Un Milagro de Navidad para Emma

Capítulo 1 – La chica invisible

"Querida lectora, si estas leyento esto es porque decidiste darle una oportunidad a ese relato corto y solo puedo decirte ¡gracias! Tú haces que cada historia cobre vida. Espero que con cada capitulo suspires y sientas la magia en cada página. Recuerda que un simple ‘me gusta’ y tus comentarios son el motor que mantiene vivo este corazón de escritora."

Capítulo 1 – La chica invisible

El reloj de la recepción marcaba las ocho y media cuando Emma Winter atravesó el vestíbulo de Northland Corporation, con su bufanda de lana azul aún impregnada del frío de diciembre. El edificio, con sus altos ventanales de vidrio y luces blancas, imponía desde el primer momento una sensación de solemnidad y éxito. A Emma le gustaba ese ambiente: la prisa de los empleados, el tintinear de las tazas de café, las voces apagadas de las juntas a puerta cerrada.

Subió al piso veintidós, el del departamento financiero, donde había construido su pequeño mundo desde que llegó como pasante. Había algo que la mantenía ahí, más allá de los números y balances: Connor Grey, director financiero y socio minoritario de la empresa, además de mejor amigo del CEO y dueño, Daniel Lancaster.

Connor siempre vestía trajes oscuros impecables, con la corbata perfectamente anudada y esa mirada fría que parecía atravesarlo todo, menos a ella. Emma llevaba dos años trabajando bajo su supervisión, preparando reportes, corrigiendo balances y, sobre todo, organizándole cada detalle para que sus reuniones fluyeran sin tropiezos. También tenía un pequeño ritual: prepararle un café fuerte con un toque de canela, porque había notado que solo en esos días él sonreía, aunque nunca supo si él asociaba ese gesto con ella.

A veces, mientras acomodaba los informes sobre su escritorio de madera oscura, Emma se preguntaba si alguna vez la había mirado más allá de su rol de contadora junior. Era consciente de que para Connor, ella era funcional pero invisible, como la tinta negra en las cifras que él revisaba.

Pero Emma no lo odiaba por ello. Todo lo contrario: en los momentos de silencio, cuando lo observaba revisar documentos con el ceño fruncido y esa concentración implacable, sentía que un hilo invisible la ataba a él, aunque él no tuviera la menor idea de lo que despertaba en ella.

Ese día, sin embargo, había algo distinto en el aire. Afuera caían los primeros copos de nieve de diciembre, tiñendo la ciudad de un blanco suave. El ambiente navideño se respiraba en cada esquina: guirnaldas en la recepción, un árbol adornado con luces doradas en el hall principal. Emma llevaba semanas soñando con que, quizás, la Navidad le regalara un milagro.

Un milagro que tuviera nombre y apellido: Connor Grey.

El reloj de la recepción marcaba las ocho y media cuando Emma Winter atravesó el vestíbulo de Northland Corporation, con su bufanda de lana azul aún impregnada del frío de diciembre. El edificio, con sus altos ventanales de vidrio y luces blancas, imponía desde el primer momento una sensación de solemnidad y éxito. A Emma le gustaba ese ambiente: la prisa de los empleados, el tintinear de las tazas de café, las voces apagadas de las juntas a puerta cerrada.

Subió al piso veintidós, el del departamento financiero, donde había construido su pequeño mundo desde que llegó como pasante. Había algo que la mantenía ahí, más allá de los números y balances: Connor Grey, director financiero y socio minoritario de la empresa, además de mejor amigo del CEO y dueño, Daniel Lancaster.

Connor siempre vestía trajes oscuros impecables, con la corbata perfectamente anudada y esa mirada fría que parecía atravesarlo todo, menos a ella. Emma llevaba dos años trabajando bajo su supervisión, preparando reportes, corrigiendo balances y, sobre todo, organizándole cada detalle para que sus reuniones fluyeran sin tropiezos. También tenía un pequeño ritual: prepararle un café fuerte con un toque de canela, porque había notado que solo en esos días él sonreía, aunque nunca supo si él asociaba ese gesto con ella.

A veces, mientras acomodaba los informes sobre su escritorio de madera oscura, Emma se preguntaba si alguna vez la había mirado más allá de su rol de contadora junior. Era consciente de que para Connor, ella era funcional pero invisible, como la tinta negra en las cifras que él revisaba.

Pero Emma no lo odiaba por ello. Todo lo contrario: en los momentos de silencio, cuando lo observaba revisar documentos con el ceño fruncido y esa concentración implacable, sentía que un hilo invisible la ataba a él, aunque él no tuviera la menor idea de lo que despertaba en ella.

Ese día, sin embargo, había algo distinto en el aire. Afuera caían los primeros copos de nieve de diciembre, tiñendo la ciudad de un blanco suave. El ambiente navideño se respiraba en cada esquina: guirnaldas en la recepción, un árbol adornado con luces doradas en el hall principal. Emma llevaba semanas soñando con que, quizás, la Navidad le regalara un milagro.

Un milagro que tuviera nombre y apellido: Connor Grey.



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En el texto hay: romace, oficina jefe, amor navideño

Editado: 03.09.2025

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