Un Milagro de Navidad para Emma

Capítulo 2 – El gris y los colores de Emma

La oficina financiera de Northland Corporation tenía un aire monótono: escritorios alineados con precisión militar, carpetas idénticas apiladas en cada puesto y, sobre todo, el uniforme gris que Recursos Humanos había impuesto hacía ya un año.

La primera vez que Emma vio aquella blusa recta y la falda sin forma, pensó que parecía diseñada para borrar la individualidad. Y lo era. Era un secreto a voces que Margaret Holmes, la jefa de Recursos Humanos, había escogido ese tono y corte deliberadamente. Margaret era el tipo de mujer que consideraba el estilo personal una amenaza, y a Emma, sin proponérselo, la percibía como un faro demasiado brillante.

Pero Emma nunca fue de rendirse. Transformaba la tela insípida con pequeños detalles: un cinturón delgado que entallaba la blusa, una bufanda de seda azul marino a juego con sus zapatos de tacón del mismo tono, o un pañuelo estampado con discretos destellos dorados que resaltaba su cabello castaño recogido en un moño bajo, elegante, pero sin pretensiones. Sus gafas de marco negro, con un ligero diseño vintage, le daban un aire intelectual que equilibraba la frescura de sus accesorios.

Ese martes, durante el almuerzo en la cafetería de la empresa, sus compañeras la rodearon como siempre.

—Emma, ¿cómo haces para que este uniforme no parezca… —Sarah, una de las analistas, arrugó la nariz mirando su propia blusa— …un saco de papas?

Todas rieron, y Emma, con esa paciencia y dulzura que la caracterizaba, levantó las cejas.

—No es el uniforme, chicas. Es cómo lo llevas. —Deslizó sus dedos por el nudo perfecto de su bufanda burdeos—. Un cinturón fino cambia por completo la figura. Y un color que contraste en zapatos o bufanda hace milagros.

—Sí, pero ¿cuántos pares de zapatos de colores tienes? —intervino Melissa, divertida.

Emma sonrió, aunque sus ojos escondían una verdad más práctica.
—No tantos como creen. Uso lo que tengo, pero los combino bien. El secreto no es gastar más, es saber jugar con lo que hay.

Nadie sabía que la razón real por la que Emma evitaba derrochar en ropa era su empeño en ahorrar para su especialización en Finanzas Internacionales. Cada bufanda que conseguía en descuentos, cada par de zapatos que encontraba en rebajas, era un pequeño lujo calculado dentro de su presupuesto.

—Si Recursos Humanos supiera que logras que este uniforme gris luzca elegante, lo cambiarían otra vez —bromeó Sarah, bajando la voz.

Todas miraron instintivamente hacia la mesa donde Margaret Holmes almorzaba sola, rígida y con el gesto adusto, como si incluso la sopa tuviera que obedecerla.

Emma reprimió una risa.
—No le demos ideas. Bastante tenemos ya con que eligió este tono… “cemento de oficina”.

Las chicas estallaron en carcajadas, y Emma se unió a ellas, aunque en el fondo sabía que Margaret vigilaba de cerca quién sobresalía demasiado. Y aunque Emma lo intentaba disimular, siempre había algo en ella que brillaba.

Al terminar el almuerzo, mientras recogía su bandeja, pensó que, quizás, lo que la hacía distinta no eran los accesorios, ni los zapatos de colores, sino la forma en que buscaba siempre poner un poco de vida en medio de lo rutinario. Y quizá, aunque él no lo supiera todavía, también era eso lo que Connor Grey necesitaba.



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En el texto hay: romace, oficina jefe, amor navideño

Editado: 21.08.2025

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