le dio Filomena, y dice:
— Menos mal no metí este dinero en la maleta.
Ersaí espera a que pasen varios carros, y luego pasa la carretera, y llega a la panadería...
En ese instante, hay ocho personas comprando en el negocio, y Ersaí espera un poco a que vayan despachando a los que llegaron de primero, mientras mira la variedad de pan que hay, y de pasteles, y le da aún más hambre de lo que tiene...
Cuatro minutos después, una mujer atiende a Ersaí, y este pide un pan de tres mil y un milo. Y paga su pedido.
Con el pedido en manos y su devuelta, Ersaí se sienta y disfruta de su pan y de su milo, mientras ve a varias parejas contentas compartiendo, de un momento a otro; se acuerda que había visto a Mónica con Frank, y dice en voz baja:
— ¿En qué estás pensando Ersaí?... olvídate de esa mujer.
En seguida, Ersaí deja de pensar en Mónica y sigue comiendo con tranquilidad...
Barrio Ciudad Jardín, Lucrecia está contenta por haber sacado a Ersaí de la casa de su tía, y le cuenta su felicidad a varios vecinos que tiene reunidos. Cuando Filomena la ve en eso, se acerca a ella, diciéndole:
— Necesito hablar contigo.
— ¿Qué quieres?
— Necesito hablar contigo las dos por aparte.
Lucrecia le hace caso a Filomena, y se van aparte de los demás vecinos. Cuando Filomena le expresa a Lucrecia:
— Podrás ser la peor bruja de este barrio, pero eso no te da derecho a hacerle lo que le hiciste a Ersaí, eso no tiene nombre.
— No te metas en problemas ajenos, porque te puedes quemar.
— ¿Otra vez estas amenazando?
— Piensa lo que quieras, y ahora me voy a festejar con mis amigos, mi victoria.
Lucrecia deja a Filomena con la palabra en la boca, y se va a donde están los otros vecinos a reírse de lo que le pasó a Ersaí...
Horas después en la panadería, ya es tarde de la noche, y en el establecimiento comienzan a cerrar...
Ersaí sigue sentado en el mismo lugar donde se comió el pan y el milo, y mira la soledad de la calle. Cuando uno de los empleados de la panadería le dice:
— Señor, no se puede quedar aquí, ya estamos cerrando.
— Entiendo, ya me voy.
Sin saber a dónde ir, Ersaí se levanta y se va de ese lugar, y busca a donde pasar la noche, y llega a un sector de edificios llamados Verde Real y encuentra un lugar para acostarse debajo de un árbol, y pegado de una cerca de un edificio...
Ersaí se recuesta en un espacio. Cuando ve desde lejos a un hombre que es habitante de calle; y que viene corriendo hacia él.
De inmediato, Ersaí se levanta muy asustado temiendo por su vida...
En seguida, el hombre de calle saca una navaja, y le expresa a Ersaí:
— ¡ESTE TERRITOTIO ES MIO!
Con muchos nervios, Ersaí le responde al hombre:
— Perdóneme, es que yo soy nuevo por acá.
— Vete de mi hogar, este es mi territorio.
— Bueno, bueno, guarde eso, yo ya me voy a otro lado.
Ersaí le hace caso al hombre de la calle y se pasa a otro andén. Cuando este corre de nuevo a donde esta Ersaí, diciéndole:
— Este lugar también es mío.
— Pero como así, ya te dejé tu puesto.
El hombre de calle le muestra la navaja otra vez a Ersaí, y lo amenaza, diciéndole:
— ¡Este también es mío!
Ersaí mira otro lado, y apunta con su mano derecha hacia el otro lado que vio al hombre de la calle, diciéndole:
— ¿y allá?
— También es mío.
— Lo que quieres es que no duerma en ninguna parte.
— Vete de este sector, porque todo es mío.
— Comparte algo de tu territorio, ya que tienes mucho.
El hombre de la calle se enfurece, y se dispone a hacerle daño a Ersaí. Cuando dos policías lo ven con la navaja en la mano, y detienen su moto al frente de ellos.
El hombre de la calle se asusta bastante e intenta botar la navaja, pero el policía y la mujer policía le quitan la navaja, diciéndole la mujer:
— ¿Qué pretendías hacer con esto?
— Nada, nada, suéltenme.
El policía le dice al hombre de la calle:
— Esta vez te pillamos infraganti, querías puñalear a este hombre.
El hombre de la calle miente, y le responde al policía:
— No, yo le estaba enseñando como coger la navaja, por si lo atacaban, como voy hacerle daño si él es mi ñia, mi parcero, nos criamos juntos.
De inmediato, la mujer policía mira a Ersaí, y le pregunta:
— ¿Es verdad eso?
Para ayudar al habitante de la calle, Ersaí miente a la mujer policía, diciendo:
— Es así como él le dijo, él me estaba enseñando a manejar esa navaja.
— ¿Seguro?
— Si, eso pasó.
— Puede hablarme con toda confianza. ¿Él lo quería agredir con esta navaja?
— Lo que relató el hombre, así fue.
El policía no le cree a Ersaí, y sostiene aún más fuerte al hombre de la calle apretando sus dos manos. Haciendo que el hombre de la calle grite de dolor, y este policía le dice a Ersaí:
— Siento, que nos estas mintiendo.
Ersaí mira a la mujer policía y luego mira a otro policía, y le responde:
— Él me estaba enseñando a manejar la navaja, suéltelo, para seguir practicando.
El policía le hace caso a Ersaí y suelta al hombre de la calle, quien dice:
— No tenía necesidad de apretarme así, yo no estaba haciendo nada malo.
La mujer policía se acerca más a Ersaí, diciéndole:
— Nosotros nos vamos a ir, y será mejor que usted nos haya dicho la verdad, porque si no es así; no habrá nadie quien lo pueda defender.
— Entiendo, y gracias por sus palabras.
— Bueno, nos vamos.
— Que les vaya bien.
El hombre de la calle le dice al policía:
— Devuélvame mi navaja.
— No, esta se quedará con nosotros.
— ¿Y yo que voy hacer para defenderme sin mi navaja?
Los policías se montan en su moto, y no le hacen caso al habitante de la calle, y se van de ese lugar...