En ese momento, Inés coje las dos manos de su hermano, y se sonríe, diciéndole:
— Si llegares a hablarle de Dios a nuestros padres, más que todo a nuestro padre, se pondría más... como decirte.
— ¡Agresivo!
— Iba a decir loco, pero agresivo también está bien, y ahora que perdió su trabajo está peor.
— ¿Cómo? ¿Y qué hace ahora?
— Desde que lo echaron de la Dian, está de mal humor en cada momento y quejándose de todo, ahí la que trabaja es mi madre.
Inés ve quemaduras en las manos de Ersaí, y le pregunta:
— ¿Y esto?
— Ah, son quemaduras, pero ya casi no se ven.
— ¿Qué te sucedió?
— Esto fue en la casa de nuestra tía Martha, resbalé y puse mis dos manos en una paila de aceite hirviendo.
— Uy, hermano, eso fue terrible.
— Claro que sí, ahora mis manos se ven bien, para lo que estaban.
— Ya veo.
— Inés. ¿Y desde cuando estas viviendo acá?
— Desde que discutimos fuerte mente con mis padres, porque él nunca le agradó Henry.
— Ah, ¿es el nombre de tu esposo?
— Si, él ahora está trabajando en una tienda donde venden llantas para vehículos, pero reconozco que mi padre tenía razón en algo que estábamos fallando.
— ¿En qué?
— Nos estábamos acostumbrando a vivir juntos con mis padres, y no estábamos buscando casa para dejarles su espacio... y fue una tarde donde mi padre nos dijo que nos fuéramos de su casa, porque no se aguantaba más a Henry, el odiaba que Henry tocara el control de su televisor y eso era motivo de discusión con nosotros...
— ¿Dónde están viviendo papá y mamá?
— Esta cerca a este barrio, ellos están en la comuna diecisiete, yo misma te puedo llevar.
— Gracia hermana.
— Pero primero, espera yo hago el almuerzo, y después del almuerzo te llevo.
— Claro hermana, ve y cocina, yo te espero...
De inmediato, Inés se levanta de su silla, y extremadamente de contenta de estar con su hermano de nuevo, se va a la cocina, diciéndole a sus hijos:
— ¡Jueguen con su tío!
Los niños miran de nuevo a Ersaí, y Andrés se levanta del suelo y le da un carrito, diciéndole:
— Tome, para que tenga su propio carro.
Inés y Ersaí se sonríen. Cuando Ersaí le agradece a Andrés y se va al suelo a jugar con ellos, y Juan comienza a coger confianza con su tío, mientras la pequeña Yuri juega dentro de su coche...
Inés se esmera para que la comida le quede aún mejor que antes, y le dice a su hermano desde la cocina:
— Te acuerdas de las sopas que hacía antes en casa de nuestros padres.
— Claro que sí, no quedaban muy bien que digamos. ¿Estás haciendo sopa?
Inés se ríe bastante, y le responde:
— No, estoy haciendo un sudado de carne, pero déjame decirte que ya en estos tiempos, la sopa me queda bien, cuando conozcas a Henry, te lo dirá.
Ersaí también se ríe un poco, y dice:
— Ya me dieron muchas ganas de conocer a tu esposo, y confirmas lo que dices.
Inés sale de la cocina y va rápidamente a la sala, diciéndole a Ersaí
— Ah, ¿no me crees?
— Si, pero estaría bueno confirmar.
Inés abraza a su hermano, y le expresa:
— Todavía no puedo creer que estes aquí, después de tantos años sin saber nada de ti.
— Pues, gracias a Dios, nos reencontramos, y vamos a tener tiempo para hablar y compartir, y ahora con estos sobrinos, mucho mejor, se creció la familia...
Después de una hora, Inés termina de cocinar su sudado de carne de res, y hace sentar a su hermano en el comedor junto a Juan...
Inés le sirve a Ersaí y a Juan, y se prepara para darle de comer a Andrés por de aparte, y darle su tetero a Yury...
Ersaí prueba la comida de su hermana, y le gustó mucho, y Juan también come y ve el rostro de Ersaí y se sonríe...
En seguida, Inés le pregunta a su hermano:
— ¿Te gustó?
— ¿A dónde aprendiste?
Juan se le adelanta a la mamá, diciéndole a Ersaí:
— Mi papá le enseño.
Inés le expresa a Juan:
— ¿Ahora si estás hablando no? Sigue comiendo Juan.
Inés le responde a Ersaí:
— Pues sí, fue Henry quien termino de enseñarme, pero yo sabía preparar algunas cosas.
— ¿Como las sopas?
— Ah, no, ya las sopas me quedan mejores. Así que no te preocupes por eso, mejor come bien, porque si vas a ir a donde nuestros padres, necesitaras muchas fuerzas.
— Dios va delante de mí.
— Bueno.
Luego que comieran todos, Inés deja a Ersaí en la casa con los niños, y va hacia la casa de al lado de su lado derecho, y le pide el favor a su amiga Sami, para que se vuelva a quedar por unos minutos con sus dos hijos mayores. Y de paso le cuenta que apareció el hermano que creía muerto.
Sami se alegra por su amiga y acepta, diciéndole:
— Claro amiga, si quieres voy ya a cuidarlos.
— Gracias Sami. Vamos entonces.
— Bueno.
En ese instante, Inés vuelve a su casa junto a Sami, y le presenta a su hermano...
Sami y Ersaí se saludan. Cuando Inés le expresa a su hermano:
— Vamos a la casa que están viviendo nuestros padres.
— Bueno...
En ese momento, Inés les dice a los niños que se porten bien con Sami, y luego de eso se va con Ersaí para el barrio Limonar, comuna diecisiete...
En el camino, Ersaí se acuerda de la casa de Pance, y le pregunta a su hermana:
— ¿Qué sucedió con la casa en Pance?
— Hipotecaron la casa con el banco, y la perdieron, aunque el banco les ha dado oportunidad para recuperarla.
— Fue una falla haber hipotecado la casa.
— Si, bastante, y como no se les puede decir nada, porque todo es malo para ellos; entonces, paso eso.
— Lo bueno es que el banco les haya dado oportunidad de recuperarla.
— ¿Cómo? Nuestros padres prestaron mucho... demasiado diría yo.
— ¿Cuánto?
— Uf, prestaron ciento cincuenta millones de pesos.
Ersaí se sorprende bastante, y dice:
— Es mucho.
— Si.
— Bueno, nada es imposible para Dios...