Un Menesteroso

UNA AYUDA EN TIEMPOS DE CRISIS

En ese momento, Ersaí mira de nuevo hacia la casa de su tía, y luego cambia el tema, diciéndole a Filomena:

— ¿Y Justin?

— Bien, por suerte mi hijo no vivía aquí cuando esa bruja nos echó porquería, mi hijo es ahora abogado y se casó con una joven muy atentas y de su casa, ella también es abogada.

— Que bien... oh, debe estar bastante grande Justin.

— Si, él es que nos ayuda económicamente cuando tiene... ahora debe de estar apretado, porque en estos días no me ha dado nada.

— No te preocupes Filomena, Dios no los desamparará, porque cuando yo estaba hambriento, usted me dio de comer. Cuando estaba falto de agua para bañarme, y agua para beber, usted tan poco no dudó de brindarme el agua que necesitaba, más también; usted y su esposo, fueron unos de los que me llevaron al hospital la vez que me queme las manos.

— Basta Ersaí, ya no digas eso, eso lo hice por amor al prójimo.

— Tenía que recordarlo.

— Quiero ver algo.

— ¿Qué?

Filomena coge las dos manos de Ersaí, y las mira, diciendo:

— Ya casi no se nota esas quemaduras, ¿qué te hiciste?

— Nada.

— Ven, entra a la casa y te prepararé algo de comer.

— Bueno...

Filomena y Ersaí entran a la casa, mientras otros vecinos incluido Orlando, van llegando también del entierro de Lucrecia...

Filomena hace sentar a Ersaí en el comedor, y se va a la cocina a servir la comida. Cuando Ersaí ve la casa como oscura y siente como un frío, y piensa:

"¿Qué porquería habrá echado Lucrecia aquí, para que se sienta y se vea así?"

Filomena mira desde lejos a Ersaí, y le dice:

— ¿Todo bien?

— Me siento un poco extraño.

— Es normal, tienes muchísimos años que no venias para acá.

Filomena le trae la comida a Ersaí, y le dice antes de ponerle el plato en la mesa:

— ¡Hijo!, lo único que tengo por ahora para darte es este arroz con huevo.

— Gracias señora Filomena, confié en Dios, él no la va a desamparar. Ni a usted, y ni a su esposo.

— Gracias Ersaí.

Alfredo llega a casa y ve de espaldas a Ersaí, y se asusta, pero antes que este diga algo, Filomena le dice rápidamente:

— ¡ES ERSAÍ!

— ¿Ersaí? ¿Cuál Ersaí?

— El sobrino de Martha que vivía aquí al lado hace quince años.

Ersaí se levanta y le da la mano a Alfredo, diciéndole:

— Hola don Alfredo, soy yo Ersaí.

— Oh, Ersaí, te ves muy cambiado, pero ahora me he acordado que yo te debo una disculpa desde hace mucho tiempo.

— ¿Por qué? Usted no me ha hecho nada.

— Yo si te hice, en primer lugar; yo me impuse a que no te dieran comida, y creí que Lucrecia decía la verdad. Cuando te culpó de haberla violado, no sé en que yo estaba pensando, pero yo te pido perdón por todo eso.

— Tranquilo Alfredo, yo no tengo nada que perdonarle, yo siempre los consideré unas personas maravillosas.

— Pero yo me siento mal, y quiero saber de tu boca que me perdonas.

Filomena y Ersaí se sonríen de eso. Cuando Ersaí le dice a Alfredo que lo perdona, y este lo abraza, diciéndole:

— No sé qué vamos hacer, yo tengo un año y pico que nadie me da trabajo, por culpa de esa bruja que murió... si no fuera por mi hijo, que nos ayuda cuando tiene, ya nos habíamos muerto de hambre.

De inmediato, Ersaí mira a Filomena, y luego le expresa a Alfredo:

— Nuestro Señor Jesucristo no los ha dejado morir, y no los dejará, porque él no quiere que nadie se pierda. Hay que buscar al Señor Jesucristo en todo momento.

Sorprendido, Alfredo le pregunta a Ersaí:

— ¿Eres cristiano?

— Si, desde hace unos días.

— Ah.

— Dios me escuchó y me perdonó, y les digo, que es hermoso sentir la presencia de Dios.

Filomena le dice a Ersaí:

— Dios te tiene para grandes cosas, porque viviste quince años en la calle, sin techo, sin nada, y viviendo todo eso que me dijiste, eso no es casualidad.

Alfredo le pregunta a Filomena:

— ¿Qué hiciste de comida?

— Que pregunta la que haces, ¿acaso no sabes que tenemos huevos y arroz? Que no te de pena por Ersaí.

— Como habías dicho que alguien te iba a dar unas presas.

Ersaí les dice a los dos:

— El tiempo de la tormenta y dificultad, va a terminar, y todo va a volver como ustedes dos estaban antes, estense en armonía como esposos que se quieren.

Filomena mira a Ersaí, diciéndole:

— Que bonitas palabras Ersaí, tienes razón.

— No fueron mías...

— Bueno, siéntense los dos a comer, mientras yo voy a la cocina a traer más comida.

En seguida, Alfredo y Ersaí se sientan. Cuando Alfredo dice:

— Se siente uno impotente al no conseguir trabajo por ningún lado.

— Lo entiendo perfectamente.

— ¿Cómo es posible que una mujer le haga tanto daño a uno? Y solo porque sí.

— Ya hay que pensar en buscar de Dios y salir adelante, hay que desechar todo lo que hizo Lucrecia.

— Si...

Luego de compartir y comer con Filomena y con su esposo, Ersaí les promete volver con ayuda, y se va del barrio Ciudad Jardín...

Minutos después, Ersaí llega a casa del pastor, pero Any le dice que su esposo está en la Iglesia haciendo unas adecuaciones con unos hermanos.

Ersaí le agradece a Any y se va hacia la Iglesia, y cuando llega al lugar, encuentra al pastor adecuando una pantalla gigante junto a varios hermanos...

El pastor ve a Ersaí, y le dice:

— Hola Ersaí, te fui a buscar.

— Buenos días a todos hermanos.

Los demás hermanos saludan a Ersaí con mucha alegría. Acordándose del testimonio que contó el día anterior.

Ersaí le dice al pastor:

— Es que fui a visitar a una amiga que me ayudó cuando recién me habían echado a la calle.

— Que bien, hay que visitar a los amigos.

— Si, pero ellos ahora están sin trabajo, y cuando entré a la casa sentí escalofrió y la vi oscura, como que había algo extraño allí dentro.

— Pues, a esa casa hay que orarla.




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