Un Milagro de Navidad para Emma

Epílogo

La nieve crujía bajo sus botas cuando Emma bajó del auto, todavía con el corazón acelerado. Connor le ofreció la mano y ella la aceptó, nerviosa. No era cualquier visita: era fin de año y él lel pido que lo acompañara a pasarla con su familia.

La casa estaba adornada con luces cálidas y coronas verdes, el aroma a galletas de jengibre escapaba por la puerta entreabierta. Antes de entrar, Connor la rodeó con un brazo y la miró con esa seriedad que siempre lo caracterizaba… aunque ahora suavizada por una sonrisa que era solo para ella.

—No tienes nada de qué preocuparte, Emma. Para mí ya eres parte de esto.

Ella asintió, tragando el nudo en la garganta.

Al abrirse la puerta, la primera en aparecer fue Juliette, que corrió hacia ellos con una emoción infantil en sus ojos.
—¡Sabía que vendrías! —exclamó abrazando a Emma con fuerza—. El muerdago nunca falla.

Emma rió, sintiendo cómo la tensión se desvanecía.

La siguiente en recibirla fue la madre de Connor. Una mujer elegante, de porte fuerte, que la observó con detenimiento durante un instante… y luego la abrazó con calidez inesperada.
—Gracias —susurró cerca de su oído—. No sabes lo que significa ver a mi hijo sonreír de esa manera.

Emma se estremeció de emoción.

Durante la cena, entre brindis y risas, Emma descubrió una nueva faceta de Connor: el hombre serio, casi implacable en las oficinas, se convertía en un hijo y un hermano protector, divertido y, sobre todo, feliz. Y cada vez que sus miradas se encontraban, él le dedicaba esa sonrisa reservada que le hacía sentir que el tiempo se detenía.

Cuando llegó la medianoche, Juliette levantó su copa con picardía.
—Brindemos, porque al fin mi hermano encontró a la chica que lo hace reír.

Las campanas del nuevo año comenzaron a sonar. Y justo en ese instante, Connor se levantó, rodeó la mesa hasta llegar a Emma y, sin importarle la mirada curiosa de todos, la tomó de la cintura y la besó profundamente, como si quisiera dejar claro al mundo entero lo que sentía.

Los aplausos y las risas llenaron la sala, pero para Emma solo existía él. Sus labios, su calor, la promesa de un futuro compartido.

Cuando al fin se separaron, él apoyó su frente en la de ella y susurró:
—Feliz año nuevo, Emma. Este es el primero de todos los que quiero pasar contigo.

Ella sonrió, con los ojos brillando de lágrimas y dicha. Y supo, sin dudarlo, que ese beso frente a todos marcaba el comienzo de una nueva vida.

Fin.

"El amor siempre llega cuando menos lo esperas, a veces disfrazado de trabajo pesado, de informes interminables o de un jefe imposible… pero cuando llega, todo cobra sentido. Gracias por acompañarme en esta historia, por soñar con Emma y Connor. Nos vemos en la próxima historia, con más amor, risas y suspiros."



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En el texto hay: romace, oficina jefe, amor navideño

Editado: 03.09.2025

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