Un Milagro de Navidad para Emma

Capítulo 5 – Un encuentro inesperado

La nieve cubría la ciudad como una manta blanca y silenciosa. Casi era Navidad, y la mayoría de las oficinas de Northland Corporation estaban ya vacías. Sin embargo, Connor Grey no había encontrado descanso en toda la semana. El caos de los informes, la ausencia de orden en cada número, el eco de Daniel recordándole “te lo dije”… todo lo había llevado a una conclusión inevitable: tenía que encontrar a Emma Winter.

No podía esperar más.
No podía soportar otro día sin ella.

Con el corazón latiéndole con una urgencia desconocida, condujo hasta la dirección que había buscado en los archivos de Recursos Humanos. Se detuvo frente a un edificio de ladrillo claro, sencillo pero acogedor, con guirnaldas navideñas en las ventanas.

Subió las escaleras, respirando hondo antes de tocar el timbre.

Del otro lado, escuchó pasos apresurados y luego una voz femenina, ligera y distraída:

—¡Ya voy, Sarah! ¿Otra vez olvidaste las llaves?

La puerta se abrió de golpe.

Y Connor se quedó sin aliento.

Emma apareció delante de él con un moño desenfadado que dejaba escapar mechones de su cabello castaño, el rostro limpio, salpicado de pecas diminutas que él jamás había visto bajo el maquillaje de oficina. Sus gafas no eran las de montura seria y vintage que llevaba en Northland, sino unas más grandes, modernas y coquetas, que enmarcaban sus ojos claros con un encanto inesperado.

Pero lo que realmente lo dejó atónito fue su atuendo: un conjunto de pijama de satén color esmeralda, de tirantes delgados y pantalón corto, que caía con suavidad sobre sus curvas. Sus piernas, largas y contorneadas, se mostraban bajo la luz cálida del pasillo, y Connor, hombre siempre seguro de sí mismo, sintió cómo se le secaba la garganta.

Emma también tardó un par de segundos en reaccionar. Al principio, lo miró con la sorpresa incrédula de quien ve a un fantasma. Luego, al notar su propia ropa, su gesto cambió bruscamente.

—¡Dios mío! —exclamó, y sin pensarlo dos veces, le cerró la puerta en la cara.

Connor parpadeó, todavía impactado, mirando la madera que lo separaba de ella. Por primera vez en años, no sabía qué decir, y eso lo irritaba tanto como lo desconcertaba.

Volvió a tocar el timbre.
—Emma. —Su voz era firme, aunque más baja de lo habitual—. Necesito hablar contigo.

Del otro lado se escuchó un bufido nervioso.
—¡Ya voy! —respondió ella, con evidente exasperación.

Unos segundos después, la puerta se abrió otra vez. Esta vez, Emma había cambiado a un jogger gris y una camiseta blanca, mucho más discreta, aunque el conjunto resaltaba igual su figura esbelta. Aún llevaba las gafas puestas, y las pecas seguían allí, recordándole a Connor lo increíblemente natural que podía ser su belleza.

—¿Qué hace aquí, señor Grey? —preguntó, cruzándose de brazos, con una mezcla de incomodidad y desafío.

Connor sostuvo su mirada, y por primera vez en mucho tiempo, no supo si era él el que estaba en control de la situación.



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En el texto hay: romace, oficina jefe, amor navideño

Editado: 21.08.2025

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