Un Miedo Irracional

El peor Día

 

 

A menudo pensamos que los sueños solo ocurren una vez o dos en la vida… Pero esta regla no se aplica para Carl.  


Mientras duerme soñando lo mismo que el día anterior, con aquel baño que lo lleno de esperanza al principio y luego se la arrebato toda. El sueño transcurrió exactamente igual exceptuando un pequeño detalle. Cuando Carl se colocó en posición fetal para ponerse a llorar, miro al suelo con una decisión indescriptible, una mirada con más determinación que las que tienen las personas que ganan los maratones. Se levantó y grito en un solo parpadeo, sin dejar que su propio sub consciente se diera cuenta de lo que estaba haciendo, el grito era de libertad, de fastidio, de todo aquello que lo atosigaba con mas que sueños por las noches: 


- ¡Ya basta! 


El grito fue tal y con tal fuerza y poder interior que Carl simplemente abrió los ojos, al mirarse en el espejo se observó con la misma cara que tenía antes de gritar dentro del sueño.  Se dio un baño rápido aprovechando la oportuna ocasión. Coloco en su semi gastado cuerpo la misma ropa que llevaba puesta hace unos minutos, miro su cara en el espejo y se cuestionó las mismas preguntas que se había planteado de manera sería el día de ayer. Dirigió su mano al picaporte de la puerta que, esa misma noche, había sido cómplice de aquella tragedia, ¿o quizás era una bendición? Al poner su mano sobre esta no pensó en ninguno de los posibles resultados ni si habría repercusiones, estaba decidido a hacer lo que aria. Con miedo y decisión en su corazón giro rápidamente el picaporte y abrió la puerta de una. Miro directamente al lugar de ayer donde su martirio había comenzado, más lo único que vio fue un suelo sin rastro de que alguna vez allí se había llevado a cabo tan temerosa tortura. Salió con pasos alargados y agigantados cerrando la puerta detrás de sí.  
Tomo las mismas cosas de siempre, su termo lleno de agua a una temperatura aceptable, su paraguas y sus llaves tintineantes que sonaban cada vez que es caminaba rápido. Recorrido el mismo camino de la misma forma y con una velocidad similar para llegar a su trabajo. A punto de formarse pasar la calle para llegar a formase en una rápida fila para registrar su hora de llegada se le vino un olor que le hiso detenerse a media calle. Miro atrás y se dio cuanta rápidamente de que el olor venia de aquella cafetería que él siempre había deseado visitar pero que nunca lo había hecho por cuestiones de llegar temprano. Se dijo a el mismo que estaba haciendo todo igual que siempre, y que eso es lo que no quería que siguiese siendo así. Miro su reloj con cierta astucia y desacuerdo, percatándose de que el tiempo que tenía para hacer lo que tenía planeado no era el suficiente, debía regresar, dio la vuelta pero no camino, en su interior algo peleaba por la opción de ir a la cafetería, ese algo era su yo interno que no estaba dispuesto a pasar ni un solo día más de rutina fastidiosa y atosigante, estaba nerviosos no sabía qué hacer, dentro de si se llevaba una lucha tan o más intensa que la misma guerra de Troya. Para empeorar la situación un par de autos le hicieron el favor de pitarle, como si ya no tuviera presión.  


-Quítate de en medio.  


Menciono uno de los pilotos mal humorados del auto que se encontraba más cerca de él. Si alguna vez has sentido presión en la escuela, si alguna vez has sentido presión en el trabajo, si alguna vez sentiste presión en tu vida, multiplícala varias veces y obtendrás la presión que Carl sentía en ese momento. Como si un buque de carga lo aplastara con su gruesa coraza, Comenzó a sudar y ni siquiera se dio cuenta, la batalla en su interior seguía librándose de la manera más violenta. 


- ¿Qué no me oíste? Quítate de en medio.  Estas estorbando pedazo de basura. Oye, inútil me estas escuchando, estorbas. 


Este sujeto inoportuno simplemente no se callaba, y yo agradezco que no lo hiciera durante ni un segundo, él fue el perfecto catalizador para que la batalla en su interior se ganase, actuó como Aquiles que mataba uno tras otro y hacía que los romanos retrocedieran a su gigantesco muro. En tanta presión Carl hiso lo mismo que en su sueño, Explotar: 


-Estas sordo ¿o solo eres idiota? Te dije que te quites de en medio. Voy a bajar y te voy a dar una de las palizas de tu vi… 


Ni siquiera pudo terminar su oración el molesto hombre, pues Carl reacciono muy violentamente: 


- ¡Ya oí, ya oí, maldito viejo decrepito… 


Carl se llevó sus manos a su boca al ver que el fastidio de persona miraba impactado. Dio pasos como si estuviese mareado, pasos hasta el lugar donde el ganador de la pelea interna deseaba ir. Si… Bien hecho Carl, unos segundos más y yo mismo le hubiera metido una buena tunda a aquel sujeto. Carl miro su oficina que se podía observar desde la cafetería, aún estaba en shock no comprendía lo que había acabado de hacer. 


-Buenas tardes. 


Saludo una de las personas que era el encargado de atender a los clientes.  


-Hola. 


Contesto Carl con un pequeño temblor en su voz, una mirada temerosa y una posición corporal digna de alguien con depresión.  


-Buenas… ¿Qué puedo ofrecerle?  
Carl contesto con otra pregunta a pesar de que eso era un poco de mala educación: 


- ¿Qué es lo que tiene? 


El servidor le menciono con atención y amabilidad todos los sabores que había disponibles en ese momento. Moca, late, capuchino, americano, entre otros muchos otros que sencillamente hacen que se te antoje un buen café. Carl no sabía que pedir, hace mucho que no probaba un café. Acorralado por el tiempo se decantó a tomar una decisión algo arcaica pero que, aun así, era una buena solución: 


-Uy no lo sé… ¿Cuál me recomienda usted? 


-Yo sinceramente recomendaría el expreso, es nuestra especialidad y si quiere algo especial es una opción nada deplorable.  



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En el texto hay: un chiste, un terror, una historia

Editado: 03.04.2020

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