Un Milagro de Navidad para Emma

Capítulo 6 – La fierecilla

Emma no apartaba los brazos cruzados ni la expresión de fastidio de su rostro.
—¿Qué haces aquí, señor Grey? —repitió con tono cortante.

Connor sostuvo su mirada.
—Vine por tu renuncia.

Ella arqueó una ceja, la furia brillando en sus ojos claros.
—Pues llegas un poco tarde, señor Grey… porque renuncié hace un tiempo ya.

Connor apretó la mandíbula.
—No lo supe hasta ahora.

—Eso no cambia nada. —Emma dio un paso al frente, la voz baja pero firme, con un filo que jamás había mostrado en la oficina—. Soy una persona que no sabe comportarse como se debe, usted Señor Grey no debería tener a nadie así trabajando para usted.

Connor sintió que algo se agitaba en su interior, una mezcla de desconcierto y fascinación.
—Vaya… —murmuró, inclinándose apenas hacia ella—. Resultaste ser una pequeña fierecilla. No había visto antes ese fuego en sus ojos, señorita Winter.

Emma soltó una risa seca, sin humor, sus mejillas encendidas de rabia.
—¿Cómo si alguna vez me hubieras visto en años?

Connor no respondió enseguida. La miró fijamente, con una intensidad que la desarmaba poco a poco. Y antes de poder contenerse, se le escapó:
—Más de lo que crees, Emma.

La respiración de Emma se agitó; un leve sonrojo subió a sus mejillas. Estaba a punto de contestar cuando la puerta del pasillo se abrió y una joven de cabello rizado entró cargando bolsas.

—¡Ay, por fin! —dijo Sarah, la compañera de apartamento, apenas notando la tensión en el aire—. Hola, perdón, no interrumpo…

—No pasa nada —dijo Emma de inmediato, apartándose para dejarla pasar.

Sarah, con una mirada curiosa a Connor, desapareció en su habitación cerrando la puerta tras de sí. El silencio volvió a llenar el espacio, más denso que antes.

Connor habló primero, su voz más baja, con un matiz extraño entre cansancio y urgencia:
—Emma, necesito que trabajes conmigo. Solo por este fin de semana.

Ella lo miró incrédula.
—¿Trabajar contigo? ¿La noche de Navidad? ¿Estás demente?

—No es una locura. —Connor dio un paso hacia ella, bajando el tono casi a un ruego—. Estoy al borde del colapso con esos informes. No confío en nadie más. Te pagaré lo que quieras.

Emma lo observó, con el corazón latiéndole desbocado. No era la cifra lo que la hizo titubear, sino la súplica velada en su voz, el cansancio en sus ojos grises, esos mismos que ella había amado en silencio durante dos años.

Él no era el hombre que solía dar órdenes desde la cima de su mundo perfecto. Esa noche, frente a ella, era un hombre derrotado, que la necesitaba.

Emma tragó saliva, consciente de lo que estaba a punto de hacer.
—De acuerdo. —dijo finalmente, en voz baja.

Connor dejó escapar el aire como si hubiera estado conteniéndolo demasiado tiempo.

La fierecilla había aceptado.



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En el texto hay: romace, oficina jefe, amor navideño

Editado: 21.08.2025

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