Sintiéndose muy mal y muy débil, Ersaí toca el tronco del árbol y se agacha lentamente hasta recostarse de nuevo en las raíces de este gran árbol. Cuando dice:
— Me siento tan mal, que creo; que de esta no salgo... con esta paz que se siente acá, este es un lugar perfecto para morir...
Ersaí comienza a ver muy borroso y cierra sus ojos e intenta acomodarse más en el árbol, y se queda quieto por más de diez minutos.
De repente, el perro callejero que él le dio papa rellena, baja a donde está el, y le ladra cerca de la cara varias veces, y este se despierta viendo todavía borroso, y dice cuando ve al perro:
— Oye, yo te conozco, te veo borroso, pero sé que eres el perro que ayer le di papa... ¿vienes a verme morir?
El perro mueve su cola y comienza a ladrar más. Corriendo hacia arriba y luego baja ladrando, y se pone de frente ante Ersaí, quien le dice:
— Tu estas muy animoso, y con ganas de jugar, pero yo no tengo ánimo, porque estoy enfermo, hasta te veo mal...
El perro vuelve a ladrar, y corre de nuevo hacia arriba, y le ladra a un señor que viene caminando por ese lado.
El señor piensa que el perro lo quiere morder por los ladridos. Cuando ve que el perro baja como hacia el rio, y ladra allá abajo, y vuelve a subir ladrando.
El señor mira hacia abajo, y dice:
— ¡Este perro me quiere decir algo!... voy a bajar a ver que es.
De inmediato, el hombre le hace caso al perro, y baja a donde el perro está, y se asusta cuando ve a Ersaí acostado en las raíces de un gran árbol, y se acerca a él, diciéndole:
— ¡Hey! ¡Muchacho! ¿Se encuentra bien?
Ersaí no abre sus ojos ni responde nada, y el señor se preocupa más y lo toca para cerciorarse de que está vivo...
El hombre se da de cuenta que Ersaí todavía vive, y se levanta rápidamente, y no ve más al perro por ningún lado y corre para buscar ayuda...
Una hora después. ESE Ladera IPS Terrón Colorado, Ersaí abre sus ojos y mira hacia arriba, y ve un bombillo de luz día, y mira para un lado y ve que está conectado con varias cuerdas, y luego ve el suero que está recibiendo, y vuelve a cerrar sus ojos...
Tendido en una cama de hospital, Ersaí fue atendido rápidamente por urgencias, al ver la gravedad de su estado...
El hombre que trajo a Ersaí, le dice a otro médico que también vio el estado de Ersaí:
— Yo ya le dije al otro médico, que un perro a punto de ladridos me avisó del estado de este muchacho, porque yo venía pasando por la calle e iba a mi casa.
— Tranquilo, señor...
— Eduardo Monsalve.
— Señor Eduardo, yo estoy contento porque todavía uno encuentra a mucha gente como usted, que se preocupa por los demás. Lo felicito.
— Gracias, pero fue un perro quien me avisó que estaba pasando todo esto con el joven.
— Interesante...
El médico que atendió a Ersaí, entra de nuevo a la habitación, y mira cómo va el paciente...
Ersaí se despierta, y le dice al médico:
— ¿En dónde estoy?
El médico se acerca a Ersaí, y revisa su vista. Cuando Ersaí vuelve a decirle:
— ¿En dónde estoy?
— En el hospital ESE Ladera IPS Terrón Colorado, un hombre lo trajo hasta acá.
— Estaba pensando que ya estaba muerto.
— Pues está vivo, y con lo que se le aplicó; más este suero, creo yo que mañana se le dará de alta, y quedará como nuevo, pero tengo varias preguntas.
— Dígame doctor.
— ¿Qué le sucedió en sus manos?
— Estaba fritando, y resbalé, y puse mis dos manos en el sartén.
— Bueno, con una buena cirugía, se le puede arreglar bastante.
— ¿Pueden quedar como antes?
— No van a quedar perfectas, pero mejor que lo que estoy viendo ahora sí.
— Ah.
— Y lo otro y más importante. ¿Qué fue lo que se comió, para que usted haya llegado a este grado de deshidratación e intoxicación?
— Un tomate podrido.
Estupefacto, el médico queda mirando a Ersaí, y con gran indignación y reprensión, le dice:
— ¿Usted está consciente de lo que me dijo? Como se le ocurre comerse un tomate podrido.
— No tenía opción.
— ¿Como así? Explíquese mejor, porque yo no entiendo que un ser humano con todos sus sentidos buenos, porque creo que los tiene, se coma un tomate podrido, a sabiendas, de que eso le puede hacer mucho daño; eso es atentar contra su salud. Es imperdonable lo que hizo, usted llego aquí moribundo; con un pie aquí, y con otro pie allá.
— ¡Doctor!
— ¿Sí?
— ¿Puedo hablar?
— Hable muchacho.
— Me comí el tomate porque tenia hambre, porque no tenia nada mas que comer, y me hubiera comido también unas guayabas que tenía en mis manos, si ese primer tomate no me hubiera caído tan mal.
— Espere... entonces, ¿fue porque no tenia que comer que injirió ese tomate podrido?
— Si.
— ¿Y su familia? ¿Acaso no tiene a alguien que le ayude?
— Estoy solo.
— Yo pensé que el señor que lo trajo era algo suyo.
— No se quien me trajo, pero se lo agradezco, y también a un perro que vi junto a mí.
— ¿Un perro?
— Si, un perro callejero estuvo conmigo, y yo creo que el alertó a la persona que me trajo, porque antes de desmallarme estaba ladrando mucho.
— Entiendo... ósea que no tiene a nadie que venga a verlo.
— Nadie.
— ¿Cómo te llamas?
— ¡Ersaí!
— Bueno, yo soy el doctor Elmo Palacios, y me voy a encargar que salgas de aquí como nuevo.
— Gracias doctor.
— Y cuando salgas de aquí como nuevo, búscate un trabajo y no vuelvas a comer nada descompuesto, hazme caso Ersaí, no comas nada dañado.
— Una pregunta.
— Dime.
— Yo vi a un hombre comerse un tomate así descompuesto, y no le pasó nada, ¿qué pasa ahí? ¿Por qué no se puso como yo?
— No te guíes de eso, yo sé de qué me estás hablando, seguramente el hombre que me dices tiene muchos años haciendo eso, y de una manera u otra; soporta algunas cosas, pero no te confíes, porque no todos los cuerpos son iguales y pueden aguantar eso.