Estupefacto al ver que Joaquín trajo la policía, y se la está echando, Ersaí pone su mano derecha en su frente, y dice en voz baja:
— ¿Qué haces papá?
Los policías reconocen a Ersaí, y le dicen a Joaquín que él es un hombre de la calle inofensivo, que lo conocen, porque lo han visto por muchos años en la calle por varios lugares de Cali pidiendo limosna.
Joaquín pierde la paciencia y echa la policía por estar hablando bien de Ersaí.
Los policías se montan en su moto, pero uno de ellos le da mucho sentimiento, y saca cincuenta mil pesos de su cartera, y va a donde esta Ersaí, y se los da, diciéndole:
— Tenga amigo.
— Gracias señor. Que Dios lo bendiga.
— Se cuida.
— Usted también se cuida, y de nuevo gracias.
Joaquín no puede creer que llamó a la policía solo para que esta misma le hablara bien de su hijo, y de paso le dieran plata...
En ese instante, el policía que le dio el dinero a Ersaí, se va con los otros. Cuando Joaquín no se queda quieto y se va a buscar unos muchachos, para que saquen a Ersaí de ahí...
Ante la mirada de Ersaí, Joaquín se va hasta muy lejos, pero encuentra a varios jóvenes reunidos y les dice que les va a pagar si sacan a un hombre de al frente de su casa, y estos se interesan, pero cuando Joaquín los trae para mostrarles quien es; estos hombres ven a Ersaí desde lejos y se niegan, diciendo:
— Busque a otros.
— ¿Qué pasa muchachos? Yo les voy a pagar.
— No nos vamos a meter con ese hombre de la calle. Busque a otros.
En seguida, los hombres se van, y Joaquín mira a Ersaí desde lejos, y dice:
— Si quieres hacer algo bien, hazlo tú mismo.
De inmediato, Joaquín se va a donde esta Ersaí, y le expresa:
— Todos se han confabulado, para no ayudarme a sacarte de mi presencia.
— Llevo gran parte de la noche y la mañana orando por ti, porque sé que Dios proveerá en esta situación.
Joaquín retrocede y se va rápidamente para su casa y se encierra a maquinar la manera de sacar de una vez por todas a Ersaí de ese lugar...
Doce del mediodía, Ersaí entrega el ayuno que hizo a sus padres desde el día anterior. Y también le dice al Señor que le dé más resistencia...
Minutos después, Inés le trae comida a su hermano, y lo ve comer. Cuando le dice:
— ¿Crees de verdad que nuestros padres te van a perdonar? Mas que todo nuestro padre, quien es que aguija a nuestra madre para que siga con esa molestia, si se puede decir así, contra ti.
— Yo creo, no sé cuándo, pero yo creo que vamos a estar todos juntos como familia, y que mi padre y mi madre van a creer en Dios.
Con una cara de asombro, Inés mira hacia la casa de sus padres, y luego mira a Ersaí, diciéndole:
— ¿Estas pretendiendo que ellos visiten una Iglesia?
— Claro, quiero que ellos y tu asistan a la Iglesia que yo voy.
— Cosa difícil estas pidiendo.
— Hermana, para Dios no hay nada difícil.
— Eso me dijo Henry anoche, que no hay nada difícil para Dios.
— Así es.
— Alguien en el trabajo ha comenzado a hablarle de Dios, y lo está evangelizando.
— ¿Eso te molesta?
— No, porque desde que me dijiste que te arropo un fuego, y que Dios te perdono, ya no soy la misma persona, yo no he dejado de pensar en esa experiencia que viviste.
— Me alegra escuchar eso.
Edgar y su familia llegan a su casa, y ven que Ersaí está comiendo en su anden, y saludan a Inés, y también a Ersaí.
En seguida, Ersaí le expresa a la familia:
— De nuevo me disculpen por este reguero que he hecho aquí.
Miyel se le adelanta a su esposo, diciéndole a Ersaí:
— No se preocupe, coma tranquilo.
Edgar le dice a Inés y a Ersaí:
— Sin querer escuchamos lo que don Joaquín en la mañana dijo, y les digo a los dos que tienen nuestro apoyo.
Inés y Ersaí le agradecen a Edgar y a Miyel, mientras Joaquín los mira desde lejos, y dice:
— Oh, no, ¿Qué hacen estos dos hablando con los vecinos?
Edgar y su familia entran a la casa. Cuando Miyel le dice a su esposo apenas cierran la puerta:
— Uy no, este muchacho se ve sufrido, ¿porque Joaquín y Consuelo no perdonan a su hijo?
— Cualquier cosa que sea, uno siempre tiene que darles amor a sus hijos, y perdonarlos.
— No me imagino yo portarme así con Maicol y Liss...
En el andén, Ersaí le expresa a su hermana:
— Vete ya a casa, para que veas a tus tres hijos.
— Ahora contigo prácticamente tengo cuatro hijos.
Ersaí se ríe junto con su hermana. Cuando esta le expresa:
— Resiste hermano.
— Eso hago.
— ¿Sera que soportas no comer nada en la noche? Porque no puedo venir en la noche. Y no tengo dinero ahora para darte.
— No te preocupes, un policía me dio cincuenta mil pesos.
— ¿Cómo?... ¿y eso?
— Mi padre los llamó para sacarme de aquí, pero todos ellos me conocían, y uno de ellos se acercó, y me dio cincuenta mil pesos.
— Que bien, ya tienes para que comas algo en la noche.
— Si.
— Bueno, me voy.
— Me saludas a los niños. Y a tu esposo.
— Bueno...
Inés se regresa a su casa al cuidado de sus tres hijos, mientras Ersaí sigue sentado mirando hacia la casa del frente...
En la noche, Ersaí está cansado, pero aún no puede dormir, porque siente extraño el ambiente: Cuando ve un perro negro muy grande, como a cien metros de distancia de él, y su cuerpo se eriza, y de inmediato se pone a orar, y resiste por varios minutos...
Ersaí abre sus ojos, y ya no ve nada en la calle, y le agradece a Dios, porque siempre lo libra...
6:12 am, Joaquín ve por la ventana que Ersaí está dormido, y rápidamente sale de la casa con un balde de agua fría, y ante la mirada de una señora que va a su trabajo; Joaquín le baldea el agua fría a su hijo, quien se despierta de inmediato.
En seguida, Joaquín le dice a Ersaí:
— ¡Vete de aquí!
La señora muy indignada por lo que vio, se acerca a Joaquín, y le expresa con gran fuerza: